[6] El regalo perfecto

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Skye se aparta un poco del lugar para que Marshall la pueda escuchar; tomó con una pata su placa y llamó al dálmata―. ¿Skye? ¿qué sucede?―preguntó Marshall confundido levantando una ceja.

―Marshall, tienes que bajar, Everest está preocupada por tí y hará lo que sea por verte en tierra firme.

―¿Insinuas que yo...―traga saliva―. que yo aterrice de esta a-altura en tierra firme?―preguntó Marshall asustado, su miedo había regresado.

―Sé que te asusta, pe-

―¡Por supuesto que sí! Tienes que venir a ayudarme, no puedo aterrizar ahora.―interrumpiendo a la cockapoo.

―Está bien, dame unos minutos. ¡Es hora de volar!―colgando la llamada.

[...]

―Pobre Marshall, ¿en qué estaba pensando ese dálmata? No sé cómo podré ayudarle.

Justo en ese momento, vio a Marshall volar por toda la ciudad; pero para su suerte había una gran montaña lo suficientemente alta como para alcanzar la altura de Marshall. Con toda su velocidad que pudo subió a la cima de la montaña y dio un gran salto desde el precipicio.

Pudo haberse lastimado una pata, columna vertebral, cuerpo, cualquier cosa; sin embargo, es capáz de arriesgar todo por su mejor amigo.

Marshall Pov's.

Este fue un plan alocado, pero juro no volver a considerar uno de mis planes, ¡son terribles! Esta es la peor fiesta que he organizado.

Ahora no habrá ninguna fiesta para Everest. ¿Por qué a mí?

―¡Auch!―gemí, alguien me había agarrado una pata bruscamente con su boca―. ¿Everest?―pregunté desconcertado.

―¡Wooh, woh, wooh!―jadeó asustada por la altura―. D-descuida Marshall, esto es sencillo; con tu boca mordisquea los globos para que podamos bajar.

―Debí pensarlo antes jeje, fueron los nervios.―dije avergonzado mientras mordisqueaba los globos. Pero de pronto mi corazón estalló cuando lo hice, bajamos bruscamente del cielo a tierra firme. Everest también estaba asustada, dio varios gritos junto conmigo, mientras nos abrazábamos intentando calmarnos mutuamente.

―¡AHHH!―gritamos al unísono.

Aterrizamos en un trampolín, dando saltos en este.

―Por suerte calculamos bien la caída.―dijo Rocky.

―Everest, ¿estás bien?

Se levantó de un salto para empujarme sobre ella en el césped, me sentí dominado por sus patas.

―¡¿En qué estabas pensando, manchas!?―me preguntó entre gritos, ¿le importaba tanto?

―Bu-bueno...¿fiesta invernal?―fue lo que se me ocurrió decir.

―¿Ah?

―Everest, Marshall organizó una fiesta para tí.―dijo Chase.

Everest apartó sus patas del cuerpo de Marshall y observó todo lo que el dálmata organizó, copos de nieve, globos, regalos, moras y sin contar el gran pastel que se veía exquisito, lo cual hizo despertar el apetito de la husky.

Leves lágrimas recurrieron por la cara de la husky, eran lágrimas de alegría, su mejor amigo le organizó una súperfiesta sólo para ella, y no cualquiera, sino, la mejor que ella pudiese haber visto en su vida. Dirigió la mirada al dálmata con una gran sonrisa en su rostro con un "gracias".

El amor de un dálmata ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora