[8] Una nueva forma

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La brisa del viento resoplaba en los pelajes de Marshall y Everest, dos canes que sin duda tenían mucho de que hablar ese día; sobre todo Everest, quien guardaba muchos secretos en su corazón que a nadie le había contado, siendo probablemente Marshall el primero en saber uno de ellos.

Marshall haría lo posible por animar a Everest; por lo menos, sacarle una gran sonrisa.

Everest no paraba de pensar en Chase; es decir, era evidente de que él estaba enamorado de Skye, pero aún así, intentaba gustarle, hacía su mayor esfuerzo. Pero al parecer, Chase solo la vería como una amiga, debía aceptar la realidad; ya fue directo con sus sentimientos, ¿por qué no pasaría otra vez?

Toda su vida esperando que en algún momento su amor fuese correspondido, ese era su mayor sueño...su mayor sueño platónico.

Un paseo con Marshall quizás era buena idea, desahogar tus penas con un amigo es una buena terapia. Aunque él no entienda a la perfección tu situación, si que puede aconsejarte algo.

Ahí estaban ellos, sentados en una banca con las orejas inclinadas, Marshall sintiendo empatía por Everest.

"¿Qué puedo hacer para animarla?" se preguntaba recurrentemente Marshall.

Una idea surgió en la cabeza del dálmata.

Se escabulló entre los arbustos, aprovechando que la husky estaba distraída en sus pensamientos. Marshall tomó una rama de un árbol y con cinta adhesiva se lo colocó en forma de orejas hechas de ramas. Luego, tomó su pelota favorita, pintándola de rojo; se lo colocó en su hocico. Y para su última acción, tomó dos hojas de árboles.

Apareció en frente de la husky, la tomó del mentón por unos segundos en vista hacia él.

―¿Qué haces?―preguntó confundida.

―"Era Rodolfo un reno que tenía la nariz roja como un tomate..."―empezó a cantar gran parte de la canción popular en aquellos tiempos.

Al terminar el villancico, la husky no pudo evitar tener una sonrisa alegre.

―Tienes una hermosa voz Marshall, deberías ser cantante.―halagó.

Marshall desvío levemente la mirada debido a su sonrojo, le avergonzaba que Everest la viese de esa manera.

―Quizás. ¿Me dirás algo? Es decir, aparte de halagarme.

―Pues...―suspiró pesadamente―. Si, debería. Pero se me hace muy difícil Marshall, siento que las lágrimas llegarán en una de mis palabras.―confesó.

―¿Sabes? Es bueno desahogarse con alguien, no ocultes tus penas.

Everest se quedó callada, al igual que Marshall.

De repente, Marsshall observó a Chase y Skye en la tienda del sr. Porter. Él pensó que sería buena idea ir con ellos, para una mejor "terapia".

Si tan solo él supiese que esa es la razón por la cual Everest se encuentra sollozando.

―Tengo algo que te animará Everest.

―¿Qué es, Manchas?―cuestionó.

―Lo descubrirás, sígueme―dando inicio a una gran carrera por llegar donde Chase y Skye.

Ambos se divirtieron en el camino hacia el lugar, puesto a que Everest estaba enfocada en seguir los pasos de Marshall que inesperadamente sincronizaron sus pasos.
Al llegar, Everest pensó que evitarían a Chase y Skye, sin embargo, fueron muy cerca hacia ellos, teniéndola a ella con su corazón latiendo estrepitosamente.

"Es cierto, no le dije a Marshall..." pensó Everest.

―Amm...Marshall, ¿podríam-

―Un segundo Everest, hablemos con Chase y Skye―interrumpió Marshall.

―Manchas, esto es importante―susurró al oído del dálmata.

Sin embargo, el dálmata nunca contestó, no le daba importancia, ya que intentaba establecer una conversación con Chase y Skye.
Chase estaba arrepentido por haber tratado de una pésima manera tiempo antes a Everest, por lo tanto, quiso hacer las pases con ella; sin saber que aquello es la última cosa que Everest quisiera hacer en este preciso momento.

―Marshall, ¿me permites?―preguntó Chase, quien necesitaba hablar con Everest. A lo que Marshall da espacio para el paso de Chase.

―Everest, ¿podemos hablar?―preguntó Chase nervioso.

―Déjalo así, Chase―respondió desanimada.

El can estaba dispuesto en hablar con ella, sin embargo, sus placas empezaron a llamarlos.

―Hablaremos luego―corriendo hacia el cuartel al igual que los demás.

****

―Ryder, hablamos enserio cuando te decimos que los "problemas" de la alcaldesa Goodway son muy sencillos y para ser más explícito, ¡absurdos!―gritó Rubble.

Todos asintieron ante las palabras de Rubble. Si, era cierto; puesto a que ese día su misión fue de nuevo salvar a gallileta de un árbol, algo extremadamente sencillo que la alcaldesa no pudiese realizar por si sola.

Otras veces, las llamadas de la alcaldesa Goodway eran para ayudarla en organizar un evento, y eso hasta cierto punto es lógico, debido a que es mucho trabajo para una sola persona. Pero teniendo en cuenta que tiene un gran poder sobre los ciudadanos de Bahía Aventura, es suficiente pedir su cooperación en algunas cosas.

―Tienes razón, Rubble; son cosas que ella puede realizar por si sola, pero...―Ryder se detuvo en sus palabras.

―¿Pero qué?―cuestionó Rubble.

―¿En qué más podemos ayudar, Paw Patrol? Hoy en día los ciudadanos pueden realizar sus propias actividades sin ayuda. Se han vuelto muy autosuficientes.

Los canes se quedaron en silencio, perdidos en sus pensamientos.

―¿Por qué no consideramos la idea de crear un nuevo trabajo?―cuestionó Skye levantando una ceja―. Podría sernos de utilidad.

―¿Cómo qué, Skye?―cuestionó Ryder.

―Amm...―inclinó las orejas de frustración al no saber qué inventar.

―¡Ya sé! ¿Qué tal si todos exploramos por nuestra propia cuenta la ciudad para ver si hay algún problema? Y de acuerdo a la necesidad de la persona, ayudarla en ese momento―comentó Rocky  ladeando de un lado para otro la cola.

―Es buena idea Rocky. ¿Qué dicen cach...―se autocorrigió―. ¿Qué dicen, amigos?

―¡Hagámoslo!―respondieron todos al unísono.

Así los días pasaron, de tal manera que ahora los Paw Patrol rondaban más por las calles de Bahía Aventura con el objetivo de ayudar a alguien. No había problemas grandes como se lo hubiesen imaginado, sin embargo, con tal de ser útiles era suficiente.
Cada quien era libre de ir con su mejor amigo, después de todo era una manera de convivencia.

―¡Sr. Porter! ¿necesita ayuda con esas cajas de gran peso?―preguntó Marshall, quien a su lado estaba Everest.

―Pues no me vendría mal un poco de ayuda, Marshall.

―¡A trabajar!―se dijeron Marshall y Everest al unísono.

El amor de un dálmata ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora