Una vez terminada mi educación inicial, mi madre estuvo desesperada por buscarme una nueva escuela primaria, visto que ni de chiste me inscribiría a la sucursal primaria de mí Escuela Inicial. Finalmente encontró un colegio muy cerca de casa con un soberbio nivel de inglés. Visto que tenía familiares cercanos en EEUU ella vio conveniente y provechoso el que aprenda ingles desde niño. Mi madre me inscribió ahí sin dudarlo, luego mi padre se enteró del costo del colegio y tras una serie de pequeños sacrificios logró pagarme la colegiatura primaria. En ese momento él se hallaba en España (estuvo ahí desde que tenía casi 3 años) así que el dinero lo tenía que enviar por correo, recuerdo que hubieron varias veces en las que mi madre estaba asustada con que el dinero no llegue, no porque mi padre no lo envíe (porque algo que siempre hizo fue pagar cosas mías) sino que a los del correo se le "extravíe" el dinero.
Finalmente entré al primer grado: éramos 26 infantes, de todos los colores y tamaños, en un verdadero salón de clases (en la escuela inicial era solo una sala). Esta escuela era bastante particular. Era una gran edificación perfectamente paralelepípeda que servía de salones y se desplegaba a lo largo desde la entrada hasta poco menos del final del colegio. Tenía un patio de juegos a la derecha de los salones y luego había que pasar por un pequeño pasadizo son techo que tenía al quiosco de Ítalo a la mano derecha y la casa de Mr. Alex a la mano izquierda. Una vez que se pasaba ese pasadizo se tenía acceso a una cancha de futbol de cemento ligeramente grande, que era donde se hacían las actuaciones escolares. La edificación principal tenía tres pisos: en el primer piso estaba primer, segundo y tercer grado. En el segundo piso estaba cuarto, quinto y sexto de primaria. Y el tercer piso estaba la escuela secundaria. Uno pensaría que la primaria era un paraíso y que la escuela era la viva representación de la Divina Comedia pero invertida. Pero no, era un infierno desde los 6 hasta los 18 años. Recuerdo que en esa escuela, además de los maestros, habían tres autoridades conocidas por todos: La directora, una sesentona bien conservada, con kilos de maquillaje de payaso en el rostro y un cabello sobrio y normal, aunque algo telarañoso. Luego estaba el coordinador de la conducta o el sub-director, Mr. Raúl. Era un ex-militar de metro setenta, delgado, casi siempre tenía el rostro rojo y siempre usaba lo mismo: camisa blanca con chaleco azul, pantalones marrones y zapatos negros. Y finalmente Mr. Alex, el portero y guardián de la escuela. Era un cholo recio, grande y gordo, siempre me recordó al pequeño Juan.
Debido a que no estuve en la sucursal Inicial de esta escuela, era algo así como el chico nuevo, pero para mí consuelo otros seis chicos estuvieron en mi situación. Recuerdo que mi tutora se llamaba Miss Rocío, una maestra de unos cuarenta años. Era alta, un poco morena pero llena de manchas y pecas en todo el cuerpo. Tenía un cabello crespo y desordenado. Pero su característica principal eran sus gritos, que hacían justicia a sus raíces chinchanas* (*Chincha es una zona donde vive mucha gente de color en mi país, al sur de la capital). Recuerdo que un alumno se quiso pasar de vivo y le dijo algo chistoso a la maestra, todos reímos... Menos ella, quien inmediatamente se puso de pie, y soltó un grito que nos calló la boca a todos y desde entonces le temimos tanto como a perder el recreo.
Volviendo a la idea inicial, poco a poco me iba acostumbrando a la vida de primaria. Me tuve que adaptar a los breves recreos, a las largas horas de clases, al tener que llevar una mochila más grande y pesada. Las cosas buenas llegaron con el tiempo: recuerdo el día que un chico llevo una pelota de tela multicolor, que obviamente usamos para jugar futbol en los recreos. Visto que éramos de primer grado, solo teníamos un pequeño espacio para poder jugar, pero como lo aprovechamos... Fue en uno de esos clásicos "mete gol tapa" que vi a Fabiana. Recuerdo que me tocaba recoger el balón que se había ido lejos, y una vez que me agache para recoger la pequeña pelota, fue que la vi. Ella estaba siendo perseguida por una amiga suya, corría cerca del quiosco de Ítalo que se mostraba en el fondo de ese patio aledaño a los salones. Era una joven delgada, mucho más que Adriana, de tez clara, unas ligeras pecas en su rostro, cabello castaño lacio hasta la altura de los hombros que se desplegaban a lo largo, epilogando en finas curvas onduladas. Ojos color almendra, una nariz ligeramente grande, y labios bastante cortos, que escondían una voz muy rasposa y un poco grave, pero igual, no dejo de fascinarme. Era un hecho: estaba enamorado de Fabiana. Pero inmediatamente surgieron ideas en mi mente: Si no la había visto en mi salón es porque evidentemente era mayor que yo, y a partir de su voz grave, asumo que era mucho mayor. Lamentablemente las cosas no mejoraban en lo absoluto. Desde entonces ya suponía que ella nunca se fijaría en alguien menor, sobretodo yo, que estaba afanado con el futbol y las cartas de Yu-Gi-Oh. Para poder al menos aclarar la duda más simple, pretendí seguir interesado en el "mete gol tapa" de ese día para estar atento cuando suene la campana (literalmente el recreo terminaba cuando Mr. Alex se aproximaba a una campana que estaba cerca del salón de 2do grado, y la sonaba).

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Libro del mal amor
HumorEl siguiente conjunto de historias tienen como inspiración el libro "Libro del Mal Amor" de Fernando Iwasaki. Leí el libro hace unos meses y me pareció sensacional y divertido. Ahora trataré de hacer una versión propia. Cada capítulo será breve y co...