Gaëlle

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En una compilación como ésta nunca puede faltar el amor de verano, pero como ya pudieron adivinar, será el amor fallido del verano. En mi caso se presentó poco después de haber terminado el segundo grado. Mis notas por suerte fueron bastante buenas, por lo que mi padre estaba contento y yo mucho más calmado. Visto que mis padres estaban divorciados, ellos tenían que dividir mis vacaciones por meses para que pueda ver a cada uno. Diciembre y año nuevo los pasé con mi padre, y cuando me tocó estar con mi madre, ella volvió a interesarse seriamente en uno de sus hobbies de toda la vida: la marinera. La marinera norteña es un baile peruano tradicional que mi madre bailaba desde que ella tenía 17 años. Debido a que fue a la universidad, se casó, estuvo embarazada de este servidor y luego tuvo que trabajar, siempre lo dejó en un segundo plano... Hasta esos años.

Visto que su cachorro ya no era un bebe, y que ya se había acostumbrado a su ritmo laboral, logró organizarse de tal manera que pudo volver a ir a sus ensayos de marinera y junto a su pareja de baile se quedaban practicando hasta muy tarde. Poco a poco su amor por dicho baile renació, cuando salíamos a alguna parte en su carro solo se oía marinera; recuerdo incluso que los sábados y domingos por la mañana ella se despertaba muy temprano, salía a correr y luego ponía una buena marinera a todo volumen mientras ordenaba la casa, limpiaba el auto, etc. Debido a su notable progreso físico mi madre intensificó mucho más su rutina de ensayos en vacaciones, por lo que en varias ocasiones tuve que ir a acompañarla. Al principio era divertido, visto que nunca había visto a mi madre tan feliz y por simple amor al arte (algo que heredé de mis dos padres).

El bailar la hacía sentir tan libre, sus manos eran como alas que batían y hacían que su pañuelo blanco derrame poesía, su sonrisa era tan natural que no podías desencantarte de la armonía entre ella y su pareja de baile. Antes nunca pude entender el baile, pero al verla me deje llevar por el ritmo, entendía la relación de los pasos con la orquesta que resonaba en el reproductor, las cadencias que daban las tubas y los zapateos, el cambio de intensidad de las trompetas con el movimiento del vestido que hacía mi madre, etc. Días después más personas comenzaron a retomar sus ensayos, y practicaban casi a la misma hora que mi madre, por lo que ahora ya no era solo una armoniosa canción, sino eran varias canciones molestas y ruidosas. Luego de la nada, una amiga de mi madre, al igual que ella, retomó sus ensayos de marinera; pero lo importante no era ella... Era su hija.

La pobre chica, un poco menor que yo, solía hacer lo mismo que yo: se despedía de su madre, se sentaba en una banca cerca de la gran sala de ensayos, y se disponía a ver a su madre y ocasionalmente se iba a un pequeño cuarto donde se podía ver televisión (puesto por la profesora de marinera al darse cuenta que muchos de sus alumnos eran hombres y mujeres con hijos obligados o a bailar o a acompañarlos a los ensayos). Durante esos primeros días solo éramos esa chica y yo. Lo particular es que ella nunca me llamó la atención como lo hizo Vania o inclusive la misma Fabiana, pero a pesar de ello su caso fue mucho más especial. Como dije anteriormente, más gente empezó a ensayar casi a la misma hora que mi madre, y esto me molestó mucho porque ya no sentía que podía disfrutar del baile de mi madre, por lo que un día no lo resistí más y me fui al cuarto de la televisión.

Recuerdo que esta chica me vio e inmediatamente procedió a hacer lo mismo. Visto que aun éramos niños, no teníamos esa facilidad para socializar con el sexo opuesto, pero todo eso cambió con una simple caricatura. Recuerdo que encendió la tele y puse Nickelodeon donde estaban dando Bob Esponja. En ese entonces era una de mis series favoritas, por lo que me dispuse a sentarme en un rincón con las piernas dobladas, mientras abrazaba mis rodillas. Recuerdo que ella se quedó viendo el mueble que sostenía el televisor, luego me vio un momento, y tras mucho pensar me preguntó algo de ese episodio para saber si se trataba del que ella tenía en mente. Me sorprendí, visto que la parte que ella recordó era mi parte favorita. Desde ese momento nos sentamos uno cerca al otro y morimos de risa con los dos episodios que dieron en esa media hora. Luego de tantas risas el episodio terminó y le pregunté qué otros dibujos animados veía. Me pareció demasiada casualidad que viera muchos dibujos animados que yo también veía. Lo extraño es que hasta este punto no me gustaba en lo absoluto, hasta que nos presentamos. Yo le dije mi nombre y cuando le pregunte por el suyo, ella me dijo: "Soy Gaëlle."

Libro del mal amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora