Belleza

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—¿Soy hermosa, amor? —le preguntó un día a su novio una chica de ojos café, cabello castaño hasta la cintura y piel pálida tan traslúcida que parecía enferma.

Él, que estaba debajo de ella, cambió posiciones con ella y la observó desde arriba. Su mirada destelló peligrosamente mientras repasaba cada una de las facciones de su chica y no tuvo ni que pensar su respuesta antes de darla pues si de algo estaba seguro era que ante él no tenía a cualquier chica.

Una diosa.

Esa era la definición que mejor le quedaba y no sabía el motivo por el cual no se daba cuenta. Desde hacía tiempo era así y aquello no le gustaba.

—Eres hermosa, nena —le aseguró una vez más como siempre lo hacía luego de hacerla suya. ¿Por qué? Siempre le hacía la misma pregunta.

Al escucharlo la castaña cerró los ojos con fuerza y al abrirlos había en su mirada una gran interrogante que pugnaba por ser respondida porque por primera vez había decidido llevar más allá la conversación.

Sin embargo, no imaginó nunca las consecuencias de sus siguientes palabras.

—Si soy hermosa, ¿por qué mamá siempre me pega y me dice que no soy como ella? ¿Por qué, amor? ¿Tengo algo malo? —quiso saber con lágrimas en sus hermosos ojitos logrando despertar algo dentro del chico encima suyo.

—Escúchame bien, bonita. No hay nada, absolutamente nada, malo en ti. Eres la mejor chica del mundo y si mi suegrita no lo sabe ver tendrá que atenerse a las consecuencias —susurro sobre su cuello aparentando una calma que no sentía en lo absoluto. Habían lastimado a su chica y eso no lo dejaría pasar —Eres mía, bonita. Y por eso tu mamita nunca más volverá a lastimarte.

—¿Nunca nunca? —le preguntó esperanzada. Habían sido muchos años siendo golpeada e insultada por la persona que más debía de amarla y por ello ansiaba tener la seguridad de que no le haría más daño. Suficiente había sufrido ya.

—Nunca nunca, mi bonita —aseguró antes de apoderarse de sus labios, cuerpo y alma con fiereza.

La bestia había despertado y nada la detendría. Su suegra no sabía en donde se metía y lo pagaría caro. Muy caro. A fin de cuentas, la belleza es tan efímera que puede ser destrozada en segundos y al ser lo que más apreciaba su asquerosa suegra... la pasaría muy mal.

Oscuros y PerversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora