Capítulo 3

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FLASHBACK

- Papi, papi ¡Ven a ver esto!

- Voy cariño. ¡Más despacio, que te vas a caer!

- ¡Corre papi, corre! ¡Vamos levanta!- Su expresión tornó a un gesto de dolor contenido provocado por el esfuerzo que le costaba incorporarse del sofá, pero en cuanto vio la preocupación pintada en mi cara lo maquilló con una sonrisa que, aunque no lo notase, no le llegó a los ojos.

Tiraba de su brazo mientras saltaba con impaciencia intentando aumentar el lento ritmo con el que se movía; quería enseñarle lo que había conseguido construir antes de que alguien lo destruyera y para eso necesitaba llegar lo antes posible.

FIN DEL FLASHBACK

Me desperté arrullada por el sonido de un pajarillo cantando apoyado sobre la verja de mi ventana. El sol brillaba alto en el cielo iluminando la habitación, por lo que debería haber estado durmiendo más de lo normal en mi. Me incorporé despacio, me sentía ligeramente mareada aunque no le di mucha importancia, si era tan tarde como imaginaba probablemente fuera por no haber comido nada aún. Mis tripas sonaron ruidosamente confirmando mi teoría, por lo que me dirigí al baño para prepararme e inmediatamente bajé a la cocina buscando algo que llevarme a la boca. La casa estaba silenciosa, sólo se oían mis pasos bajando los escalones de madera, ni una sola mosca se sentía. Las puertas de todas las habitaciones estaban cerradas dejando algunos pasillos en penumbra a pesar de la luz del exterior. Encendí el interruptor de la luz de la escalera para no matarme al bajar pues no me conocía la casa, pero esta no se encendía. Tampoco lo hacía la del pasillo, de modo que no me quedó más remedio que aferrarme a la barandilla y tantear el camino intentando no caer rodando. La adrenalina empezó a correr por mis venas acelerando mi corazón cuando, en medio de la quietud que me envolvía, oí un ruido que provenía de la planta baja. No era uno usual, era más bien parecido a una vibración persistente que te atronaba los oídos aunque sonaba apagada y sorda. Era un sonido familiar y al mismo tiempo completamente desconocido, pero capaz de ponerme la carne de gallina y de paralizarme a mitad de bajar un escalón. Yo misma era consciente de la incoherencia de mi reacción, podría tratarse de un ruido de la calle que entraba en la casa por una ventana dejada abierta, no habiendo necesidad de que mi respiración se alterase como lo estaba o mi latido del corazón fuera tan rápido que lo notara en el cuello. Intenté calmarme tomando aire, aunque aquello más parecía que hiperventilaba a que me calmaba. El ruido provenía de la cocina, así que alargué la mano hasta casi tocar el pomo de la puerta. En un ataque de valor la abrí rápidamente y miré a mi alrededor. La habitación estaba vacía, salvo por Eli, quien cocinaba en la encimera usando una batidora.

- Perdón, cielo. ¿El ruido te ha molestado?

- No, tranquila.- Miré hacia todos los lados, asustada. El sonido de las verduras picándose seguía resonando, pero no conseguía asociarlo con el que había escuchado sólo dos segundos antes-

- ¿Pasa algo?

- No, no, es sólo que tengo mucha hambre. ¿Qué hora es?

- La una. Como no te despertabas he ido yo de compras sola, espero que no te moleste. Las cosas están en esa bolsa de ahí encima, espero que te gusten.

- ¿Tanto he dormido?

- Que no te extrañe, estabas agotada.- Me acerqué a la enorme bolsa de papel y saqué un montón de prendas como faldas, vestidos y blusas, pero nada de ropa cómoda con la que ir por casa, aunque no lo comenté en voz alta pues ella se había esforzado mucho, y todo era muy bonito. Al fondo encontré varios cuadernos, un estuche y algo de material escolar.- Pensé que podrías necesitarlo.

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