PREFACIO

150 18 16
                                    

La oscuridad era casi absoluta dentro de aquel camión. Oía el ruido de la carretera y de los coches que pasaban a nuestro lado mientras avanzábamos en mitad de la tormenta. Normalmente me asustaban, pero en aquel momento la agradecía ya que cada relámpago que iluminaba el cielo proporcionaba también algo de luz dentro del remolque en el que me encontraba y me permitía ver, aunque fuese durante periodos de tiempo muy breves, la cara de aquel hombre que me acompañaba en mi pesadilla.

Me observaba sentado desde el lado opuesto del vehículo sin apartar la vista, sentía sus ojos azules y penetrantes tratando de taladrarme la cabeza con la mirada, incomodándome mientras mantenía mis ojos fijos en los suyos. Después de todo lo que había pasado no pensaba dejarle intimidarme, al menos aún conservaba mi orgullo intacto y podía aferrarme a él para que me ayudase a coger fuerzas y enfrentar a lo que quedaba de noche.

Por un momento creí ver agua en sus ojos, una lágrima solitaria caer recorriendo su mejilla hasta perderse en su barba blanca de más de una semana, pero fue un reflejo breve que pasó tan rápido que me hizo no estar segura de lo que había visto.

Lo más seguro es que me lo hubiera imaginado, tenía tanto miedo que era probable que mi cerebro hubiera querido aliviar la tensión dándome un resquicio de duda sobre él. Últimamente había aprendido tanto sobre el subconsciente que hasta eso me parecía lógico y viable.

Noté un cambio en el camino, el camión ya no circulaba tan suave como hasta hace unos segundos lo hacía por la carretera, la calzada se había vuelto más irregular y se había llenado de baches que me hacían casi dar pequeños saltos estando sentada en el suelo. De haber estado de pie hubiera perdido el equilibrio y me habría caído.

Perdí la noción del tiempo, y no sé si estuve allí dentro durante una hora o diez minutos desde que abandonamos la autopista. Cuando el camión paró ya había dejado de llover, aunque todavía no había amanecido.

Sentí un pequeño pinchazo en mi nuca y todo se volvió negro. Un gran peso me empujaba hacia abajo y no podía luchar contra él, arrastrándome hacia la inconsciencia.

AmnesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora