Capítulo 4

32 4 0
                                    

MARCOS PDV:

La observé alejarse mientras pensaba en lo idiota que había sido con ella hacía tan solo unos minutos. En realidad no me había hecho nada para merecerlo, pero estaba tan acostumbrado a comportarme así habitualmente que simplemente esa forma de ser fluía en mí de forma natural.

De todos modos, era mejor para los dos que se mantuviera lejos de mí. La primera vez que la vi, en su habitación profundamente sumida en una pesadilla, una sensación recorrió todo mi cuerpo, había algo familiar en ella aunque no conseguía ubicarlo. Duró sólo un segundo, pero no me gustó. Estaba acostumbrado a ser siempre yo, andar solo por la vida sin necesitar a nadie ni responder ante las expectativas de los demás. Así me iba bien y no estaba dispuesto a cambiarlo por ninguna rubia con buen cuerpo entrometida. Prefería no confiar en nadie, siempre había sido así. Es cierto que tenía amigos con los que salía de fiesta por las noches, y no pocas chicas que me veneraban, pero ninguno de ellos era importante en mi vida. Mi lema básicamente era "no hagas nada por nadie y nadie lo hará por ti". No dependía de nadie para vivir mi vida; una vez lo hice y el resultado no sería digno de aparecer en un cuento de hadas. No volvería a cometer el mismo error.

Me aseguré de que entraba por la puerta antes de continuar mi camino. Lo había recorrido tantas veces en aquellos años que creía que acabaría dejando la huella de mis pasos de forma permanente. Al principio me pasaba allí los días y las noches buscando algo de consuelo, pero últimamente sólo acudía cuando algo me rondaba la cabeza, una decisión importante que debiera tomar, un problema o demasiada ira contenida. La discusión con mi madre me había dejado inquieto, por lo que mi vía de escape, como siempre, resultó ser la solución del problema. No estaba demasiado lejos, tomando el atajo del bosque se llegaba en diez minutos, pero aquel día no tomé la vía rápida. Me desvié de mi ruta habitual guiado por un humo que salía de algún lugar cercano. 

Apartando las ramas bajas de los árboles me hice camino, curioso, pensando en qué sería aquello que me podría encontrar. Tal vez una fogata mal apagada de algún camping o un grupo de personas fumando en la intimidad del bosque. Interiormente esperaba que se tratase de la segunda opción y así pudiera unirme a ellos en lo que fuera que estuvieran celebrando, pero bajo ninguna circunstancia esperaba hallar abandonado un coche estrellado contra un árbol y aparentemente en llamas recientemente consumidas por el leve humo que emanaba. Me aproximé no sé muy bien buscando qué. El interior del coche estaba vacío por lo que no debió resultar nadie herido, pero tampoco nadie había venido a recogerlo. Supuse que este era aquel del que nos habló James un día, aunque de eso hacía bastante tiempo como para que este continuase humeando. Era un sitio poco usual en el que alguien se pasearía con un coche habiendo una carretera a menos de cien metros. A su paso hacia aquel lugar había dejado un rastro tras él difícil de ocultar por lo que decidí seguirlo. El hecho de que permaneciese en el mismo sitio donde apareció significa que James no se había tomado el tiempo necesario para investigarlo y por tanto, para mandar remolcarlo, de modo que era mi única oportunidad de averiguar algo acerca del accidente.

MERY PDV:
Aún no me creía que me hubiese hablado así. Parecía un chico completamente diferente al que conocí al despertarme de aquel extraño sueño, aquel que fue tan amable conmigo. Sí, había violado su intimidad, pero eso no era excusa para haberme tratado así. Si tanto quería su dichosa camiseta no se la cogería más. Cerré la puerta trasera sin importarme hacer ruido ni que Eli se enterara de que en realidad no estaba en la habitación como le había dicho, y subí para encerrarme y descargar mi enfado un poco. A través de la ventana le vi perderse entre los árboles sin volver la vista atrás. Se alejaba tranquilo, con la conciencia limpia según parecía. La forma relajada en la que movía los hombros al andar sólo conseguía enfadarme más. Estaba tan alterada que ni aunque lo hubiera intentado habría logrado estarme quieta. Mil cosas daban vueltas sin descanso en mi mente, y lo que menos necesitaba es que otra más se añadiese a la colección. Como si no tuviera bastante con la constante pregunta de dónde estaban mis padres o por qué no acudían en mi búsqueda, tenía también que añadir la de qué significaban aquellas hojas falsas o a dónde se dirigía Marc con tanto secretismo. Eli era la única que me escuchaba y lograba calmarme en estos momentos de casi crisis nerviosa, pero esta vez no podía acudir a ella. No quería darle más pena con mis dudas sobre mis padres, ya bastante estaba haciendo por mí acogiéndome en su casa y dándome sesiones contra mi amnesia gratis. James me había hecho prometerle que no le hablaría a nadie sobre nuestro descubrimiento de esa mañana y algo me decía que nadie sabía de la incursión de Marc y, por muy mal que me hubiese hablado, no quería causarle problemas delatándolo. La constante incertidumbre me estaba matando, necesitaba alguna respuesta a la que cargar mi esperanza pues ya no me quedaba nada a lo que aferrarme, y notaba cómo poco a poco me iba hundiendo en la desesperación. Las lágrimas luchaban por salir de mis ojos y bajar por mis mejillas pero de momento mi fuerza de voluntad lograba contenerlas. Nada parecía tener sentido dentro del caos que en ese momento era mi vida, los pilares que la sostenían se estaban derrumbando ante mis ojos sin que pudiera evitarlo. No me sentía con fuerzas para enfrentarme a nada de lo que me agobiaba, ni siquiera al echo de que al día siguiente empezaría las clases en el instituto del pueblo. Era tal la desesperación que sentía que me costaba respirar y me ahogaba en mi propio sufrimiento. Estar quieta sin hacer nada sólo conseguía empeorar la situación. Me sentía inútil, una carga para aquella familia, escondida como un conejo asustado en su madriguera. Tal era mi paranoia que mi mente empezó a jugar conmigo, haciéndome escuchar la misma vibración que por la mañana había conseguido aterrorizarme. No sabía de dónde provenía el sonido, por lo que me autoconvencí de que simplemente eran imaginaciones mías causadas por la ansiedad, pero el sonido perduraba y se hacía más intenso, penetrando en mi cabeza y nublándome la vista. Pronto me sentí mareada, la habitación al completo me daba vueltas y los oídos me pitaban. El pánico que sentí la anterior vez volvió con más intensidad, acelerándome el corazón y la respiración. Poco a poco iba entrando en mí, hasta que noté cómo la vibración salía directamente del interior de mi cabeza. No sentí la caída, me sumergí en la oscuridad tan bruscamente como un nadador en la piscina.

AmnesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora