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— ¿Te gustó el nombre de Quevedo?.

Lo miré sin entender, procesando la pregunta. La expresión en mi cara pedía contexto y Juli entendió.

— Estabas cada dos por tres o cada tres por dos diciendo su nombre.— Los dos nos reímos por la referencia que hizo inconscientemente.—  "Pedro Luis esto, Pedro Luis aquello, te amo Pedro Luis..."

— ¡Ay, que estúpido!. — Me tapé la cara con la hoja que tenía en manos.— No le dije que lo amaba, ridículo.

— Y no, eso te faltó nomas.

— Sos re tonto.

Levantó una ceja y abrió el portón, dejándome pasar primero. Caminamos hasta la puerta de entrada y golpeé hasta que Mauro abrió la puerta con su mejor cara de orto.

— Me vas a dejar sin puerta, enana pelotuda.— Acercó su cara hasta juntar nuestras frentes con fuerza, demostrando su falso enojo para después abrazarme.— ¿Vienen del telo?.

— Más vale, rey, no soy ni lenta ni perezosa para esas cosas. Vos sabes.

Los dejé saludándose y pasé directo a la pieza de Mauro donde estaba Martín echado en la cama.

Sin duda alguna me tiré sobre él.

— ¡No, hijo de puta!.

Sin tiempo a agarrarme más fuerte, me tiró al piso haciéndome gritar en el impacto contra las zapatillas del dueñob de casa.

— ¡LUCÍA!, ¿qué haces ahí, pelotuda?.

— Me tiraste, Cuscús.

— No te vi, pensé que eras el hijo de puta de Lit, — Se bajó de la cama y me ayudó a pararme.— perdón, ¿te lastimaste?.

— ¿Peso lo mismo que Mauro?.

— No, no creo pero antes de que llegaras me estaba rompiendo las pelotas.—  Me abrazó y besó la cabeza dos veces.— ¿Estás bien?.

— Estoy bien.

— ¡Lucía Ignacia!, ¿ por qué mierda te gusta alguien que se llama Pedro Luis, qué sos pelotudita?, ¿de dónde es, de México?, boluda .

— Pero, ¿perdón?, ¿por qué no me chupas el culo?.

— Amigo, si vos me dejas se lo chupo.

Julián le dio permiso a la petición de Mauro.

— ¿Hay alguien que se llama Pedro Luis?.— Martín estaba sentado en la cama sin entender una palabra de la conversación.

— Sí, es un amigo de Juli.

— Muy amigo no es si te gusta, linda.

— Entonces fijate mejor a quien le decís amigo, bombón.

— ¿Tenés otro amigo?, te vas de mi casa.

— ¡Dios, callense un poco!.—  Me tiré en la cama también.—  Me voy a ir si siguen jodiendo.

— Bueno, perdón. — Mauro acomodó las zapatillas que había aplastado hace unos minutos.— ¿Enserio te gusta?.

— No lo conozco, ¿cómo me va a gustar?.

— No sé, decime vos.

— No, no me gusta.

— Bueno, mejor.— Julián me hundió la cara en el colchón cuando pasó a sentarse a un costado.

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