Por primera vez en un largo tiempo, Santiago se estaba dando la oportunidad de vivir, de hacer las cosas sin analizar hasta el más mínimo detalle. Dejándose llevar por sus sentimientos y por sus deseos. Ser espontáneo le costaba mucho esfuerzo, no era algo que le ocurría naturalmente. La única, que alguna vez, había logrado que él fuera quien quería ser y no quien debía ser fue Alicia.
En esta ocasión le pasaba algo similar, por ella se estaba atreviendo a dejar la razón, la lógica y el buen juicio de lado. Su enfoque estaba, estrictamente, puesto en el presente. Aquel momento que estaba viviendo no lo cambiaría por nada, para él era un sueño hecho realidad. Nunca creyó que volvería a sentir a Alicia tan cerca o que la volvería a tener entre sus manos de aquella manera.
La sala de Santiago era testigo del acto que tomaba lugar sobre el sofá. Los dos se besaban con añoranza. El deseo de estar juntos era evidente en ambos, sus lenguas se acariciaban con fuerza en aquel beso que comenzó siendo dulce y delicado, pero que se había intensificado por la necesidad que tenían de demostrarse con sus cuerpos lo que sentían.
Las caricias sobre la ropa ya no eran suficientes para ninguno de los dos. Las manos de Santiago se movieron por debajo de la blusa de Alicia para así poder tener mayor contacto con su piel. Cuando el respirar se les complicó, por la falta de aire, Santiago abandonó la boca de Alicia y depositó un pequeño beso en la comisura de sus labios para comenzar a descender, dejando un rastro de besos, desde la mandíbula hasta el cuello de ella.
Alicia se encontraba perdida en la sensación que los besos de Santiago le producían. La calidez de la boca de él sobre su cuello, la estaba volviendo loca y deseaba sentirlo lo más cerca posible. Sus manos comenzaron el trabajo de liberal la camisa de Santiago del pantalón, para entonces deshacer los botones de su camisa con rapidez y poder acariciar el pecho de este sin nada de por medio.
Los besos de Santiago, en el cuello de Alicia, se convirtieron en pequeños mordiscos alternados con delicadas succiones por toda el área que ahora incluía sus clavículas. Sus manos se movían libremente por la espalda de ella hasta que se decidió a abrir el cierre del sujetador, que le bloqueaba el paso, para poder tocar los pechos de Alicia sin ninguna barrera. Una vez aquella prenda de ropa quedó floja, sus manos se metieron debajo del sostén para masajear los senos de ella.
Al sentir como diferentes zonas de su cuerpo estaban siendo estimuladas por las caricias de Santiago, Alicia no pudo callar los delicados sonidos de placer que comenzaron a salir de su boca. Aquello era música para los oídos de Santiago, una dulce melodía que extrañaba escuchar. Las manos de Alicia recorrían el pecho de Santiago hasta llegar a los hombros para intentar remover la camisa y la chaqueta de éste.
Las manos de Santiago detuvieron sus acciones y este las sacó de debajo de la blusa de Alicia y se inclinó hacia adelante, despegando su cuerpo de la comodidad del sofá, por un corto tiempo, para que ella pudiese quitarle algunos artículos de ropa, dejándolos caer al suelo. Una vez su torso quedó completamente desnudo, ella volvió a tocarlo, recorriendo la expansión de la piel desde su pecho, pasando por el cuello, hasta detenerse en su nuca. Los dedos de Alicia se adentraron en el cabello de Santiago, donde comenzó a jugar girando algunos mechones de pelo y acariciando el cuero cabelludo.
Santiago alzó su cabeza para, una vez más, conectar sus labios con los de Alicia. Aquel beso no tenía nada de delicado, era completamente fogoso y traviezo. Una de las manos de Santiago se posó en el centro de la espalda de Alicia y la otra bajó hasta la cintura de esta. Cuando la tuvo bien sujetada, se fue levantando despacio de su postura en el sofá. Durante el beso y las maniobras de Santiago, los cuerpos de ambos seguían manteniendo la misma cercanía. Suavemente, Santiago comenzó a empujar el cuerpo de Alicia con el suyo para que esta fuera cayendo, poco a poco, sobre los almohadones al otro extremo del sofá.
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The way to you
Fiksi PenggemarSantiago Ucrós tenía más de cinco años que no pisaba suelo Colombiano. Por primera vez, desde su partida, estaba de regreso en Bogotá. La única razón por la cual había regresado era Matías. Él le había insistido para que estuviese presente el día qu...