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en el hospital estatal de busan reinaba un aura de tranquilidad. a pesar del constante traqueteo y el repiqueteo de los zapatos de goma de los enfermeros contra el pulcro suelo, los sonidos de camillas moviéndose de un lado a otro y las gotas de solución salina cayendo por las intravenosas, todo parecía estar en orden y eso le generaba tal calma en el ambiente.

los doctores caminaban por los pasillos con sus ambos azules y los típicos guardapolvos blancos. portándolos con ese aire de superioridad que emana el ser dueño de curar o dejar morir a la gente, el tener en tus manos enfundadas con guantes de látex la vida de otro ser.

muy a su pesar, los interinos de enfermería corrían de un lado a otro cumpliendo los mandatos de su maestro.

siguiéndolo de cerca y absorbiendo cada gota de conocimiento. parecía que especialmente hoy, el chico de cuerpo menudo (y gran carácter) portaba un terrible humor.

y es que jaemin no tenía todos los patos en fila ese día.

estaba enojado.
muy enojado.

cuando se graduó y comenzó a trabajar en enfermería (porque su mamá era enfermera y como todo hijo de mami allí estaba él siguiendo sus pasos) su salario le alcanzaba para lo justo y necesario, por lo que debía tomar las rondas de guardia para ganar algún dinerillo extra que pudiera ayudarlo a llegar a fin de mes sin rezarle a todos los santos habidos y por haber que este le alcance para pagar todas sus cuentas.

ahora, siendo jefe de enfermería, no le era necesario hacerlas. el dinero le alcanzaba para cubrir sus necesidades y darse unos cuantos lujos aquí y allá, como ir religiosamente una vez por semana al estilista o comprar cantidades insanas de ropa deportiva (aunque no hiciera ningún deporte).

la primer razón para tanto ofuscamiento eran las rondas de guardia. el idiota del vicedirector del hospital al parecer lo odiaba y lo tuvo toda la semana encerrado en el establecimiento porque "los que ingresaron este año al departamento de enfermería son unos buenos para nada y deberías de enseñarles".

"enseñarle su culo, con todo respeto, señor", estuvo tentado a decir, pero mejor morderse la lengua de vez en cuando ¿no?

respondiendo a sus órdenes, jaemin debió realizar sus turnos habituales en el hospital, guiando a los nuevos e indicándole sus tareas y cómo hacerlas. y, además, obligatoriamente hacer las rondas de guardia.

mientras seguía haciendo de puta niñera de los nuevos enfermeros que no sabían ni cambiar un puto suero salino sin su supervisión. no sabía como habían logrado terminar la escuela de enfermería siendo tan incompetentes.

también gracias a esas rondas radicaba el problema número dos: ya iban tres noches sin dormir sus ocho horas (religiosamente) necesarias, sólo tomaba alguna que otra siesta mientras no había urgencias ni problemas que atender.

la falta de sueño terminaba resultando en un humor de perros, regaños constantes a los nuevos enfermeros y algún que otro insulto (murmurado muy por lo bajo) al idiota del vicedirector.

no veía la hora de que el director regrese de sus vacaciones en el caribe y este imbécil con complejos de autoridad vuelva a desempeñar su cargo de segundón. ya había imaginado decenas de maneras de asesinar al vice utilizando sólo un inyectable.

por si era poco, el señor no le había permitido tomarse el día libre sin que este fuera descontado de sus vacaciones o sin conllevar que lo reponga laborando en las guardias de fin de semana.

aunque él le había contado sus razones, que no era solamente por el hecho de tomarse el día, que debía ir a la corte a acompañar a su hermana, su jefe no cedió y no le quedó otra que tomar las rondas del fin de semana siguiente, sus planes de salir a antros con sus amigos siendo cancelados.

no poder acompañar a su hermana no era una opción. jaemin sabía que ella estaría insoportablemente nerviosa y no podía dejarla sola, no se lo perdonaría a sí mismo.

él, teniendo cinco hermanas menores, se había criado rodeado de moños, toallas femeninas y brillos labiales.

sabía como realizar trenzas francesas en tres minutos cada vez que una de sus hermanitas se despertaba tarde para ir al colegio, sabía la diferencia entre labiales matte y gloss y sabía que cuando un chico texteaba algo siempre debía haber un mensaje escondido que debían descifrar, que ellos nunca ponían lo que querían decir (y aunque jaemin les haya dicho que estaban equivocadas ellas no daban brazo a torcer sobre su teoría).

conocía mejor que nadie la lógica femenina y que, aunque la mayoría de los hombres dijeran que no, las mujeres eran muy sencillas y no tan complejas de complacer como era creído (ese complacer no se refiere a nada sexual, jaemin, de hecho, era gay y no estaba interesado en cambiar eso).

el ojimiel se dirigió a la sala de guardias y abrió su locker para retirar sus ropas y cambiarse. no sabía como debía de vestirse porque nunca había ido a un juzgado, atinó a adivinar que tendría que usar.

claramente la vida no le sonreía ese día.

claramente la vida no le sonreía ese día

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