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Siento haberte alejado.

—Yo la hice sufrir —susurré musitando en el silencio de aquella habitación, ¿Quizás deba pedirle perdón antes de que todo acabe?

No sé si tendré el valor pero sé que no hay peor lucha que la que no se hace. Arranqué las agujas canalizantes de mi brazo y me levanté de aquella camilla, así sea lo último que haga tengo que pedirle perdón.

Me vestí con ropa cómoda, un pants negro, una camiseta gris y zapatos deportivos, también tomé una sudadera negra con capucha antes de salir del hospital, así de camuflajeado fué fácil pasar como un visitante más que puede entrar y salir del hospital con normalidad.

En cuánto me ví libre de este lugar empecé a volar hacia casa de Pan, me sentía muy agotado y no necesitaba pensar mucho para saber que era a causa de ese padecimiento terminal.

Llegué a su casa y toqué dos veces el timbre sin embargo nadie abrió, suspiré dispuesto a dejar de insistir pero ¿Llegué hasta acá por nada? No me rendiré. Volé de nuevo y observé que la ventana estaba abierta, entré por ella y observé su habitación, encendí las luces, todo luce muy ordenado, quizás esta sea la última vez que observe este lugar.

Me senté en la cama y tomé una fotografía en mis manos, en ella estábamos el señor Goku, pan y yo, sonreí ante aquella nostalgia, en esos momentos se abrió la puerta del baño de su habitación, salió ella con los ojos cerrados vestida con una bata de baño y una toalla envuelta en su cabeza, la estaba desenredando dejando caer su cabello corto.

No sabía qué hacer, un sonrojo seguramente apareció en mis mejillas, ella abrió lentamente los ojos y al verme su reacción natural fue sobresaltarse.

—¡Aaah! —gritó observándome, luego guardó la calma abrazando la toalla—. ¿Trunks? No esperaba verte aquí —musitó.

—Lo siento, pensé que no había nadie, toqué el timbre y nadie abría, sé que eso no justifica que haya invadido tú habitación pero si quieres me voy —sugerí hablando rápidamente.

—No, no —dijo rápidamente—. Solo me sorprendió verte acá, puedes quedarte.

—¿En verdad no te molesto?...

—No, no me molestas en nada, me alegra volver a verte.

—Ayer en el hospital...

—Lo siento preferí no hablarte, no sabía si querías o no que habláramos pero el que estés aquí significa que ¿Si querías que habláramos no?.

—Sí, siento haberte alejado...

X Pan.
—Está bien —dije mostrándole una sonrisa comprensiva—. Comprendía que necesitabas tú espacio.

—Gracias por comprender eso —dijo desviando la mirada hacia las almohadas de mi cama.

Me acerqué y quité la bata de entrenamiento que llevaba puesta mi abuelito el último día que lo ví.

—A veces suelo sacarla para recordarlo, pero parece que olvidé guardarla —me apresuré a hablar volteando a verlo.

Él abrió los ojos como platos, parecia que estaba viendo a un fantasma mientras observaba la ropa que sostenía.

—No, no, no, el señor Goku se enojará conmigo —dijo respirando rápidamente poniéndose de pie.

—¿Trunks? Él ya no está más aquí —dije dando un paso hacia él pero él retrocedió hasta chocar con la pared—. Okey, okey, no me acercaré —hablé rápidamente.

—No me va perdonar por haberte hecho sufrir, me va matar él, me voy a morir... Me voy a morir —repetia observando rápidamente a todos lados, su respiración parecía muy intranquila, incluso enredó los dedos en su cabello estresado, parecía que perdería el control.

¿Que debo hacer?

—Okey, okey, mira voy a guardar esta ropa ¿Okey? —dije guardando la prenda en un cajón volviendo a cerrarlo, él parecía estar pasando por algún ataque de pánico. Volví a verlo tratando de acercarme lentamente—: ¿Me permites sentarme a tu lado? —le pregunté mientras me acercaba muy lentamente a él.

—Si —respondió siguiendo con la mirada todos mis movimientos.

Al acercarme observé que estaba temblando, incluso tenía la frente llena de sudor, seguía respirando con anormalidad cómo si le faltara el aire o no alcanzara a respirar porque incrementaba abruzcamente su respiración.

—Está bien, estoy aquí contigo —dije sentándome a su lado—. ¿Estás cómodo acá? —le pregunté y él asintió con la cabeza. Pasé mi brazo por detrás de la nuca atrayendo su rostro hasta apoyarlo en mi pecho, en aquél momento empecé a acariciar su cabello.

Cerró los ojos tratando de tranquilizarse aunque sus labios seguían temblando, lo mantuve abrazado suavemente hasta que su respiración empezó a controlarse.

—Tengo miedo —musitó.

—No te dejaré solo —respondí únicamente, en momentos así había leído que es mejor hablar poco, seguí acariciando su cabello mientras él intentaba dejar de temblar.

Al tenerlo tan cerca de mí podía escuchar los latidos tan rápidos de su corazón, ninguno de los dos dijo nada más, permanecimos abrazados mientras los minutos transcurrían.

Pasaron al rededor de quince minutos hasta que se empezó a calmar por completo, lo sabía porque desde el lugar en el cuál nos encontrábamos podía ver un reloj de pared.

Al haberse calmado abrió lentamente los ojos, sus mejillas se tornaron muy sonrojadas e en seguida subió la vista a mis ojos.

—Lo siento, no sé qué me pasó —dijo en un suspiro.

—No pasa nada —respondí enredando los dedos en su cabello, su sonroje era muy notable pero sabía que el mío también.

Nos quedamos en silencio unos momentos observándonos a los ojos, el tiempo parecía transcurrir con mucha más lentitud en esos momentos, ninguno de los dos se atrevía a apartar la mirada hasta que nos acercamos más cerrando los ojos, nuestros labios se rosaron con suavidad, entreabrí los ojos, él seguía con los suyos cerrados en una profunda tranquilidad así que decidí cerrarlos de nuevo empezando un suave y muy lento beso, sus besos eran tan suaves y cuidadosos que cielos, quería ahogarme en azúcar.

Al separarnos de aquel beso ambos nos quedamos aún viéndonos a los ojos, sabíamos que necesitábamos más que solo un beso, algo se había encendido en nosotros y nos estaba pidiendo más el uno del otro, rodee mis brazos a su cuello y me cargó hacia la cama, volvimos a besarnos pero esta vez con mucha más sed.

Sus besos lentos, húmedos y ardientes hacían que el tiempo y todo lo que había a nuestro alrededor desapareciera dejándonos en un espacio en donde no existía más que él y yo. Su sudadera cayó al suelo de mi habitación seguida de su camisa, mis manos recorrían con suavidad su espalda mientras sus labios se ocupaban en besar mi cuello, estaba atrapada en el calor y olor de su piel.

Los minutos pasaron y en el suelo ya no estaba sólo su sudadera sino también su pantalón, su ropa interior y la bata con la cuál estaba vestida, observé a sus ojos con las pupilas dilatadas, enredé mis dedos en su cabello tragando saliva en seco, nuestras respiraciones estaban muy intranquilas, cerré los ojos sintiendo el recorrer de sus manos prendiendo todas las llamas de mi interior...

Entreabrí los ojos observando a la profundidad de los suyos perdiéndome completamente en ellos mientras nuestras almas se fundían hasta formar una sola, un beso suave calmó aquella explosión de sensaciones nuevas que experimentaba, acaricié sus mejillas con lentitud disfrutando de todo su ser y aquella sensación de completa plenitud.

Un par de horas después ambos nos encontrábamos sobre la cama cubiertos únicamente con una sábana blanca, él tenía recostada su cabeza sobre mi pecho mientras yo apartaba algunos cabellos lila de su frente sudada. Nos observamos con una sonrisa por unos momentos, ambos nos sentíamos tranquilos y felices.

—Te amo ¿Sabías? —preguntó haciendo que volviera a sonreír sintiendo cierto cosquilleo en el estómago.

—Yo también te amo —le respondí con un sonrojo muy notable.

Y allí observándonos el uno al otro sentía que no necesitaba absolutamente nada para ser feliz, deseaba que este momento durara para siempre...

Agosto de Angustias [Trupan. Drabble, One Shot's] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora