Capítulo 10

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Estreche su mano y la solté tan solo después de tocarla.Se recargó en la húmeda pared. Verónica había regresado a su casa por comida y un par de mantas. Su amiga y yo permanecimos un buen momento callados.

-Aaron Rose, ¿cierto?- Me pregunto mientras sacaba la cajetilla de cigarros del bolsillo de sus vaqueros y tomaba uno del interior.

-Cierto.- Lo encendió y le dio una calada.

-¿Llevas toda tu vida viviendo aquí?- Exhaló el humo prácticamente en mi cara.

-Si, bueno- Sople un poco para despejar el poco aire que respiraba.- Vivo a las afueras de aquí.

-Nunca te había visto.

-No salgo mucho.- Evadí - No me dijiste tu nombre.

-Tamara, y sinceramente no comprendo porque no te conozco.

-Bueno, no habíamos tenido la suerte, ¿Cierto?

Permanecimos callados de nuevo. La corriente de aire quería regresarme a donde pertenecía, y con ella arrastraba el humo gris del cigarro, que inundaba la cabaña. Por alguna razón, nunca se me había apetecido fumar un cigarrillo, hasta ese momento. El olor de adueñó de mi nariz y un hambre atroz rugió en mi estómago. Verónica regresó con las mantas y una bolsa de pasas con chocolate.

Se sentó a mi lado, recargándose en la pared. Arrojó la otra manta hacia Tamara, quien, por no soltar el cigarro, la dejó caer al piso. Después de unos segundos la recogió con una mano y se cubrió las piernas sin dejar de fumar con la otra. Verónica se acurrucó junto a mi y se cubrió con una bonita cobija morada, que era demasiado suave para ser verdad. Me ofreció taparme con la misma cobija, pero en realidad no necesitaba taparme del frío que ya vivía en mi. Tamara terminó con el pobre cigarro, lo arrojo al piso de la cabaña y con una de sus piernas dobladas y sus botas lo pisó, apagándolo por completo. Silenciosos minutos pasaron, no había nada importante que decir. Nada que rompiera la incomodidad que se sentía en aquel pequeño fuerte de madera.

-¿Qué opinas acerca del sujeto perdido de hace 18 años?- Tamara quebró el silencio con aquella pregunta cuya respuesta no conocía.

-¿El chico perdido?- Asintió con la cabeza y Verónica volteo a verme con sus bonitos ojos expectantes.

-Si vives aquí desde siempre, debes conocer la historia- Retorció su coleta entre sus dedos y volvió a soltarla.- Es como una leyenda.

-Si bueno, me parece lamentable que nadie conozca quien es.- Mi corazón muerto de frío comienzo a palpitar, haciendo que mi sangre fría corriera por mi cuerpo. El sonido inundaba mis oídos y ahogaba mis pensamientos.

Volvimos a guardar silencio, completo, absoluto, penetrante silencio.

-Creo que debería irme. - Suspiró Tamara, levantándose del piso. Ni Veronica ni yo insistimos en que se quedara, porque sinceramente, solo estaba de adorno. Salió de la cabaña y desapareció entre los árboles.

Veronica me miró a los ojos con una sonrisa coqueta, que invitaba a besar sus labios. Tenía que detenerme. De alguna manera tenía que dejar enamorarme de esa chica. En estos momentos, comenzaba a darme cuenta; estaba muerto. No metafóricamente hablando, en realidad estaba muerto. Estaba muerto y nadie lo notaba. He ahí la razón de mi frío palpitar, y de la sensación de ardor cada vez que Veronica rozaba mi piel, he ahí la razón por la cual no recordaba nada. Estaba muerto. Y Veronica no lo sabía.

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⏰ Última actualización: Dec 20, 2015 ⏰

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