9. Where is my mind?

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¿Quién va a hacer que te olvide?
¿Y te borre de mi mente?
Podría estar por ahí rompiendo corazónes,
Si aún tú no estuvieras rompiéndome el mio.

—Kristy MacColl.

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El azul del mar se combinó con la tierra mojada y marrón, que conectadas, crearon una red de electricidad en ambas espinas dorsales.

—Conway.

Lo dijo en cuanto lo vio cruzar por esa puerta con su piel bronceada y llena de algunas cicatrices, hasta donde pudo ver apenas en parte de sus pómulos y los nudillos de sus manos, no podía ver con claridad gracias a la gruesa gabardina de lona que portaba, pero podía apostar que debajo resguardaba un tesoro de bíceps y formas torneadas excelentes para su edad.
Imponentes músculos cubiertos de aquella algodonada tela blanca, monumentos ocultos que sospechaba, había visitado una vez y que seguramente también había fotografiado con sus ojos en una majestuosa vista, hasta podría apostar que su lengua había tenido el placer y el honor de dibujar cada marca tomando posesividad de dichosa escultura de hombre frente a él.
Habrían sido... ¿más que amantes?

—Gustabo.

Si le dijera a alguien que no sintió como cada vello de su piel no se erizaba al verlo, seguramente estaría mintiendo descaradamente. Su corazón casi partió su pecho en dos para salir volando hasta él y abrazarlo y besarle en su lugar. Gracioso, puesto que una vez el rubio tuvo el honor de habitarlo.
Conway ni siquiera sabe como tuvo tanto autocontrol para contenerse y no correr hasta él y estrecharlo en brazos, mismos que un día también fueron su hogar, su rincón seguro, él mismo se lo había dicho.

Podría saberlo?

Conway abrió la boca para ser el primero en decir algo más pero Gustabo se le adelantó levantando la mano para detenerle.

—Antes de que pueda decir nada primero déjeme hablar a mi... porfavor. —el final de su voz casi lo traicionó cuando en forma de suplica llegó hasta los oídos del superintendente. El mayor solo asintió. —Prométame algo Conway.

Conway observó expectante.

—Prométame que me conoce, que me conoce tanto como para tomar un puto avión y cruzar la mitad del mar para encontrarme.

Conway se limitó a observar como sus blancos dedos temblaban, seguido de sus hombros y el par de piscinas azules amenazaban con inundar en cascadas esas blancas mejillas.

—Te lo prometo.

Así de fácil era ¿eh?. Debía ahondar más.

—Toda mi vida... o al menos, desde que tengo uso de razón no he encontrado motivos para investigar quién soy o de dónde provengo. —para este punto su cuerpo ya estaba tenso. —De mi niñez casi no recuerdo nada, apenas hay contraste, pero desde que desperté en aquel hospital, después de un par de años en coma por un supuesto disparo en la cabeza, supe que mi pasado debía ser así de chungo. —esto último expresado con un movimiento de manos indicando una longitud grande determinado por el espacio entre las mismas.

El corazón de Conway retumbaba contra su caja torácica mientras el relato continuaba. No se atrevía a siquiera interrumpir su diatriba.

—Y ahí estaba yo, un miserable que solo sabía que no quería tener nada que ver con ese pasado que lo llevó a besar a la muerte por un pelo. Creo que decidí bien al huir de esa vida, nadie preguntó por mí después de eso, así que decidí seguir mi vida, reiniciando algo que no sabía hasta qué punto terminó... —Gustabo buscó entonces los ojos del superintendente, esperando que este capturara el mensaje y así fue. —Pero luego llega usted y vuelvo a dónde empecé.

𝐂𝐲𝐚𝐧𝐢𝐝𝐞 𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭s || ᴰᵉ ᵂᵉ ᴬᵍᵃⁱⁿˢᵗ ᵗʰᵉ ᵂᵒʳˡᵈ  || ɪɴᴛᴇɴᴀʙᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora