Capítulo 1

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- Dime que no eres de Hydra – dijo él rompiendo el silencio que les envolvía desde hacía un rato.

Ella, que miraba distraída las ondas que hacían sus piernas en el agua de la piscina, le miró sorprendida.

- ¿Qué? – preguntó. Creía haber escuchado bien la pregunta pero era tan extraña que necesitaba oírlo una vez más.

- Sé que es ridículo pero necesito oírtelo decir – le pidió el a sabiendas de que su amiga había escuchado la pregunta la primera vez.

- No soy de Hydra – afirmó ella mirándole con cariño a los ojos. Fitz tenía miedo y era perfectamente comprensible. Últimamente había estado muy unido a Ward, era como una especie de hermano mayor para él y su traición había sido como una puñalada en la espalda.

- Bien, bien, yo tampoco – aclaró él, aunque la duda por parte de ella era inexistente.

- Claro que no – afirmó ella.

- Porque... si lo fueras – dijo él con la mirada perdida, evitando el contacto de sus ojos para que ella no viera que estaba a punto de llorar – No sé lo que haría.

- Ey, Fitz, nunca tendrás que averiguarlo ¿vale? – dijo ella poniéndole una mano en la rodilla, asegurándole con un simple gesto que ella siempre estaría allí. – Siempre nos tendremos el uno al otro, te lo prometo – dijo con sinceridad – Juntos, ¿recuerdas?

- Juntos – respondió él poniendo su mano sobre la de ella.

De nuevo el silencio les envolvió, solamente interrumpido por el sonido lejano de la conversación que mantenían Skye y Trip al otro lado de la piscina. Pero esta vez no era un silencio normal, era un silencio cargado de sentimientos y emociones que ninguno se atrevía a mostrar.

Y Jemma estaba muy cansada. Cansada de luchar, de ser traicionada, de no saber en quién confiar o lo que les esperaría al día siguiente. Cansada de ocultar lo que sentía cuando podían morir en cualquier momento. Acortó despacio la distancia que le separaba de su amigo y cerrando los ojos acomodó la cabeza en su hombro. Fitz, notando el acercamiento de su compañera, pasó su mano por detrás de su fina cintura y de manera casi inconsciente la apretó más hacia él. Fue un movimiento suave, nada forzado, como si hubieran estado así toda la vida. Se quedaron así unos minutos, abrazados, sin decir nada, disfrutando del calor del otro, solamente iluminados por el reflejo de la luna en el agua.

- Jemma, yo... - comenzó a decir él, repentinamente armado de valor para confesarle sus sentimientos.

- Shhh – dijo ella poniendo el índice en sus labios y acercando su cara tan solo a unos centímetros de la de él – Yo también.

Entonces él llevó la mano hacia su mejilla y la acarició con ternura. Ella, en respuesta, le agarró la mano y entrelazó sus dedos con los suyos. La distancia entre sus labios se fue haciendo más pequeña, como dos imanes que se van acercando lenta pero inexorablemente. Cuando al fin se unieron el universo se detuvo por unos instantes. No se puede decir que fueran expertos en dar besos, pero fue el beso más perfecto que hubieran podido desear. Sus labios encajaban como un puzle, como si realmente no hubiese otra persona en el mundo destinada a ellos. Cuando la necesidad de respirar se hizo patente y se separaron, ambos sonreían sin poder evitarlo.

- Te quiero – le susurró al oído, terminando la frase que antes había dejado a medias.

Ella se lanzó a sus labios de nuevo y hundió los dedos en sus dorados rizos, pegándose a él tanto como le era posible. Él a su vez la apretó más fuerte contra sí, solo para asegurarse de que era real, de que no se marcharía nunca de su lado. La mujer a la que amaba estaba entre sus brazos y su corazón latía tan rápido que pensó que se le saldría del pecho si no paraba a coger aire.

- Ehh, Fitz... – murmuró ella cuando se separaron esta vez - creo que estamos dando el espectáculo.

Él noto como sus mejillas enrojecían al instante cuando se dio cuenta de que Skye, Trip y hasta Coulson y May, que habían saldo hacía un rato, les miraban atónitos.

- Vaya, tenemos público – dijo riendo cuando logró tranquilizarse. Una parte de él estaba tremendamente avergonzado y la otra odiaba al resto de su equipo por haber tenido que estar allí en ese preciso momento. Mientras su cerebro trabajaba a toda velocidad pensando que hacer, su compañera se levantó.

- Si aquí no hay intimidad tendremos que irnos, ¿no? – preguntó Jemma en voz baja con una traviesa sonrisa tendiéndole la mano.

- No puedo estar más de acuerdo – respondió tomando su mano.

Evitando mirar a sus compañeros, cruzaron el ancho de la piscina y se metieron en el pequeño edificio. Se quedaron un momento parados en el pasillo, recuperando el aliento. Tras unos segundos Simmons tomó la iniciativa y sin soltarle la mano, le guio a su habitación. Justo antes de llegar a la puerta, Fitz tiró de ella y envolviéndola entre sus brazos la besó de nuevo. Fue un beso corto, pero lleno de cariño y dulzura.

- ¿Estás segura? – la preguntó serio mirándola a los ojos. Era consciente de lo que podía pasar si cruzaban esa puerta.

- No he estado más segura en mi vida – respondió ella devolviéndole el beso mientras tiraba de él hacia el interior de la habitación.

- Joder FitzSimmons, por fin – dijo Skye en voz alta tras oír el ruido de la puerta cerrándose en el interior del edificio. Los cuatro rieron. Ya era hora de que los dos científicos aclarasen sus sentimientos.


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