Capítulo 2

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- Aún no me creo que hayas sido tan tonto como para prender fuego a las cortinas con el láser de Trip – dijo Jemma riendo de vuelta a sus habitaciones.

Acababan de salir de su pequeña reunión improvisada en una de las habitaciones del motel. Las órdenes eran claras: recoger y ponerse en marcha. Después se dividirían, FitzSimmons por un lado, May y Skye por otro y Coulson iría con Trip. Era esencial que cada uno cumpliera su parte del plan.

- Ey, no seas mala Jemma, ha sido un accidente – se defendió Fitz, sujetando la puerta para que pasase ella primero.

- Gracias – dijo agradeciendo el caballeroso gesto – Pero tienes que admitir que ha sido gracioso.

- Vamos, olvídalo ya, por amor de Dios – se quejó él.

- ¿Y si no quiero? – le retó con una sonrisa.

- Pues si no quieres – dijo agarrándola de la cintura y atrayéndola hacia él – Tendré que hacer algo al respecto.

- Mmm, interesante – dijo mordiéndose el labio inferior al tiempo que rodeaba su cuello con los brazos - ¿Qué harías exactamente?

- Pues verás – dijo acercando su cara a milímetros de la suya – Yo-

- ¿Qué parte del "recoger rápido" de Coulson no habéis entendido, tortolitos? – preguntó Skye asomándose por la puerta, causando la repentina separación de ambos – Oh vamos, todos os vimos ayer, no hace falta que disimuléis.

Los dos científicos enrojecieron con el mero recuerdo de la escena de la noche anterior en la piscina.

- Lo dicho, - continuó Skye – Dejad los cariñitos para luego, FitzSimmons, tenéis un Bus que encontrar.

-.-

- Ward, por favor – suplicó Fitz de nuevo – No lo hagas, no le ayudes.

Garret yacía en el suelo, retorciéndose de dolor por el calambrazo que Fitz acababa de provocar con su pequeño artefacto. Dos matones les sujetaban a él y a Jemma, impidiéndoles cualquier clase de huida.

- Déjalo Fitz – le pidió Jemma, intentando tranquilizar a su compañero con la mirada – Es un traidor – añadió mirando con asco al especialista, que evitó su mirada

- Un traidor que os va a meter una bala en la cabeza – gruñó Garret con una mueca tratando de recomponerse. Se acercó a Jemma y le agarró la barbilla, haciendo que la mirase a la cara – Una pena, nunca es fácil deshacerse de una cara bonita.

- ¡No la toques! – gritó Fitz tratando de zafarse de los brazos de su captor. Éste le superaba en fuerza y con apenas un golpe lo derribó, haciéndole caer al suelo.

- ¡Fitz! – exclamó Jemma intentando sin éxito acercarse a su compañero, que se levantaba aturdido con un fino hilo de sangre descendiendo de su frente.

- Qué adorables – rio Garret – Qué triste que tengáis que morir estando tan enamorados - le dirigió una mirada a Ward, que observaba ausente la escena, mirando con una mezcla de compasión y tristeza a sus excompañeros – Ward, ocúpate de ellos – ordenó.

-.-

Era preciosa. La tenue luz que entraba por la pequeña ventana iluminaba su pálida piel haciéndola parecer de porcelana. La acarició con suavidad la mejilla, estaba helada. Estiró el brazo bueno hacia una de las cajas de primeros auxilios que había abierto para ver si encontraba algo de utilidad que pudiera sacarlos de allí y cogió una manta. Se la echó por encima, con cuidado para no despertarla. Ella murmuró algo en sueños y movió la mano a tientas, buscando la suya. Cuando la encontró la tomó con cariño y la atrajo hacia sí, llevándola tan cerca de su rostro que notaba en sus dedos el cosquilleo producido por la respiración irregular de ella.

Y de un modo u otro lo supo. Sacaría de allí a Jemma costase lo que costase. Incluso si le costaba la vida, era un precio que estaba dispuesto a pagar.

Como si supiera que estaba pensando en ella, Jemma abrió los ojos. Trató de incorporarse sin mucho éxito, pues estaba demasiado mareada por la caída y volvió a recostarse en las piernas de Fitz.

- Tranquila – dijo acariciándole el cabello intentando calmarla – No quería despertarte, parecías muy tranquila durmiendo.

- ¿Qué ha pasado? – preguntó sin estar muy segura de querer saber la respuesta.

Fitz le explicó todo, intentando mantener la calma y haciendo parecer todo mejor de lo que era en realidad. Para cuando terminó de hablar, ambos estaban sentados con la espalda apoyada en la pared, cogidos de la mano.

- ¿Vamos a morir? – preguntó con voz temblorosa tras un breve silencio.

- No, no vamos a morir – le aseguró apretando su mano. No iban a morir allí abajo. Al menos ella no.

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