Ella le agarraba de la mano y tiraba de él hacia arriba, con todas sus fuerzas mientras las últimas briznas de aire se escapan de sus pulmones. Vamos Fitz, no te sueltes, aguanta por favor. Estaba tan cerca de la superficie que podía ver la luz del sol a apenas unos metros de ella. Una brazada. Otra. Otra. Pero de pronto notó como sus dedos se deslizaban entre los suyos. Se había soltado.
- ¡Fitz no! – gritó, pero solo burbujas salieron de su boca mientras veía como él se hundía, a una velocidad vertiginosa, hacia la oscuridad absoluta.
Intentó volver a por él pero algo la empujaba hacia arriba. Tengo que volver, pensaba mientras luchaba contra fuerzas invisibles para alcanzarle. El aire se agotaba. No podía respirar, si no iba a la superficie moriría allí abajo.
- ¡FITZ! – gritó de nuevo con sus últimas fuerzas, mientras le perdía de vista en la profundidad del océano.
- Simmons, despierta – dijo una voz conocida sacudiendo sus hombros – Despierta, es solo un sueño.
Cuando abrió los ojos lo primero que vio fue la cara de preocupación de May apenas a unos centímetros de la suya. Miró a su alrededor, momentáneamente desorientada.
- ¿Estás bien? – preguntó la piloto sin separarse demasiado de ella – Estabas gritando. Estabas gritando su nombre.
Ella asintió, incapaz aun de articular palabra. Pasados unos segundos se relajó. Estaba allí. Él estaba allí, no se había ido, no la había abandonado. Se acercó a la cama y se apoyó con cuidado en el colchón, agachándose para darle un beso en la frente. Entrelazó sus dedos con los de él y cerró los ojos.
Solo había sido una pesadilla. Él seguía allí, aún estaba vivo. Conectado a cables y tubos que le mantenían con vida, pero vivo al fin de al cabo.
May observaba a la joven agente en silencio, frustrada por no poder hacer nada para aliviar su dolor. La chica que tenía en frente suyo era apenas un reflejo de la alegre y feliz Jemma Simmons a la que estaba acostumbrada a ver. El accidente la había destrozado, dejándola debilitada por el miedo a perder a Fitz. El hecho de que tan solo hacía dos días se habían confesado sus sentimientos no mejoraba nada la situación.
- ¿Qué día es hoy? – preguntó con la mirada perdida, tan bajito que a May le costó oírla.
- Jueves – respondió tras pensarlo un segundo. Habían sucedido tantas cosas los últimos días que era difícil saber en qué día vivían.
- Cuatro días – anunció con tristeza. Se acercó a la pequeña mesilla, cogió su cuaderno y se acercó a una de las pantallas que mostraban las constantes vitales de Fitz. En silencio, apuntó cada dato, cada número, tal y como llevaba haciendo los últimos cuatro días, con la esperanza de encontrar el más mínimo índice de mejora. Porque ella no se rendiría, no se rendiría jamás. Amaba a Fitz con todo su corazón y no iba a dejar que nada ni nadie se lo arrebatase.
- Simmons, ¿necesitas algo? – preguntó May pasados unos minutos, esperando poder ayudar en lo que fuera.
Jemma negó con la cabeza.
- Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? – dijo haciendo un último intento. Desde que volvieron, la bioquímica apenas había hablado con nadie. Se pasaba el día encerrada en aquella habitación, tomando apuntes y leyendo libros, tan solo descansando para acercase a la cama y acariciar o besar cariñosamente a su compañero.
- Solo quiero que vuelva – dijo al cabo de unos minutos, justo antes de que May se diera por vencida.
- Volverá – afirmó la piloto, acercándose con cautela a la cama y sentándose al lado de la joven científica.
Jemma acarició con suavidad la pálida mejilla de Fitz y se giró hacia May. Una brillante lágrima resbalaba por su mejilla. En los cuatro días que Fitz llevaba en coma, no había llorado ni una sola vez, no se había derrumbado, tenía que ser fuerte, por él. Pero la carga sobre sus hombros era demasiada. Amor. Odio. Culpa. Miedo.
- Tengo miedo, May – admitió intentando contenerse. – Tengo miedo de perderle.
Melinda May no tenía hijos, al menos no hijos biológicos, pero estaba segura que lo que sentía por sus jóvenes agentes, era muy parecido al instinto protector de una madre. Se acercó a Jemma y la abrazó con todo el cariño que fue capaz, tratando de tranquilizarla, de prometerla que todo iría bien. Jemma respondió al abrazo sin dudarlo un segundo, apoyó la cabeza en su hombro y lloró.
-.-
Eran casi las tres de la mañana y Jemma seguía sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la cama de Fitz, haciendo garabatos sin sentido en su cuaderno cuando un débil pitido la sacó de su ensimismamiento. Se puso en pie de un brinco y dirigió la mirada hacia la pequeña pantalla. Las constantes de Fitz estaban subiendo. Fitz estaba despertando. Una mezcla de euforia y terror paralizó su cuerpo por unos instantes.
- Fitz – susurró cuando pudo moverse. Se reclinó sobre él y sujetó su cara entre sus manos – Fitz, estoy aquí – dijo sin poder dejar de temblar.
Como quien despierta de un largo sueño, él abrió lentamente los ojos. Cuando Jemma vio sus ojos azules por primera vez en nueve días, rompió a llorar. Él la miró, confundido, tratando de incorporarse.
- J-jem-jemma – murmuró él a duras penas.
Ella asintió y le besó con suavidad en la frente. Luego le besó en una mejilla y después en la otra. A continuación besó su nariz y finalmente sus labios, tal y como había hecho nueve días atrás, antes de que él sacrificara su vida por ella.
- Nadie dijo que fuera a ser fácil, Jemma – dijo Trip intentando animarla.
- Pero nadie dijo que fuera a ser tan difícil – se quejó ella con tristeza.
- Dale tiempo, lo está pasando mal. Se siente diferente y eso le duele – explicó.
- ¿Crees que no lo sé, Trip? – preguntó cansada – Fitz es diferente ahora y se odia a sí mismo por ello. Pero a mí me da igual, no me importa. Sigue siendo Fitz y yo le quiero tanto como antes, incluso más. ¿Por qué él no puede verlo? ¿Por qué rehúye de mí?
- Porque te quiere – respondió Trip – Y no soporta la idea de que tú estés enamorada de una sombra de lo que él era antes. Por eso cada vez que está contigo intenta con todas sus fuerzas ser su antiguo yo, estar a la altura, por ti.
- ¿Has hablado con él? – preguntó, segura de la respuesta y dolida por ello. El hecho de que Fitz prefiriese hablar con Trip, o con cualquier otro miembro del equipo antes que con ella, la destrozaba por dentro.
Ya había pasado una semana desde que Fitz despertase del coma y aun no habían tenido una conversación seria sobre nada. Cada vez que empezaban a hablar era una tortura, él no podía acabar sus propias frases y a ella le costaba mucho no hacerlo por él. Cuando ella intentaba tener el mínimo gesto dulce con él, éste se apartaba, molesto, intentando evitar que ella viese como le temblaban las manos cada vez que ella se acercaba. No podían estar en una habitación solos más de cinco minutos seguidos sin que él saliera por la puerta, discretamente, con cualquier excusa.
- Saldrá de ésta – la animó – Ambos lo haréis.
- No puedo más Trip – confesó, sentándose en una de las sillas de la improvisada cocina de la base secreta – Me duele tanto verle así. Sus sonrisas, sus abrazos... le echo de menos. Y siento que cuando está conmigo, retrocede en vez de avanzar.
Trip se quedó en silencio. Era verdad que el joven ingeniero se ponía peor cada vez que hablaba con ella, pero solo porque intentaba ser el de antes por ella, y eso no era posible.
- ¿Sabes? Quizás deberías darte un tiempo – propuso – Desconectar.
- ¿Irme? ¡No! – exclamó – No puedo dejarle.
- Puede que os venga bien a los dos, Jemma. Fitz necesita tiempo para recuperarse, para aceptarse tal y como es ahora – hizo una pausa – Y tú, amiga mía, necesitas tiempo para asumir lo que ha pasado, un poco de tiempo para descansar de esta locura y recuperarte tú también.
Jemma estuvo horas dándole vueltas a la conversación con Trip y cuando fue a hablar con Coulson, éste le hizo una oferta que no esperaba para nada. Pero aceptó. Lo haría no solo por Fitz y por ella, sino también por SHIELD.
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Juntos
FanfictionCuando Hydra a puesto todo su mundo patas arriba sólo les queda apoyarse los unos en los otros. Antes de que sea demasiado tarde FitzSimmons se confiesan sus sentimientos en la piscina del pequeño motel y puede que eso cambie sus vidas para siempre.