15_Regla N°2: Nada de intentar huir

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17 de Septiembre de 1978, Denver, USA

[T/n]

Abrí los ojos al sentir alguien al lado mío. Me giré y vi a un niño con rizos dorados.

Era Griffin Stagg.

Fruncí el ceño y maldije internamente al raptor. ¿Ahora también le arruinaría la vida al pobre Griffin?

Suspiré pesadamente y volví a mi posición anterior, para seguir durmiendo.

Pero no duró mucho ya que mi nuevo compañero me sacudió varias veces.

—¡¿T/n?! ¡¿Estás viva?!
Me levanté y me senté —Sí... Desgraciadamente lo estoy.
—¿P-pero c-cómo él no te asesinó?
—No lo sé... –dejé esa frase en el aire y la puerta se abrió.
—Buenos días –estaba sosteniendo una bandeja con un plato mediano que tenía un omelette y dos latas de Pepsi.

Ninguno de los dos contestamos.

Griffin estaba muy asustado y yo le tenía mucha bronca.

—Disfruten –al no obtener una respuesta de nuestra parte, dejó la bandeja en el suelo y se fue.
—Primero tú –le dije señalando con la cabeza a la bandeja.
—Gracias –se puso de pie y trajo la bandeja hasta el colchón, donde la apoyó y tomó un tenedor, cortó un pedacito del omelette y lo metió en su boca.

El resto de las horas estuvimos en silencio.

No teníamos mucho para decir.

—Pensé que tendrían algo de hambre y justo preparé galletas de chocolate... Además les traje un poco de leche tibia con miel.
—Gracias –dije poniéndome disimuladamente delante de Griffin.
—Espero que les guste –como la última vez, dejó la bandeja en el suelo y se fue.
Griffin iba a agarrar una de esas, pero se detuvo y se quedó mirando la puerta —No le dejó el seguro.
Mi respiración se volvió irregular —N-no... E-es una trampa.
—¿Una trampa?
—S-sí... Él está ahí arriba esperándonos con un cinturón para golpearnos hasta que no podamos más. Y seguramente a mí ya no me perdonará ninguna travesura.
Asintió —¿Y si esperamos a que se quede dormido para salir? Quizás podamos escapar –se veía algo animado.
—No creo que sea una buena idea... –su rostró se apagó– Pero podemos intentar.
—Entonces esperemos un buen rato.

[Griffin]

Luego de esperar por —aproximadamente— dos horas, decidimos salir del sótano.

Subimos las escaleras intentando hacer el menor ruido posible.

Bien. Hasta ese momento no había pasado nada.

Llegamos a la cocina y ahí estaba el raptor dormido en su silla con un cinturón en la mano. Tal como T/n me había dicho.

Corriendo en puntitas fuimos hasta la puerta principal.

—Maldición, tiene un candado.
—Es... mi candado –ella se corrió y yo me dispuse a abrirlo. Puse la combinación y éste se abrió, pero el maldito perro comenzó a ladrar.

Tiré el candado, abrimos la puerta y salimos corriendo.

—¡¡¡Ayuda!!! ¡¡¡El raptor nos persigue!!! –gritamos al unísono mientras corríamos lo más rápido que podíamos.

Tomé su mano y doblamos en una esquina para tratar de perderlo de vista. Pero ese loco nos pisaba los talones.

T/n iba un paso detrás de mí.

Y el raptor la atrapó al bajar de su camioneta.

La tomó por la pierna derecha y se escuchó un crack.

Ella quiso gritar, pero él le tapó la boca. Sus ojos se aguaron y empezó a hiperventilar.

—Regresa aquí o le quiebro el cuello –me dijo en un tono amenazador.

La miré y ella negó con la cabeza desesperadamente, como queriendo decirme que me vaya, que ella no importaba.

Pero no lo pensé y regresé con ellos.

Ella fue mi primer amiga y la única persona que sí se preocupaba por mí.

...

Al despertarme, giré mi cabeza y ella aún seguía dormida.

Cerré los ojos y escuché que la puerta se abrió.

—Sí que fueron traviesos eh –volví a abrir los ojos y él estaba acercándose a nosotros–. Pero tú le ganas a ella. ¿Fue idea tuya escaparse mientras yo dormía?
Asentí alejándome —S-sí.
—Gracias a ti la dañé. ¿Entiendes? Ella tiene la pierna rota por culpa tuya –en menos de un segundo el raptor me había agarrado del brazo–. ¿Olvidé decirte la segunda regla? Nada de intentar huir, niño travieso.

Me puso un pañuelo en la boca y tardé un par de segundos en quedarme dormido.

[T/n]

Sentí una punzada en mi pierna derecha y solté un quejido.

Demonios, sí que dolía.

Intenté levantarme, pero una punzada más fuerte hizo que un par de lágrimas se escaparan.

Definitivamente ese hijo de p*ta me había fracturado un hueso.

Escuché el débil sonido de algo goteando, abrí los ojos con dificultad y busqué el lugar de dónde venía el goteo. Giré mi cabeza hacia donde estaba el teléfono y grité horrorizada.

Al instante unas intensas ganas de vomitar me llegaron.

Sentí que me desmayaría de la impresión.

Estaba ahí.

Colgado.

Desangrándose con un gran corte en el cuello.

Y sus ojos bien abiertos pero apagados.

El raptor lo asesinó mientras yo dormía.

Justo como hizo con Billy.

La puerta se abrió.

—Tienes suerte. Otra vez te salvaste, traviesa.
—¿Por qué no me matas de una vez? Te gusta verme sufrir, ¿no es así?
—No confundas las cosas, hi-... niña. Claro que no me gusta verte sufrir... Pero tú no cooperas para nada portándote así.
—¿Estás bromeando? ¿Algún día dirás algo coherente?
—¿A qué te refieres?
—Sólo dices estupideces. ¡Carajo! ¡Sólo... mátame! Ahórcame con mis tripas...
Sus ojos se aguaron —No digas eso...
—Rómpeme todos los huesos...
—T/n...
—Golpéame con ese maldito cinturón...
—Basta...
—Deja que tu perro me coma... No lo sé, pero acaba con mi vida.
—¡¡¡Cierra la boca!!! –su grito logró asustarme– ¡¡¡No vuelvas a decir esas cosas!!! ¡¿Me oíste?!

Me tragué un par de palabrotas y me limité a asentir.

Soltó un gruñido y cerró la puerta haciendo un gran estruendo.

Y volví a romperme.

No aguantaba más estar ahí encerrada viendo cómo esos niños morían por mi culpa.

Solamente quería morirme. No sufriría más si me moría.

¿Por qué mierda me había secuestrado? ¿Qué mierda quería ese maldito psicópata?

The Black Phone [Billy & Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora