2_Dulce como caramelo

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Su rostro no me era conocido.

Es decir, no podía decir que alguna vez la había visto en toda mi vida.

Aunque de haberlo hecho, no hubiese dudado en acercarme a hablarle.

Como sea, despegué mis ojos de la hermosa niña, porque seguramente parecía un tonto mirándola. Aunque eso era lo de menos si podía seguir admirándola...

Un camarero se me acercó —que se llamaba Aaron Smith— y le pedí lo que anteriormente había dicho. Terminó de anotar lo mío y dio un par de pasos para quedar frente a la desconocida y linda chica.

—Hola linda. ¿Puedo tomar tu orden?
Asintió —Quiero una hamburguesa con todo, unas papas grandes y una gaseosa grande también, por favor.
—Genial... ¿Algo más?
—No, gracias.
—Okay, regreso pronto.

Ella habló con un tono tan respestuoso que me sorprendió. Es decir, casi nadie hablaba así en este lugar... A menos de que mis sospechas fueran ciertas y ella se haya mudado hace poco.

—Hola.
Me miró extrañada —Hola. ¿Se te ofrece algo?
—De hecho sí... Tú te has mudado hace poco, ¿cierto?
Asintió haciendo una mueca —Sí, hace unas dos semanas, más o menos –contestó con cierta amargura en su voz.
—¡Bienvenida entonces! –sonreí.
—Gracias.
—Oh, cierto, ¿cuál es tu nombre?
—Mi nombre es T/n, y el tuyo es Billy ¿no?
Asentí con una sonrisa —Supongo que te hablaron de mí. Por cierto, tienes un nombre muy bonito.
—Si tú lo dices... De todos modos gracias... Y tu nombre también es lindo, al igual que tus ojos –dijo lo último casi susurrando, creo haber visto que un leve sonrojo se instaló en sus mejillas.
—¿C-crees q-que m-mis o-ojos s-son l-lindos? –¡oh, vamos! Nunca tartamudeé con ninguna chica y justo con ella debía hacerlo, ¡soy un genio!
—Ajá –dijo mirando por detrás de mi espalda–. Oh, ahí vienen nuestras órdenes.

Me volteé y sí, Aaron tenía dos bandejas con lo que habíamos pedido hace unos minutos. Dejó la comida frente a nosotros y me guiñó el ojo. Tardé unos segundos en comprender la indirecta, él no era ningún tonto eh, se había dado cuenta de lo que yo trataba de hacer: conseguir una relación con T/n.

{T/n}

Perfecto.

Hermoso.

Carismático.

Mmmh... ¿Ya dije “perfecto”?

Bueno, pues esos adjetivos describían al repartidor de diarios, más conocido como Billy.

Luego de almorzar en esa cafetería llamada “Silver Spoon”, él me invitó a pasar el rato en un parque cercano. Según las palabras de él: “Está lleno de flores y árboles... Te encantará”.

Bueno, no es mentira que casi no habrían flores debido a esta estúpida y congelante temporada, pero ya que la tarea que tenía era hacer amigos, con Billy podría cumplirla.

Caminamos alrededor de dos minutos y llegamos al dichoso parque, ahora con algo de nieve y lleno de personas. Okay, no habían taaantas personas, pero eran como unas cincuenta. Allí había, desde niños corriendo, hasta grupos de ancianos jugando al ajedrez en las mesas con tableros de este juego.

Él caminaba llevando a su bicicleta al costado, su hermosísimo perrito —Billy Jr., sí, un nombre muy original— iba delante de nosotros, moviendo su colita alegremente y yo admiraba los enormes árboles carentes de varias hojas con mis manos metidas en los bolsillos de mi abrigo.

—Están vendiendo chocolate caliente. ¿Quieres uno?
—Okay, espera que te doy el dinero –le iba a dar los 25 centavos, pero su cálida mano derecha me detuvo.
—Espera, yo invito.
—Gracias, pero déjame pagar.
—Mmmh, tómalo como un regalo de bienvenida –su sonrisa fue tan... no sé cómo decirlo... ¿dulce? ¿atractiva? ¿suficiente para conquistarme?
—Tú ganas esta vez... Pero la próxima pago yo –dije en un tono divertido.
—Siéntate en alguna banca si quieres... La fila es larga.

Y no mentía: mínimo unas veinte personas esperaban.

Asentí, tomé su bicicleta y pude divisar una banca de madera debajo de un árbol. Le señalé al rubio dónde estaríamos y caminé, seguida por Billy Jr.

Apoyé la bicicleta contra el tronco del árbol y me senté. El can se recostó junto a mis pies, transmitiéndome un poco de calor. Le hice un par de caricias en la cabeza y creo que a él le gustó, ya que se dejó acariciar sin problemas. Cada tanto, mi posible nuevo amigo y yo cruzábamos miradas. Cada vez que nos mirábamos, yo sonreía y él hacía unas muecas graciosas, logrando sacarme un par de carcajadas.

—Lamento la tardanza –me dijo una vez que pudo comprar las bebidas y se sentó a mi lado, entregándome un vaso descartable–. Espero que este rufián no te haya hecho enfadar.
Negué con la cabeza —Para nada, Billy Junior es un chico muy bien portado, es como un caramelo –tomé un sorbo del chocolate caliente.
—¿Caramelo? Tienes que verlo los días de escuela, se vuelve caprichoso y me hace renegar –negó con la cabeza y también tomó un sorbo de la bebida–. Y cuando llueve es mucho peor.
—¿De verdad? Parece un angelito.
—Lo es cuando le conviene. Pero si contigo se ha portado así, es que le caíste bien –sonrió mirando a su mascota.
Lo imité —¿Tú crees?
—Por supuesto, de otro modo te hubiese hecho enojar muchísimo –con su mano libre rascó cariñosamente detrás de las orejas a su peludo amigo.
Sonreí —Entonces supongo que hoy hice un nuevo amigo...
—En realidad, hiciste dos.

Giré mi cabeza hacia la derecha, quedando cerca del rostro de Billy, ya que también estaba mirándome.

Volví a mostrar una sonrisa, pero esta vez era una gran sonrisa, que pareció gustarle al rubio, porque él extendió la suya. Oh Dios, era una de las sonrisas más hermosas y atractivas que tuve la fortuna de presenciar.

Nos quedamos así solamente un minuto, que pareció una eternidad. Y es que podría pasarme el resto de mi vida mirando esa bella sonrisa.

—¿Somos amigos?
—Claro que sí. Bueno, al menos yo lo veo así. De veras me caes muy, muy, muy bien.

The Black Phone [Billy & Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora