IX. Devuélveme a mi chico

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- Y yo te amaré~ ¡TE AMARÉ POR SIEMPRE! – cantó gritando.

De nuevo estaba llorando en su habitación.

La música estaba al tope en su enorme radio estorbosa que más que música parecía soltar puras interferencias que está seguro le ocasionarán un gran dolor de cabeza al rato.

Pero no puede evitarlo, se siente herido, destrozado. Los días pasan y aunque su vieja le diga que el tiempo lo cura todo, parece empeorar.

No recuerda la última vez que se bañó, o que salió de esa habitación, las cucarachas deben estar de festín debajo de su cama, con ese pedazo de pastel que su viejita le trajo hace días.

“pa que no te me mueras de hambre hijo” le había dicho con una voz dulce después de verlo reducido a lamentos y llanto debajo de esas sábanas de florcitas que no lava desde hace meses.

Su madre es tan buena, tal vez si haya una razón para vivir después de todo.

- ¡¿CUÁNDO VAS A SALIR DE ESE CUARTO MOCOSO DE MIERDA?!

Bueno, tal vez no.

- PONTE A TRABAJAR DE UNA VEZ Y ASÍ APORTAS EN LA CASA INÚTIL – gritó la vieja desde fuera – Pero tenía que salir igualito a su padre – renegó.

Volvió a retorcerse en la cama, no sabe cuanto tiempo pasó desde que se encerró en su cuarto.

Justo después de enterarse que su hermoso, precioso y querido Kento aceptó al pituco cara larga ese.

-Levántate – dijo un pelinegro abriendo de golpe la puerta, llevaba ya días esperando pacientemente a que su mejor amigo saliera de ese cuarto y dejara de escuchar cumbias tristes.

No lo iba a seguir tolerando.

Ni siquiera vino al fulbito de los viernes y no volverá a perder contra el marica de Naoya.

- Han pasado días Satoru – dijo jalando las sábanas, frunciendo la nariz por el olor.

- Déjame morir~ - jadeó cansado, de nuevo el albino se revolcó en sus sábanas, sin levantar ni la cabeza.

- No puedes alargar tu berrinche – cruzó los brazos – hoy es viernes y hay fulbito en el parque, eres el mejor delantero que tenemos – “y el único” pensó – no puedes fallarnos de nuevo.

El albino solo volvió a jadear en su cama.

- Es todo – tomó una pierna en cada mano y lo empujó hacia fuera de la cama, haciendo que se caiga con un ruido tosco.

- AUCH

- Te dije que te movieras – no paró hasta llegar a la puerta.

- ¡Está bien! Prometo ir hoy en la noche – se resignó frotándose el trasero, el lugar más afectado de su caída.

- Más te vale.

Y tal como lo prometió, se apareció a las 6 en el parque de siempre, ese que tiene un gran espacio como “cancha” y las posiciones mal pintadas en el piso, pero al menos había piso.

Sin embargo, Geto terminó concluyendo que fue una mala idea, pues Satoru seguía sin bañarse y apenas y corría. Si no fuera por el arquero de mierda que tenían, habría dicho que perdieron gracias a Satoru.

- CONCHATUMARE OJITOS, QUE NO VES QUE TE ESTOY PASANDO LA PELOTA – terminó por explotar Shoko al verlo distraído y ver la pelota que pateó ir directamente a los pies de Toji - ¿Estás ciego o qué? – se acercó amenazadoramente.

De inmediato Geto se acercó para calmarlos, pero se detuvo al ver como su amigo en vez de corresponder con sus usuales insultos, solo se quedó viendo a un lado específico fuera de la cancha.

Siguió su mirada y vio a lo lejos al conocido Nanami Kento caminando de la mano con su nuevo novio, Higuruma Hiromi.

Mal momento.

- Voy a matar a ese hijo de puta – antes de que el albino empezara a correr, parece que Shoko vio lo mismo que Geto, pues lo detuvo sosteniendo su torso.

Geto se acercó casi corriendo a ayudar a la chica, mientras todos los veían confundidos.

- Voy a vengarme de ese marica – dijo cuando vio a su mejor amigo acercarse – voy a llenarle el cuello de polvos pica pica.

El pelinegro solo asintió dándole la razón, como si fuera un niño – si, lo que digas – puso su brazo en sus hombros y trató de guiarlo fuera del parque – te ayudaré no te preocupes, ahora vamos a casa, ya son las diez, la seño Gojo ha de estar preocupada.

- No no no no – repitió zafándose del agarre – voy a ir con ese ahorita.

Ignoró los abucheos de sus amigos en el partido y caminó hacia donde se dirigía la pareja. Geto suspiró cansado, pero de todas formas lo siguió.

Llegaron al parque de la otra cuadra, una un poco más conservada pero igual de mala muerte como acostumbran en el barrio.

Gojo vio claramente ocultado detrás de un árbol como Hiromi se quitaba su jersey amarillo chillón y se lo daba a Nanami, quien estaba sentado en uno de los asientos al costado de la cancha que sí tenía un arco, hecho de tubos oxidados.

El rubio veía como jugaba ahí sentado, aplaudiendo de vez en cuando, Satoru estaba seguro que si él tuviera una personalidad más escandalosa, estaría gritando y haciendo porras, como toda novia de futbolista sin cerebro.

Cuando se levantó a alcanzarle agua el peliblanco aprovechó para tomar el jersey, Geto solo se quedó atrás rezando a Diosito para que nadie lo viera, y funcionó.

Ambos corrieron hacia su parque riendo fuerte, tanto que todos los que estaban jugando voltearon a verlos extrañados, Nanami solo ladeó la cabeza confundido, especialmente porque llevaban casi volando el jersey.

- ¿Qué vas a hacer con eso? – preguntó Geto recuperando el aliento.

- Ya vas a ver.

Gojo tiró la prenda en la tierra y sacó una cajeta de fósforos de su bolsillo.

- ¿De dónde sacaste eso? – preguntó el pelinegro mirando a todos lados, preocupado.

- No seas marica, lo traje porque Shoko dijo que íbamos a fumar al rato – le dio un zape en la cabeza – mira.

Prendió el cerillo con un par de intentos y lo tiró sobre el jersey.

-nEstás huevón – se rio el pelinegro.

Satoru se rio también.

Al día siguiente Kento y Hiromi aparecieron igual, esta vez el pelinegro tenía un jersey azul y se cambió de uno todos los días, haciendo enojar al albino.

- Oye… - trató de calmarlo Geto.

- Y me falta destrozarle el coche – dijo con rabia – me tienes que acompañar esta noche.

Tanto se enfocó en maldecir a quien consideraba su némesis que no se dio cuenta que ahora caminaba solo, de pronto sintió un piquete en su hombro.

- ¿Satoru? – la melodiosa y agradable voz de su rubio la sintió justo detrás de su oreja, saltó del susto completamente sonrojado.

- ¿Ke-kento? – se volteó extrañado.

- Ah… - se sentó a su costado dudoso, el albino empezó a temblar – hace un tiempo que no hablamos.

- Lo sé – respondió Satoru despertando de su trance por tener al rubio tan cerca de su rostro – es solo que ahora estás más ocupado – mencionó con amargura.

- Papá ha tratado de entretenerme últimamente, ya sabes, con eso de que no puedo volver a hablar con “chicos de barrio” – dijo haciendo las comas con sus dedos.

Satoru sonrió, eso significa que todavía no se ha rendido con él, puede que sus padres lo odien, y que en su mundo de pituquitos no encaje, pero si Kento lo acepta… está dispuesto a aceptar todo eso.

Con la confianza restaurada en sí mismo, Satoru se puso en marcha de nuevo, coqueteando – Bebé – las mejillas del rubio se sonrojaron - ¿No quieres salir el vier…

- ¡Kento!

La molesta voz de Hiromi se escuchó cerca de su banco, de inmediato su humor volvió a ser tan malo como el de toda la semana, tanto fue su disgusto que hasta creyó ver una mueca de decepción en su hermoso rubio.

-Tengo que irme – se disculpó mientras limpiaba sus pantalones – nos vemos luego Satoru – se despidió con una sonrisa.

El albino sonrió de la misma forma y le correspondió despidiéndose con su mano.

Definitivamente iba a cumplir vengarse de ese pelinegro que de nuevo lo alejaba del amor de su vida.

Más tarde, casi a media noche Gojo salía de su casa a escondidas, saliendo por la ventana de su cocina, sin que su mamá se dé cuenta.

Tenía puesta una casaca de cuero, sintético por supuesto, y llevaba un fierro que sacó de el cuarto que en su casa usaban como depósito.

En la esquina se encontró con su amigo, quien, por el sueño, apenas se mantenía parado.

Tenía puesto una camiseta mostaza con un par de huecos en la parte de abajo, un short verde en las mismas condiciones, se frotaba un ojo con su puño y su cabello largo desenredado apenas se mantenía lejos de su rostro.

- ¿Realmente vamos a ir? – preguntó con sueño.

- ¿No me ves? – aseguró Satoru, su amigo solo le dedicó una mala mirada – mejor coge una rama del suelo o algo, tenemos que ir caminando a Miraflores – empezó la caminata.

- ¿Caminando? – se quejó mientras lo seguía.

- No hay bus a esta hora huevón – le explicó – además no voy a pagar casi 80 soles por el taxi.

Llegaron a la casa del rubio, donde se hospedaba momentáneamente Hiromi (por ser “amigo de la familia”), burlando al de seguridad en la entrada del condominio.

Para su suerte, el lindo Ford fiesta del pelinegro estaba en la entrada, Satoru se había olvidado de que podía estar guardado en su enorme garaje – Esto si es suerte.

- ¿Ni siquiera estabas seguro de si estaba afuera el coche? – lo miró molesto Geto.

- Pero si está y ya no te quejes, mejor ayúdame a sacarle los espejos – en lo que Geto asimilaba lo que dijo, Satoru tomó uno de los espejos con sus manos y los jaló, sin éxito.

La escena fue tan cómica que Geto no pudo evitar reírse a carcajadas, por el ruido Satoru intentó mirarlo, pero se cayó de espalda, solo logrando que el otro se riera aún más fuerte.

- Ya cállate – Satoru se paró rápidamente, cogió el fierro que antes había dejado en el suelo, y caminó con paso agigantado hacia su amigo, resulta que su preciada casaca de su cuero se atoró en el espejo a medio romper y por la rapidez lo tiró hacia atrás, haciendo que el fierro estampara con el capó.

Un ruido estruendoso se escuchó por toda la no transcurrida calle llena de árboles perfectamente podados.

Geto y Satoru se quedaron estáticos viendo la enorme abolladura en el auto, sin saber que hacer.

- Sa-satoru – el pelinegro tomó el brazo de su amigo nervioso - ¿Hay que correr?

- No-no… - dijo Satoru, no sabe si es por los nervios o por otra cosa, pero le llegó una risa histérica, Geto al verle no pudo evitar reír con la misma fuerza.

Sin esperar más sacó de su bolsillo la crema en lata y empezó a llenar el carro de este, Gojo siguió golpeando como pudo en carro, pero por su inexistente fuerza no pudo hacerle más daño del que se había hecho la primera vez con el tropezón.

No se dieron cuenta si hacían mucho ruido hasta que las luces de la enorme casa se empezaron a encender.

- ¡Mi bebé! ¡Mi carro! – el pelinegro que tanto odiaba salió gritando de la casa, solo con calzoncillos.

Satoru y Geto detuvieron las risas de inmediato, pero cuando se dieron cuenta que era Hiromi, no pudieron evitar retorcerse de la risa por su apariencia.

- ¿¡Qué hacen?! – gritó.

Por el grito, de la casa también salió el rubio de su corazón, con una pijama de seda que le quedaba de maravilla, y Satoru se hubiera quedado mirando si no fuera por el señor Nanami que también salió alarmado, con su esposa detrás.

- ¡¿Qué está pasando aquí?! – gritó el mayor.

- ¿Satoru? – preguntó Kento con una voz adormilada, intentó acercarse corriendo a él pero la mano de su padre en su antebrazo lo detuvo.

- Kento yo… - trató de explicarse inútilmente.

- ¡Mi carro! – el pelinegro ahora lloriqueaba frente al automóvil.

- ¡Oh my! – gritó su suegrita con su cabello teñido de un rubio escandaloso – Amor tenemos que llamar a la policía – gritó dejándose caer frente a su esposo, este la tomó en brazos, haciendo que Kento se soltara de su agarre y corriera hacia el albino.

- ¡Corran! ¡Váyanse ya! – les dijo a los intrusos empujándolos suavemente, Geto miró una vez a su amigo y después de asentir, salió corriendo.

Satoru antes de seguirlo tomó la muñeca del rubio y corrió también – Esper… - antes de que el otro pudiera terminar de hablar ya estaba corriendo por toda la calle, escuchando en el fondo el lloriqueo de Hiromi, los gritos agudos de su madre y los reclamos de su padre.

Llegaron a un parque del lugar y se detuvieron respirando fuertemente, Kento a duras penas se podía mantener parado, mientras que los otros dos por su constante práctica de fulbito estaban tal vez un poco mejor.

- Kento... lo siento… yo… - trató de hablar el albino, pero aún no había recuperado el aliento.

- Está bien… - lo calmó.

- Yo mejor te espero en la esquina – se despidió Geto al ver que estaba sobrando.

Cuando ambos estuvieron completamente solos, Kento acertó en sentarse en uno de los bancos limpios del parque, totalmente diferente a los ambientes que hay por el barrio de Satoru.

De repente se sintió mal.

- ¿Qué fue eso? – preguntó el rubio después de quedarse callado por un momento.

- Kento… - decidió decirle todo, era ahora
o nunca, y definitivamente quería verlo de nuevo – no soporto ver como ese tipo te maneja.

- ¿Me maneja? – interrumpió.

- Si, es que… yo se que es tu novio y todo pero…

- Espera, ¿Novio? ¿De qué estás hablando? – preguntó alarmado, Satoru volteó a verlo sin una pizca de gracia en su rostro – Tú… ¿Crees que Hiromi es mi novio?

El albino lo miró sin decir nada.

De inmediato Kento estalló en carcajadas, sin poder contenerse – Pero ¿Qué te hace pensar eso?

¿No era verdad? Satoru se quedó en blanco – Es que… esta semana solo te la pasas con él y ya ni siquiera viniste al partido… a-además te llevaba del brazo.

- Si, pero es porque no es de acá – trató de justificarse – papá insistió en que no lo dejara solo, y después de enterarse del partido del otro día quiso ir a conocer gente, no pude negarme – le explicó con una sonrisa calmada.

- Entonces… ¿No es tu novio? – quiso confirmar, con la voz llena de esperanza.

- Hiromi es tan mi novio como lo eres tú de Miwa.

Satoru mostró una sonrisa tan grande que no pudo evitar abrazar al rubio por la emoción.

Poco después se dio cuenta de su arrebato y se soltó avergonzado, con el sonrojo hasta en la nuca, ni siquiera se dio cuenta que su acompañante estaba igual.

- Debo volver – mencionó el rubio después de que el albino se separara, cortando la tensión – papá me matará si me quedo un rato más fuera de casa tan noche.

- Te acompaño.

- No – se apresuró a decir – mi papá…

- No te preocupes, puedo con eso, además, se va tener que ir acostumbrando a mi presencia alrededor de su hijo – Kento sonrió complacido y dejó que lo acompañara.

Satoru no ocultó su emoción al ver al rubio poner otra expresión que no sea la estoica de siempre.

Llegaron a la puerta de su casa donde se metía un Hiromi dañado emocionalmente y donde su padre todavía lo esperaba junto a su madre.

- ¡Kento, ven aquí! – exclamó su padre encolerizado, el rubio no hizo otra que hacer caso con la cabeza gacha mientras su padre se quitaba su propia bata y la ponía sobre sus hombros - ¡Y tú no vuelvas a aparecer por aquí si no quieres que esta vez si llame a la policía!

- No se preocupe señ…

- ¡AAAAHHHGG!

Antes de que pudiera terminar su oración, se escuchó un grito desde adentro, definitivamente ese era Hiromi probándose su nuevo jersey.

- ¡PICA! ¡PICA! ¡Llamen al 911!

-El señor Nanami entró corriendo asustado, Satoru se escondió en sus hombros esperando una reacción no tan negativa de parte del rubio que seguía en la puerta.
Más este se rio con la carcajada más hermosa que Satoru ha escuchado antes, se quedó embobado mirándolo antes de que este hablara.

- Entonces, ¿El viernes?

ABSURDO [Nanago/oneshots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora