La leyenda cuenta sobre un antiguo guardián, un ser encargado de cuidar el bosque sagrado de los Dioses. Éste guardian se ha encargado de vigilar y proteger el bosque de aquellas almas impuras, almas corrompidas de entrar a ese bosque. Aquellas pers...
“¿Escuchaste aullar los lobos, a la luna azul? ó ¿Has visto a un lince sonreír?”
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— . . . ¿Quacks?—.
El mencionado paró en secó, voltea lentamente para observar a la persona que tanto amor y aprecio le a guardado. El miedo se refleja en su mirada, se levanta lentamente de su lugar, para después dar lentamente 2 pasos para atrás.
— ¿Quackity? — pregunta de nuevo, ahora su contrario muestra una mirada de desesperación, y nota cómo unas lágrimas traicioneras bajan por su piel.
— ¡Te dije que no te metieras es esto! — Grita conteniendo el llanto, toma el impulso, desapareciendo entre los árboles, queriendo escapar de aquella situación.
El castaño no sabía que hacer, sus emociones estaban desbordando, más su corazón no seguía a la mente, éste sigue latiendo por aquel emplumado de fuertes sentimientos.
Se dispone a encontrar al azabache, hoy juró que le confesaría su amor, y así será.
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Hace un tiempo que lleva buscando al emplumado, ha recorrido un poco más de la mitad de lo que conoce del bosque, el único lugar que no ha revisado es aquel lago con patos, conectado a lo que es la entrada al páramo.
Llegando al lago empezó a buscar con la mirada al ser que robo su corazón sin siquiera intentar, más no podía verla, empieza a moverse con sentido al siguiente océano de árboles, un lugar que aún no ha explorado, mientras más se acerca, llega a su campo de visión una mancha amarilla
Se acerca sigilosamente, aunque probablemente el guardián ya sepa de su presencia, no quiere que se altere aún más, una vez debajo de la rama en la que está situada el emplumado, toma valentía y decide hablarle.
— ¿Quacks?¿Estás bien? — "Que idiota eres Luzu, claro que no está bien" piensa para si mismo.
Quackity sin embargo se encerró más en su cueva de alas. Al castaño se le ocurrió una idea, toma cuidadosamente de la canasta aquella corona creada especialmente para él. Trepó el árbol hasta llegar a la altura del azabache, con cuidado de no estropear su regalo, coloca suavemente aquellas flores sobre la cabeza del guardián, el cuál se tensó repentinamente al sentir aquellas manos colocando algo sobre de él.
