Capítulo 10: Penumbras de Guerra

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Maud

Ira e impotencia hinchando sus músculos, reventando sus cuerdas vocales.
Solo ahora noto cuánto me hacía falta ver algo de empatía en él. Sin respuestas mecanizadas o cabios de humor. Finalmente ha sentido algo real de vuelta. Por primera vez desde que esta locura comenzó, Glenn muestra una pincelada de emoción que no sea burla.

El bastardo que inició esta pesadilla yace de pie frente a mí de brazos rendidos y ojos empantanados, tras gritar a los cuatro vientos lo que tan desesperadamente necesitaba escuchar.

No he hecho nada mal.

¿Por qué era tan importante escucharlo de alguien más? ¿Mi mente va a creerlo de otra boca y no de la mía? ¿Realmente eso se llevará la culpa? ¿O es solo la satisfacción de verle a él así de afectado? ¿Realmente qué quería al intentar tirar abajo su puerta? ¿Explicaciones? ¿O, algo más? Algo como esto...

Ahora mismo no quiero quemar sus odiosos pantalones a rayas, ni su estúpido tatuaje, o esa ridícula argolla dorada que atraviesa su nariz. Respiro profundo y presiono el cristal que guardo dentro del bolsillo izquierdo de mi camisón blanco. Entierro los dedos de mis pies en la tierra mojada y respiro. No quiero hacerlo...

Una flama verdosa estalla cegándolo todo, no encuentro con qué comparar el nivel abrumador con el cual logra reventar mis ojos.
Solo sé que dos segundos después no puedo ver nada, ni siquiera el brillo de su piercing septum. La boca me sabe a metal y la tierra suelta bajo mis talones los adormece ¿Qué está pasando?

Respiro a ciegas el olor a lluvia. La oscuridad me absorbe, me disuelve como terrón de azúcar en té hirviendo. Lo escucho respirar, aún de pie frente a mí. Escucho a su corazón bombear sangre espesa a lo largo del pecho tatuado.

Un extraño alivio comienza a enredarse alrededor de mis piernas como esas plantas se aferran a las estatuas del jardín.

Todos estos años he vivido dominada por mis miedos. Por el pánico a ser rechazada, a ser considerada un bicho raro. A ser diferente. Era y no era yo, estaba dormida.
Desperté para verme viviendo una vida que no quería vivir, rodeada de cosas que no me gustaban. Sin poder opinar, ni poder decidir.
Entonces tomé el control y me abrumé por el caos alrededor. La necesidad de poner todo en orden, de poner mi vida en su sitio.

Desde que todo esto comenzó, siento algo muy parecido a lo que debe sentirse la paz.

Toda la ansiedad que llevaba a rastras cae sobre mí con rabia. La noche me empuja hacia abajo por los hombros. Mis piernas flaquean, colapsan y las rodillas caen por gravedad contra el suelo.

Cansancio genuino a ciegas me entierra entre hierbas puntiagudas y picantes. Puedo sentir a Glenn de pie frente a mí como un ángel de piedra más, o quizás un demonio.

---Cuéntamelo todo. ---Suplico---

La penumbra engulle mis palabras, mi voz se pierde en el aire húmedo. Él no dice nada de vuelta ¿Habrá escuchado siquiera? Está comenzando a desesperarme no ver más que negro.

--- Te diré la verdad. No lo olvides.

Su estirpe desciende de las alturas cual búho gigante, rey del cielo nocturno, y se posa a mi lado. El olor a pino y madera recién cortada es embriagadoramente intenso. Mis pulmones lo quieren dentro de sí con tanta necesidad que arde no respirar profundo. Puedo sentir el calor que desprende su cuerpo a escasos centímetros del mío. Rompe el silencio esa voz varonil y profunda tan familiar; esa que me ha consolado, burlado, explicado, gritado tantas cosas en tan poco tiempo juntos.

---Vivíamos en la miseria,---Comienza--- nuestra especie, digo. A merced de la putrefacción humana y sus males. Corrupción, proxenetismo, insalubridad, pobreza extrema... Nuestra gente con facilidad pasaba la mayor parte de sus vidas trabajando para ellos, cultivando sus tierras con nuestros dones, sin ver un centavo del esfuerzo.

Soy una bruja [En Progreso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora