Capítulo Ⅷ

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La noche parece ser más oscura y más fría en esa ocasión. El peso de la mochila en su hombro era un recordatorio de porque se encontraba caminando por esa zona del pueblo.

San mantenía su rostro hacía abajo, lo menos que quería era ser llamativo y atraer a alguien. Mordió con fuerza su labio sintiendo el instante golpeteo de su corazón en su pecho.

Estaba nervioso, no podía negarlo. En esa situación cualquier cosa podía ir mal y eso definitivamente no era lo que quería. Menos teniendo a WooYoung y a la Sra. Jung en el hospital.

San negó para sí mismo, ahora no podía preocuparse por ellos, al menos no cuando su propia vida dependía de la mochila en su espalda.

SeJun, el niño que había encontrado antes en el callejón, le dijo que se iba a quedar a esperarlo. No sabía si lo que decía era verdad, pero internamente estaría agradecido por eso.

Dió un vistazo al rededor y notó que las casas eran cada vez más pequeñas y tenían una separación entre ellas. Trató de tragar pero fue difícil con el nudo en su garganta, sus manos se agarraron fuertemente a las correas de la mochila, en un intento de calmar el temblor en ellas. Según las indicaciones de SeJun, ya estaba casi cerca del lugar dónde estaban esperando al chico.

Dió una última vuelta, y tragó saliva al ver la casa al final. Había cuatro hombres afuera, fumando y riendo entre ellos.

Dió un vistazo hacía los lados, fijándose en qué nadie lo viera, y comenzó a caminar hacía ellos. Sus pasos resonaron en la vacía calle llamando la atención de los hombres. Sus risas cesaron inmediatamente y se pusieron de pie.

San se detuvo un segundo, sudor frío cubriendo su cuerpo. Se obligó a sí mismo a avanzar y no mostrarse tan nervioso como se sentía. Cuando estuvo cerca, vió a detalles sus rostros burlones y soberbios. El irritante olor del humo de los cigarrillos hizo a sus ojos lagrimear.

Se removió debajo de la insistente mirada de los adultos.

Se quitó la mochila lentamente y se las mostró. Sus rostros no cambiaron ni hicieron ningún gesto de reconocer el bolso, y eso no ayudó para calmar su nerviosismo. Tragó saliva y abrió la boca para hablar, sin embargo, el hombre que estaba más cercano a la puerta, la abrió y le señaló el interior.

San miró el interior unos segundos antes de volver a ver al hombre. Este le sonreía con burla.

-¿Qué esperas ahí, niño? Entra ya.

Los demás se volvieron a sentar y continuaron sus conversaciones. Pero San se dió cuenta que ellos lo estaban vigilando, exponiendo discretamente el arma en sus cinturones. Avanzó lentamente, tratando de no llamar su atención más de lo necesario.

El interior de la casa no era muy diferente al exterior. Hombres aterradores en cada esquina, cigarrillos en sus manos y botellas regadas. Rodeaban a uno en particular, un hombre joven, al menos lo suficiente como para tener únicamente tres canas en todo su cabello. Lo único en su mano era un vasito con cerveza. Todo en él era autoridad y arrogancia.

Una mano cayó en su hombro, sobresaltándolo. Un coro de risas discretas se hizo escuchar, y San sintió vergüenza, quitándose bruscamente del agarre en su hombro. El tipo que le había abierto la puerta le sonrió a su lado y lo empujó hacia el que parecía ser el jefe, quién ya tenía sus ojos en él.

Ojos fríos y aburridos, una persona acostumbrada a tener el control y hacer ejercer sobre ella. San tragó saliva y se acercó, ignorando a todos los demás.

- Señor... -. Era una suerte que su voz no temblara. - Vengo a traerle ésto.

El mayor alzó la ceja suspicaz al ver la mochila en sus manos. Pero no hizo ademán de tomarla, sino el que estaba a un lado de él le quitó la mochila de sus manos y la abrió, quedó unos segundos viendo el interior antes de vaciar el contenido en una mesa cercana al jefe.

𝐒𝐀𝐕𝐄 𝐔𝐒 {𝚆𝚘𝚘𝚂𝚊𝚗𝙷𝚠𝚊}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora