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Killua a pesar de ser una persona reservada mantenía en su interior un lado apasionado que solamente logró mostrarle a su ahora pareja y mejor amigo. Admitir en voz alta que adoraba los besos le parecía algo imposible, primero se encerraría bajo un sótano sin posibilidades de tener contacto con la humanidad.
Quizás estaba exagerando un poquito. Pero es que su orgullo y vergüenza a veces le superaban haciendo que entrara en un estado de pánico. Se erizaba tal cual un gato, hasta trepaba para esconderse en las esquinas de cualquier habitación.
Debía tener más confianza desde que intimaron la primera vez, ya que se repitió los siguientes días con mucho fervor. Gon lo tentaba demasiado, aunque no sabía si era con esas intenciones ya que salía de manera tan descarada que lo dejaba en un bucle de pensamiento eterno de dudas y dudas.
En aquella ocasión que ambos regresaron al apartamento cansados, no fue impedimento para compartir en su amada intimidad. Vieron películas y charlaron por un buen rato sobre lo ocurrido en el día.
Entonces pasó nuevamente. Gon se acomodó muy cerca del albino quien sintió su corazón palpitar muy rápido. La mejilla morena se sobaba con cariño contra la pálida.
La cercanía lo estaba volviendo loco. Aunque sus brazos sostenían la cintura contraria daba leves apretones de vez en cuando para buscar mantener la cordura, pero se fue al carajo al momento que los ojitos brillantes de su amado le vieron con cariño junto con una sonrisa.
No dijo nada. No era capaz de hacerlo. Los cortos segundos que estuvieron alejados desaparecieron con el roce de sus labios, que se acariciaban lentamente como si se tratara de su primer beso. Degustándose, quedando maravillados por el sabor adictivo del otro.
El azabache ante esto se emocionó y buscó aferrarse como un koala al cuello contrario cuando comenzó el acto de afecto con lentitud. Sonaba levemente sus labios cuando se separaban y volvían a unirse con hambre de más.
El calor hizo acto de presencia entre los dos.
Cuando Killua se acercó en busca de estar pegado con el cuerpo que tenía ahora debajo de él, las piernas de Gon ya estaban abiertas de lado a lado para permitirlo.
Se estremecieron al sentir las lenguas despertar dando una danza exquisita. El cabello blanco era constantemente apretado para que no se alejara. Y es que se sentía cada vez mejor mientras que no se apartara ni un centímetro.
Al momento de separarse con lentitud el amante de la naturaleza se removió en su lugar con un gesto de súplica.
Tomaron algo de aire pegando su frente con la contraria cerrando los ojos por un instante.
—Quiero que me vuelvas a besar. —pidió con un tono infantil.
Sonrió escuchando su petición. Dejando un par de besos en las mejillas sonrojadas.
Puede que ser el que no lo mencione en voz alta que adoraba los mimos y que lo hiciera Gon en su lugar no fuera mala idea después de todo.
Eso fue el comienzo de una agradable noche.
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