Capítulo 31

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–No.

–¿Y por qué no?

Armando soltó un suspiro viendo con cierta desconfianza a Mario y a los dos platos de desayuno sobre el comedor que Mario había, según él, preparado.

–Porque yo jamás le he probado un plato suyo y mucho menos lo he visto cocinar– resopló –Y alimaña, de verdad, no me quiero indigestar por culpa suya.

Mario miró a la mesa de nuevo y sonrió.

–¿De verdad me va a desprestigiar a mi un desayuno? Mire que me levante muy temprano para hacerlo– ladeó la cabeza y se rio picaron.

Para Armando, despertar de nuevo en la habitación de Mario era algo que le estaba comenzando a agradar mucho, sí, mucho. Y podía arriesgarse de nuevo a hacerlo si se trataba de Mario.

Pero otra cosa muy distinta era probarle la comida a Calderón, cosa que jamás había hecho.

Armando lo miró con una mueca a un Mario que lo miraba ofendido.

—Usted me llega a desprestigiar el desayuno y de verdad, me ofendo con usted– lo señalo y negó con la cabeza simulando decepción.

Armando resopló. –Creo que puedo vivir con eso.– Mario abrió más los ojos a punto de replicar pero él lo detuvo. —¡Ya, ya! ¡Está bien! Pero si me llego a enfermar es por su culpa.

Mario sonrió con suficiencia y asintió, viendo a Armando sentarse en la mesa y él se sentó al igual a su lado.

Comió el primer bocado sin darle muchas vueltas al asunto, ante los atentos ojos de Mario que no hacía más que mirarlo. Estaba... bueno, sorprendentemente bueno.

Alzó ligeramente las cejas en señal de sorpresa y siguió con su desayuno, un par de minutos después al sentir aún la mirada de Mario sobre él. Decidió levantar la vista.

Y Mario solo lo mirada con un puño sobre su mentón sin tocar su plato.

Armando tragó fuerte. –¿por qué me mira tanto?

Mario negó levemente con la cabeza. –Ah, por nada en especial. Porque me gusta verlo.– se encogió de hombros, inocentemente

Armando carraspeó, para disimular la sonrisa nerviosa que le sacó. ¿Que se supone que tenía que decir a eso?

–Coma– le dijo con su vista de vuelta en el plato.

–Claro, señor.– refutó ahora si para comenzar a comer.

La verdad era que, para Mario también era muy extraño las cosas que estaba haciendo, aunque no pareciese. Despertar con alguien a su lado, no querer moverse después de eso, y mucho menos, jamás se imagino prepararle el desayuno a alguien. Pero estaba haciendo todas esas cosas para Armando, la excepción.

Sí, definitivamente se estaba volviendo a probar que Armando era la excepción de Mario para muchas cosas.

Después de unos minutos, ya estaban terminando y Armando decidió romper el silencio.

–Sale conmigo para la oficina ¿no?

Mario negó. –No, no puedo. Quede con unos clientes que querían ver los puntos de venta, después de la colección, desde temprano. Así que yo estaría llegando a Ecomoda, no sé, ¿seis de la tarde, tal vez?

Armando asintió con la cabeza a medida que lo escuchaba. Claro, entonces él llegaría solo a la oficina.

–Ya.– y con eso se levantó de la mesa con su plato terminado, para llevarlo a la cocina.

El tono en el que lo dijo, un tanto decepcionado le sacó una sonrisa a Mario. Terminó sus últimos bocados y se apresuró a levantarse y ir donde Armando.

Simplemente amigos |ArMario|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora