Capítulo 20

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Roberto llamó a Beatriz esa mañana.

Luego de que le pidiera a Armando el número de la casa de Betty, él mismo se encargó de hablar con ella y citarla a la empresa ese día. A nadie le gusto esa noticia, excepto a Armando que en lugar de sentir molestia por eso, sentía otra sensación que era de nostalgia.

Comenzaron a pensar que al Betty no tener idea del porqué había sido citada a la empresa, ella al final no les terminaría colaborando, no después de recordar la manera en la que fue echada de Ecomoda.

–No van a pretender ahora que la sacáramos con una fiesta– justificó Daniel Valencia a toda la justa directiva con Roberto en la cabecera –Esa mujer salió de aquí como lo merecía y punto.

Armando no estuvo del todo de acuerdo con lo que dijo Daniel. Y por primera vez desde que se citó la junta decidió hablar

–Si ella no quiere volver acá, si ella de pronto no quiere colaborarnos... no va a ser por lo que se le dijo ese día– aseguró Armando ganándose la atención de su padre –Va a ser por lo que se le dijo en el pasado, en muchas ocasiones. ¿O no te acuerdas, Daniel?

Valencia calló, y Armando no esperó su respuesta puesto que pidió un permiso para salir. No había mucho que hacer ahí adentro, al menos no hasta que Betty llegara. Claro que Mario no se iba a quedar ahí sentado como un tonto, luego de unos segundos de que Armando se levantara y saliera, este hizo lo mismo siguiéndole el paso

Ambos entraron a presidencia y Mario se aseguró de cerrar las puertas.

–Usted está... bien ¿verdad?– le preguntó Calderón sosteniéndose con las manijas de las puertas una vez fueron cerradas

Armando dio la vuelta cuando lo escuchó y miró a ambos lados al mismo tiempo que asentía con una leve sonrisa en el rostro, pero algo forzosa.

Mario se quedó en silencio en respuesta, camino a paso lento al sofá y de imprevisto se lanzó a este como acostumbraba hacerlo y se quedó observándolo. Armando no le quito la mirada de encima en ningún momento y arqueó una ceja extrañado

–Es por Betty ¿no?– Armando abrió más los ojos y carraspeó pasando su mano por la nuca –A ver, cuénteme ¿usted qué cree que va a sentir cuando la vea?

Las expresiones de Mendoza se transformarían en confusión por la pregunta.

–¿Usted... de verdad quiere saber eso?

Bueno... no sabía con seguridad. Por una parte, Sí... pero por otra no. Se podría decir que por causa de Beatriz Pinzón, Mario había experimentado por primera vez en su vida lo que era la inseguridad, la inseguridad de que Armando sintiera algo por una mujer. Sí, era irónico, Armando, que toda la vida estuvo rodeado por mujeres bellas y Mario se había sentido inseguro con la asistente fea que el presidente había contratado. Pero había razones para sentirlo

–No estamos para chistes ¿no?

Armando chasqueó la lengua y camino hacia el sofá donde Mario estaba recostado. Dio dos palmadas a las piernas del castaño indicándole que las bajara para que él pudiera sentarse a su lado, cosa que Mario hizo rápidamente.

–¿De verdad?– volvió a preguntarle, al verlo asentir se quito sus lentes y dio un fuerte suspiro –Calderón, no sé, tengo... tengo miedo– confesó con angustia –Tengo mucho miedo, mucho.

Mario frunció el ceño con leve preocupación y asintió.

–Armando, lo qué pasó con Beatriz ya no existe ¿bien?. Ya pasó– le dijo –Tiene que hacer borrón y cuenta nueva. Tiene que ver lo qué pasó en retrospectiva y se va a dar cuenta de que eso fue un periodo surrealista en la vida. Y cuando la vea, la va a ver cómo siempre ha sido. Y es todo

Simplemente amigos |ArMario|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora