El Bosque

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  — ¿ Ve, en serio estás ahí?— siento preguntar a la voz de Daniela mientras Melissa agita su delicada mano frente a mí con diversión— ¿ Me ves, o sigues en otro planeta?
  Aparto la mano con indignación y miro directamente a los ojos a mi amiga, Melissa es muy diferente de Daniela, Mel es casi tan rubia como yo, aunque sus ojos no son claros, ni su piel tan pálida, tampoco tiene piernas rellenas, su cuerpo es esbelto, pero sus ángulos saben resaltar bien sus pechos y sus piernas no la hacen lucir mal, está a la medida. Daniela y yo, sin embargo, no somos tan altas como quisiéramos, pero estamos de acuerdo con nuestra figura.
  — ¿ Digo que sí, o soy sincera?— pregunto en su dirección alzando una ceja para enfatizar el hecho de que no he escuchado ninguna sus palabras desde que llegamos a la cafetería.
  — Diosss — resopla Daniela con frustración— has pasado la mañana entera así — dice y bajo la mirada porque sé que, yoo, la más habladora del grupo, no he mencionado ni una palabra que na haya sido forzada a salir— tienes unas ojeras horribles y andas muy callada, qué te pasó anoche.
  — Nadaa— resoplo en su dirección— Uff, no me pasa nadaaaaa.
  Tanto Daniela cómo Melissa me dedican una mirada reprobatoria y yo solamente las fulmino con la vista hasta que desvían su atención. Bien, mejor así.

  Luego de un rato de charlas incómodas decidimos que es hora de volver a casa. Melissa vive al lado del parque, muy cerca de la cafetería, y por eso es la primera en separarse de nosotras.
  — Bien— dice Daniela encarándome— tienes cinco segundos para contarme lo que te pasa.
  Desvío la vista, no quiero mencionarle lo que pasó anoche, no creo que pueda. Pero es mi mejor amiga, respiro profundamente y la miro a los ojos.
  — No estoy segura — admito y veo la confusión reflejada en sus facciones, así que le cuento todo ( haciendo una pequeña omisión en la parte que aún me tenía confusa).
  — Amiga, pero valla historia — sonríe con entusiasmo — entre ustedes saltan chispas.
  La miro de mala gana para que sepa cuánto me molesta su comentario y reanudamos la marcha.
  — Es mejor para tí — me dijo con seriedad contratacando mi mirada— no es sana esa forma en la que evades los sentimientos después de lo de Kevin.
  — ¿ Puedes dejarlo ya?— le digo con la súplica en los ojos— no quiero hablar de ésto.
  Ella parece entenderme, aunque no luce conforme, y nuestro andar se sume en un silencio incómodo. Las calles a nuestro alrededor se vuelven menos ruidosas cada vez, y el cielo comienza a tornarse más oscuro, unas horribles nubes negras bordean el horizonte y el ambiente se cierne sobre nosotras, fúnebre, pesaroso.
  Unos minutos después mi amiga se está despidiendo de mí. La observo cruzar la esquina y poco a poco siento el peso de un secreto posarse sobre mis hombros.
  Caminando con pesadez llego hasta la gran edificación en la que se encuentra mi casa. Me dispongo a entrar en ella cuando siento un ruido proveniente del bosque que se expande a la izquierda del edificio.
  Me encamino hacia él lo más sigilosa que puedo y sin pensarlo mucho me adentro en la espesura.
 
  Todo es verde ahora, las hojas crujen bajo mis pies y parece que la temperatura ha bajado al menos dos grados.
   No me detengo, por más que quisiera no puedo evitar caminar hacia lo que parece un llanto, un alarido de dolor, o, de algo más.
  Luego de andar lo suficiente como para que no halla más rastro de la salida que un estrecho caminito por el que apenas podría pasar una persona, veo que en el suelo se retuerce lo que parece ser un conejo. Un fugaz pensamiento pasa por mi mente, pero reprimo la pregunta antes de ser formulada y me concentro en la criatura.
   Hay sangre por doquier y puedo asegurar que a él le pertenece, ya que cuando por fin logro que deje de moverse se observan en el pelaje de su cuello, dos puntos de los que emana la sangre.
  Lo tomo entre mis brazos y me dirijo a la salida tan rápido como puedo. La oscuridad del crepúsculo se hace más intensa y unas gotas caen del cielo mojando mis hombros.
  El cielo se vuelve más oscuro todavía, y el crujir de las hojas bajo mis pies hace eco en los árboles. De repente, comienzo a escuchar un par de pisadas detrás de mí, me giro y no veo a nadie debo estar paranoica  pienso y sigo mi camino apurando un poco más el paso. El miedo recorre mi cuerpo en forma de horribles estremecimientos que se deslizan por mi espalda, sin parar de mirar a los lados me apresuró un poco más, ya puedo divisar la vaga luz proveniente del edificio.
  Me digo a mi misma que no hay razón para temer, pero el ensordecedor sonido de un relámpago  retumba en el bosque haciendo que de un brinco y eche a correr tan rápido como me lo permiten los pies.
  Voy tan rápido que ni siquiera soy capaz de divisar por dónde ando, por esta razón tropiezo con una enorme roca que hay en medio del camino y caigo al suelo cubierto de fango. Sin apenas pensar en mí aspecto me levanto y reanudo la carrera. Mi corazón  luchaba incontroladamente por salírseme del pecho y casi no me lo puedo creer cuando mis pies tocan el asfalto de la carretera del lateral izquierdo del edificio. Me dejé caer al suelo y abracé a la criatura que llevaba en brazos como si nos hubiésemos salvado de la muerte, aunque, ahora que nos encontrábamos frente al edificio,y no dentro del bosque, todo se sentía muy surreal.
  Me levanté del asfalto mojado por la lluvia y, por primera vez desde que me adentré en la espesura, me fijo en mi aspecto, parece que acabo de salir de una película de terror, tengo sangre en toda la blusa, además de fango y hojas secas, tengo algunos rasguños en los brazos y en el abdomen también, ya que la blusa se rajó en el momento en el que me caí en el bosque.
  Comienzo a caminar en dirección a la entrada trasera del edificio, el colmo sería que las ancianas observadoras, por decirlo de alguna forma, del edificio empiecen a chillar como si hubiesen visto un muerto.
  — Pero buenoo — dice una voz a mis espaldas — niña, hoy si que la has pasado en grande.
   Después de varios debates y peleas internas, me volteó a encarar a quien sabía que pertenecía esa voz.
  — Tal vez mejor de lo que puedas imaginar — le contesto maldiciendo el hecho de que siempre luzca tan perfecto, incluso bajo la lluvia— ahora, con permiso, tengo un animal herido que curar.
  Hecho a caminar en dirección contraria con la esperanza de que deje el tema ahí, pero…
— ¡ No te preocupes — grita a mis espaldas— el barro te queda mejor que el azul prusia!
  Aprieto el paso y me adentro en el edificio para evitar cometer una locura. Corro escaleras arriba hasta llegar a mi casa y lo único que puedo desear es que mi mamá esté allí, ya que no tomé las llaves.
  Llamo a la puerta pero nadie responde, lo hago repetidas veces, pero sigue sin ocurrir nada.
  — ¿ Qué te pasó — escuchó una voz horrorizada detrás de mí — por el amor de Dios, necesitas ayuda?
  Al darme la vuelta reconozco a la señora, la madre del chico del que me he convertido en enemiga.

~°•°~
 
  Me hubiese negado, en realidad que me hubiese negado, pero me desagradaba más la idea de quedarme mojada y sucia como un pollo fuera de mi casa con una criatura en peligro de muerte.
  Así que ahora me encontraba en la pintoresca casa de lo vecinos nuevos esperando a que curaran al conejito herido. En realidad, lo único que parecía tenebroso en esta casa era el dormitorio del diablo que se hacía llamar Alan - según su madre, aunque a mí me seguía sonando más a Satanás -.
  Las paredes estaban llenas de cuadros de paisajes agrestes, colinas y algún que otro abstracto, en la mesita de la sala, habían exactamente tres fotografías.
  En la primera estaban Alan ( con unos cinco años menos que en la actualidad), su madre y un hombre que se parecía mucho al chico, en su altura y la complexión del cuerpo, claro que este hombre se veía más violento, sin embargo, emanaba ese mismo aire de superioridad que Alan, esa sensación enfermiza de que ellos son el significado de problema, en ésta nadie sonreía. En la segunda, estaban simplemente la madre de Alan y otra señora, se veía más joven, pero por lo demás, lucían idénticas, supuse que eran hermanas, ambas lucían verdaderamente felices, y en sus vientres se realzaban bultos que acariciaban con sus manos- estaban embarazadas-, esta foto debía ser más vieja. En la tercera, se veían dos niños, una hembra y un varón, tenían un parecido extraordinario, el niño debía  ser Alan, y la niña, supuse que era la prima, ya que parecían tener la misma edad y además me ayudó el haber visto la foto anterior, sino, hubiese pensado que eran mellizos.
  — Estará bien, pero no debe esforzarse — me dice Arianna - la madre del demonio-, sacándome de mis cavilaciones, después de haber curado las heridas del conejillo — ¿ crees que puedas cuidarlo, al menos un tiempo?
  — Por supuesto, siempre he amado los animales— le contesto con una sonrisa.
  Verdaderamente que este chico no salió a su madre, ella es muy amable, casi me obligó a entrar a su casa. En realidad me convenció el hecho de que fuese enfermera, me dijo que podía curar al animal y me ofreció café, desde entonces, ha estado manos a la obra con el animalillo.
  — Ejemm, quiero disculparme por el comportamiento de Alan ayer — me dice al tiempo que en sus mejillas se esparce un rubor apenado— el suele ser así, le gusta maltratar a los demás… — hace una pausa y su rubor se intensifica — sufre un trauma de la infancia, su padre…
  — No es necesario señora, no es asunto mío — le digo tomándola de la mano.
  — Oh, querida, claro que lo es. Su padre nos pegaba, lo trataba muy mal, le hacía sentir miserable — se limpia y una lágrima del rostro— yo debí darme cuenta, debí haberme impuesto ante él … pero no lo hice, y ahora se ha encerrado en sí mismo, tiene la necesidad de mantener el control… yo…
  No puede decir nada más, rompe en sollozos descontrolados y yo, apenas me resisto a abrazarla, estoy llena de mugre y su ropa está demasiado limpia, me avergüenza mucho.
  — No era necesario que lo hiciera, usted no me conoce — comienzo a decir pero ella se recompone y me interrumpe.
  — Bueno, bueno, no hay que preocuparse por eso ahora — dice y esboza una media sonrisa — tu amigo está listo, ahora tú para el baño, que te daré algo de ropa.
  Y diciendo esto, me empuja hasta el cuarto de baño y me encierra allí. Sin otra opción que acceder, me desvistió y me acerco a la ducha, veo de refilón mi imagen en el espejo de cuerpo entero que yace en la pared derecha del baño, luzco asquerosa, estoy mojada y erizada, y sucia a más no poder, tengo los pies llenos de rasguños, al igual que las manos, brazos y el vientre, el cabello lo tengo igual de revuelto y además, tengo sangre a seca en el rostro.
  Sin torturarme más con mi imagen, me adentro en la ducha, y me dejo llevar por la sensación del agua caliente rodando por mi cuerpo.
 

~°•°~

Perdida por mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora