𝐈𝐗

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Icarus

Aquel hombre a pesar de llevar una capucha larga negra, lo reconoció al instante por su aura digamos. Cuando eres un mago con experiencia, se te hace fácil notar a los demás que lo son. Y en especial si es el hombre de la Torre. De cabello blanquecinos, ojos de una mezcla arcoíris clara asemejándose al gris. Piel pálida como la nieve pero con un tono rosado en sus pómulos.

—Ulises, no me esperaba verte.

—Ni yo de esta forma, no pensé que Icarus fuera a elegirte a ti. Se supone que tenías que estar en palacio, ¿o me equivoco?

—Si lo sabes todo, no sigas.

—Tal vez sea un ser polímata, ¿quién sabes? Es divertido verte en esta posición.

Se estaba burlando de ella, como siempre lo hacía pero era de buen rollo aunque a veces se pasaba. Ulises era el guardián de la Torre Infinita, la torre que alberga todo lo imaginable dentro, todo lo que quieras está ahí. La única condición es que seas elegido por el guardia y que no compartas el conocimiento con el exterior. Es el que deja entrar y salir como le plazca, también había una cosa más a tener en cuenta. El tiempo que pasas dentro de la Torre, no es el mismo en el exterior. Por ejemplo: dos semanas=dos años.

—Dejaré de burlarme de ti aunque sea divertido, ese pequeño ahora es tuyo.

—¿Cómo que es mío?

—Si es tuyo ahora, su nombre es Icarus. Es uno de los pocos que quedan y no hace falta decirte que no deberías decírselo a nadie, pero nadie de momento.

—¿Cuándo no he sabido guardar un secreto?

—Bueno, por si las dudas.

—Es muy mono, pero mi pregunta es donde se quedará si obviamente no me lo podré llevar a palacio.

—Lo tendré yo, podrás venir a verlo en donde siempre estoy. Ahora seguramente se estarán preocupando por ti en el palacio, haré mi magia y estarás en la cama junto con Heinley.

—Está bien, cuida bien del pequeño Icarus.

|•••|

Al día siguiente siguió haciendo todas sus cosas normalmente, como si la noche tan extraña del otro día no hubiera pasado. Era muy buena ocultando cosas digamos, ese día Heinley volvió a palacio y él mismo continuó con las interrogaciones de los traidores. Parecía que Ilias se hubiera desvanecido de la faz de la Tierra después de que los rumores se dieran a conocer entre todos. Aunque le causaba mucha curiosidad el tema de dragones y de aquel período del que habían pocos registros incluso en la Torre. Aseguran era la última híñete de un dragón, si se diera a conocer muchos intentarían averiguar el paradero del dragón y llevárselos como una arma de guerra para ellos mismos.

No aprendían de los errores de sus antepasados, por la ambición de domar dragones y convertírselos en armas de guerra es que murieron todos.

—Iré a seguir unas pistas del paradero de Ilias, regresaré más tarde.

—Está bien, madre.—se veía un tanto preocupado, más de lo normal.—¿Pasa algo madre?

—Sabes que si tienes cualquier problema, o cosa que te preocupe me lo puedes contar sin problemas, ¿verdad mi pequeño león?

—Por supuesto.

Oziel tenía conocimiento del favoritismo que tenía su madre sobre él, trató de hacerla orgullosa de él siendo un excelente académico y caballero. De estar a la altura de ser el heredero e hijo de sus grandes padres, persona muy poderosas. Aún así nunca se sintió suficiente, no le gustaba ver a su madre en ese estado. Pero sabía que no sería el heredero que su madre deseaba, odiaba como los dioses lo crearon porque así no podía cumplir con sus obligaciones de heredero e hijo. Era su naturaleza y no había nada que lo pidiera cambiar, sus preferencias era inmovibles.

—Ulises.

—Su alteza, ¿dónde se fue su majestad?

—No lo sé, dijo que iba a seguir algunas pistas que tenía del traidor. Volverá más tarde.

|•••|

En realidad no tenía ninguna pista de aquel traidor, a estas horas si ese hombre era listo ya estará en otro país fuera de las fronteras occidentales. Quería ir a la Torre Infinita, el último dragón y ella fue elegida como su jinete. Ocultar secretos no fue difícil para ella. Era sencillo ver donde se encontraba la Torre, aunque claro que su acceso estaba restringido con una barrera. Solo los que eran 'aprobados' por el guardia.

Deduc me ad sapientiam.—colocó su mano en la pared y cerró los ojos.

Al abrirlos es como si se hubiera teletransportado a otra dimensión completamente diferente, donde toda sabiduría era almacenada en pergaminos. Un lugar en el que podías viajar a otras dimensiones diferentes dentro de esta, era mágico. Era llamada además de la Torre de las Estrellas a parte de su techo que simula un cielo estrellado también haciendo una referencia a quienes tenían permitido la entrada; La Torre Infinita era porque literalmente las estanterías eran infinitas, no había fin.

—Veo que viniste, sígueme.

—¿Me estabas esperando Ulises?

—Por supuesto Aysel.

La llevó por un largo pasillo que terminaba con un lugar con una sola puerta, la abrió y un nuevo mundo apareció delante de ellos. Aunque hubiera leído sobre esto en libros, aún le impresionaba lo que la magia podía hacer. Los lugares que le faltaban por descubrir en el mundo, todas esas criaturas místicas de las que se creyeron que eran mitos eran reales. Tan reales como ella. Esto una vez fue el mundo exterior, pero tuvieron que salvarlos de la humanidad que casi acababa con ellos.

—Bienvenida al mundo de fantasía, estoy seguro de que los animales estarán contentos de tenerte aquí. Pueden sentir más o menos el aura de la gente.

—¿Y Icarus dónde está?

—Ahí mismo.

Ahí venía un dragón tan grande que parecía un adulto, definitivamente no se asemejaba mucho al bebé dragón que vio salir del cascarón. Cuando estaba lo suficientemente cerca de ella, extendió la mano hacia él. Dejándola ahí un rato mientras Icarus rugía suavemente, como si disfrutara del tacto. Ciertamente no entendía cómo iba la cosa de los dragones y que sería un camino más bien difícil el de ser la ultima jinete de dragones.

—Te prometo que nunca te dejare solo.

❝𝙁𝙞𝙧𝙨𝙩  𝘾𝙝𝙞𝙡𝙙❞ ✅ (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora