𝐗𝐕

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La despedida

Ella se levantó a la mañana siguiente con un sentimiento amargo dentro suya. Se sentía como una persona completamente diferente, a la cual se le había arrebatado todo en lo que creía. Su vida había sido una meticulosa mentira de sus padres, ahora ya no había vuelta atrás ya que no haría más que daño si esto se hiciera público. Su identidad como hija de sus supuestos padres fue borrada en cuanto oyó aquellas palabras. Aún no había hablado con ninguno de los dos desde ayer, tampoco tenía intención de hacerlo. Necesitaba tiempo para procesar la información tan importante, y para poder si quiera pensar en perdonarles.

Con los acontecimientos de ayer, Heinley y Aysel, ambos decidieron volver al Imperio Occidental en ese mismo día cuando prepararan todas sus cosas. Ya que era el deseo de la emperatriz Aysel marcharse lo antes, con el pretexto de que aún tenían que arreglar y atender mucha cosas del Imperio. Además de preparar una bienvenida para Hanae, que llegaría en cuestión de semanas sino días.

—¿Por qué no estás con la madre de tu futuro hijo, Heinley? Estoy segura que ella estará mejor con tu compañía que yo.

—Tú me diste dos, está descansando aún debido a su condición. La despertaré cuando sea la hora de irse.

—Siempre tan considerado.

—Claro, ¿qué harás respecto a ese asunto? Los tendrás que ver cuando vengan a despedirnos, es el protocolo. Ya que si no lo hacen, los rumores correrán como el viento.

—Fingir que todo está bien, como toda mi vida. No debería ser tan difícil.

Dijo ella en un tono de cansancio.

Su vida entera fue decidida a ser la emperatriz del Imperio Oriental, nada más ni menos. Pero a la vez, su infancia fue robada por los adultos que habían en su vida. Salir a jugar con amigos y lo que normalmente harías en tu niñez, fue reemplazado por la biblioteca, libro, lecciones en todo tipo de cosas. Como política, idiomas, historia, arte, literatura y así seguían cientos de asignaturas más. Sin contar las lecciones de caballería que recibía a diario, las cuales se intensificaron en cuanto sus poderes mágicos fueron descubiertos. Pero en ese momento tenía a su gente, como sus padres o tío pero es que ahora ninguno se sentía igual. La desconexión que surgió a raíz de escuchar la pelea de sus padres, fue tan real que ni sabía para qué sufrió tanto estos años.

Empezó a importarle entre poco y nada porque esto no se lo perdonaría a sus padres jamás.

—Emperador Sovieshu.—ambos saludaron al encontrárselo mientras estaban paseando.

—Deseo hablar con la emperatriz Aysel a solas, Heinley.—dijo aquel hombre de mediana edad, de cabellos negros al igual que sus ojos.

—Perdónenme.—se fue, dejando solos a ellos dos.

—Hija mía, creo que deberíamos de hablar.

—No soy ninguna hija tuya, eso es lo que dijo mi madre. Soy la hija de un soldado al cual mataste desde hace tiempo, ¿cierto? Esa es la verdad.

—Fui yo quien te crio desde que saliste del vientre de tu madre, quien más te amo de los dos. Lo sentimos profundamente los dos por ocultarte esto durante tantos años pero tienes que entendernos, no traería nada bueno esto si saliera a la luz. Todo fue para protegerte.

—No necesitaba protección, tú solo estabas protegiendo a la emperatriz.—hasta en tono y palabras que usaba, se sentía la distancia abismal.—Nunca seré tu hija y ni tu mi padre.

Dijo Aysel en un tono en el que expresaba serenidad.

Ella no habría culpado a su padre o tratarlo de este forma, como si fueran desconocidos, si él no lo hubiera sabido hasta ese momento. Si no hubiera matado a su padre biológico que jamás supo que tenía una hija. Si solo se lo hubiera dicho antes y directamente, no tener ella que escuchar una de sus peleas para saberlo. Ahora entendía porqué su madre se molestaba cuando Sovieshu le prestabas tanta atención; porque en las pinturas de la familia, ella siempre era diferente. Tenía ojos azules y cabello color café, ninguno de sus padres padecían estos rasgos físicos. Nunca pregunto sobre eso hasta que empezaron a haber murmullos entre todos. Esas miradas, nada de eso tenia sentido hasta el día de ayer.

Cuando sufrió la mayor traición posible de las personas que menos se lo esperaba.

—Podré seguir pretendiendo que somos una familia perfecta pero este problema, jamás va a tener una solución en mis ojos.

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Al llegar el momento de despedirse, no miró en ningún momento a sus padres. Era incapaz de soportar su hipocresía, le habían mentido toda su vida y esperaban que ella no se molestase con ellos. Pues estaban en lo equivocado. Podía ver el dolor en los ojos de su supuesto padre, el viejo emperador Sovieshu, pero en los de la emperatriz Navier ni una pizca de culpa o arrepentimiento mostraba. No sabía que pensar de sus padres pero igualmente debía dejar esos sentimientos a un lado.

—Espero no tener que volver a verlos pronto, después de todo no compartimos ni la misma sangre.—dijo Aysel cuando estaba frente a sus padre y cuando sus hermanos no la podían oír.

—Nada de esto debe de ser así, podemos volver a ser los mismos.—contestó el emperador.

—Oh, padre, no entiendes que esa pelea marcó un fin en toda la relación que pudiéramos tener.—miró sus manos, estaban tan frías como el hielo. Ella podía llegar a descontrolarse con sus poderes cuando llegaba a enfadarse mucho.—Soy una bastarda, hice un let contra los bastardos, ¿sabes cómo me hace sentir eso?  La hipocresía con la que hable a mi pueblo, eso sí que es irremediable.

—Aysel, realmente nada debería de ser así. Nosotros te criamos y somos tus padres por eso mismo.—dijo la emperatriz Navier mostrando algo de afecto por fin.

—Solo si me lo hubierais dicho, lo hubiera entendido pero enterarme de aquella forma fue la erróneo porque habéis hecho que vuestra hija esté en vuestra contra literalmente.—contestó con una frialdad extrema a aquella personas.—No os preocupéis, seguiré fingiendo como toda mi vida. Mis emociones no afectarán con la relación entre nuestros imperios o tratados que hayamos hecho. Solo que tengáis en cuenta que nunca deberéis de pedirme algún favor y solo regresaré aquí cuando uno de vosotros muera

Tras esas palabras, abrazó a cada uno rápidamente y se despidió brevemente de su hija Soleil y sus hermanos también. Miró hacia el carruaje, Heinrey y Elira ya estaban adentro esperándola. Les dedicó una última sonrisa llena de felicidad y se fue de ese maldito lugar de teatro por una vez en su vida.

Para no volver hasta que su padre murió.

❝𝙁𝙞𝙧𝙨𝙩  𝘾𝙝𝙞𝙡𝙙❞ ✅ (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora