Desídia

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Podía sentir la euforia recorriendo mi cuerpo, erizando cada vello de mi piel. ¿Debería sentirme asustada? Sí, ¿Más lo estoy? No, y eso es muy malo, porque cuando pierdes el miedo ante situaciones de riesgo, se considera que ya no tienes ganas de seguir viviendo.

— Vaya mierda de sentimiento —farfullé al sentir mis lágrimas bajar para casi al instante ser congeladas por el puto frío que se estaba sintiendo.

Vuelvo a mirar atrás para notar que la fiesta seguía en su tope, luces parpadeando al ritmo de la música, gente borracha bailando, humo saliendo por doquier y la casa queriendo salir volando por el alto volumen de la música.

— ¿Fue buena idea venir? - por el rabillo del ojo noté a mi rubia bonita buscando algo, o mejor dicho alguien, captando justo el momento en que su llamada entraba a mi celular por tercera vez.

— Te mereces alguien mejor que yo te hice sufrir, te culpé por mi intento de suicidio cuando ni tomé en cuenta cuanto te pudo doler, verme en ese estado y no poder hacer nada por buscar la manera de no tener que volver a Brasil - volví a sentir las lágrimas al notar que seguía llamándome, suspirando fuertemente cancelé la llamada.

Parecíamos estar coordinadas porque al mismo tiempo nos pasamos las manos por el cabello por frustración. Yo por no saber cómo manejar la situación y tú seguramente por preocupación.

Lo único bueno de esta fiesta era la vista, una hermosa playa dividida por una pequeña valla debido a la altura, teniendo al lado una puerta con escalones que fácilmente te llevarían a ese pequeño paraíso.

Quizás era estúpido estar parada sobre la valla, pero sinceramente no podía con todo lo que estaba sintiendo. Había extrañado tanto a mis amigos, especialmente a la pequeña MJ con sus ojitos de Bambi, Dixon con el cual más podía hablar libremente sin importar la hora, tocar la batería y sentir la adrenalina recorriendo todo mi cuerpo.

Y todo se fue a la borda por unas estúpidas pastillas. Lo más raro es que no culpaba a nadie, aunque sabía quién me las daba. Pero tristemente saqué toda mi ira contra mi linda rubia. Me rodeaban 6 latas vacías de cerveza que había tomado para ver si podía olvidar la mirada lastimada, cómo su labio tembló, su ceño fruncido tratando de decir algo.

Apreté mis labios ante tremenda estupidez de haberla dejado en ese estado por un ataque de vergüenza mientras ella solo estaba intentando saber de mí después de meses de estar en una clínica.

Tirando la última lata, saqué un cigarrillo y, dando una breve mirada nuevamente a la fiesta, conecté mi mirada con mi rubia sin querer interrumpir nuestra pequeña batalla de miradas, encendí el cigarro.

Agarré mi chamarra y la acomodé a mi lado para que se pudiera sentar y poder disculparme por cómo la evité, pero me sorprendió que solo me ignoró y se dirigió rápidamente hacia la salida. ¿Dejarla ir y terminar el sentimiento más grato que he sentido en toda mi puta existencia o ir tras de ella y arreglar nuestra relación siendo el soporte que necesita?

Muchas dudas recorrían mi mente, pero mi cuerpo actuó en contra de ellos. Salí corriendo rápidamente, intentando pasar tras la avalancha de personas que estorbaban mi camino.

La ansiedad empezaba a recorrer mi cuerpo al no poder encontrar su silueta en algún rincón de la habitación.

— Mierda, ¿Dónde estás amor? - Desordenando mi cabello, terminé por empujar finalmente a la puerta.

Hubo dos cosas que me dejaron sorprendida al encontrarla:

1) Su mirada completamente oscura.

2) Estaba fumando y por los restos de cenizas podía notar que era su tercer cigarro. Algo raro ya que ella siempre me regañaba al verme fumar de manera compulsiva.

¿Yo habré causado eso?

— No sé por qué sigo aquí intentando obtener alguna respuesta, si con tus acciones ya me dejaste claro todo - su mirada causó que mi corazón se encogiera - ¿Sabes que es lo más gracioso? Intenté por todos los medios obtener información sobre cómo estabas, irte a visitar, intentar quedarme aquí en México contigo como lo había prometido, pero veo que ya puedo dejar de intentarlo, ya que claramente piensas que todo fue mi culpa ¿No? No te preocupes, no seguiré siendo la piedra de tropiezo para ti.

No sé si era el frío más la combinación de su cigarro, pero su tono sonó tan gélido que me causaba pequeños pinchazos con cada palabra que soltaba - Mierda Andi, Lo siento ¿Sí? Por robarte tu canción, sé que en el momento te hice sentir mal y me puedo imaginar el sentimiento de traición que pudiste sentir al ver que se la mostré a Gus. Pero debes entender que estaba intentando hacer todo lo posible para que lo que tenemos no se fuera a la borda - exhaló el humo por su labio.

— ¿Exponerme frente a todos te pareció lo correcto? ¿Decirme que tu sobredosis fue mi culpa, te pareció bien? ¿Te hizo sentir mejor? - tiró el cigarro al suelo seguido de meterse las manos a los bolsillos.

— Lo siento si mi presencia te incomodó tanto, pero ya no te sentirás así en la mañana me iré y te dejaré en paz. Espero que logres ser feliz porque aunque no lo creas yo sería capaz de irme de tu lado si eso te hace mejor porque así de grande es mi amor por ti - pasó de mí sin dirigirme la mirada.

— Ah, lo siguiente no quiero que lo tomes como si te estoy tratando de obligar a estar conmigo, solo era un pequeño obsequio por volver - sin decir más me entregó un pequeño ramo de flores de origami y un anillo - Se suponía que sería un anillo de promesa - carraspeando, me tomó la mano y lo colocó suavemente - Te amo - sin dejarme decir nada más termina de cerrar el espacio entre nosotras y me besa tiernamente. Lástima que el sentimiento se siente tan amargo al saber que era una despedida y no un hasta pronto.

— Adiós, Andi. Por favor, no te rindas con tu sueño de ser baterista y no te cierres cuando te sientas mal porque ahí dentro tienes las amistades más puras que lo darían todo por ti - se retiró de ahí sin mirar hacia atrás.

Mi cuerpo no parecía reaccionar, simplemente aceptando que todo se había terminado. El nudo en mi garganta se hacía más grande al saber que posiblemente no la volvería a ver tan pronto y que no pude salvar la más linda relación.

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