Seijaku

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Continuación de Yuanfen

Cubrí mi rostro con el abrigo para evitar que me reconocieran los vecinos, me había enterado que le decían a mi papá cuando me iba y me esperaba con las luces apagadas pero lograba liberarme de su asqueroso tacto.

Me detuve frente a la casa de Emilia y con sumo cuidado abrí su puerta siendo recibida por oscuridad a excepción de la pequeña luz del pasillo que daba a su cuarto. Cerré la puerta atrás de mí poniendo todos los seguros caminando lentamente hasta su cuarto notando la sombra de su cuerpo cubierto parcialmente y la otra mitad al descubierto.

Su cabello se encontraba ligeramente despeinado, sus labios parcialmente abiertos.

— Preciosa, por favor despierta.– empecé a tocar suavemente su brazo, pero no sé movía.

Empecé a desesperarme recordando el cuerpo de mi papá contra el mío intentando besar mi cuello. Evitaba contarle a mi rubia sobre eso porque sabía que podía meterse en problemas.

Un pequeño click y un arma contra mi cabeza me dejó completamente quieta todo mi cuerpo temblando sin poder contener las lágrimas. Solté su brazo ignorando las luces ser encendidas y la rubia asustada guardando su arma para abrazarme contra su cuerpo disculpándose.

— Gatinha, Lo lamento tanto.– besaba mi hombro múltiples veces, mi cuerpo aún estaba entumecido intentando olvidar su mirada vacía junto con la fuerte presión del arma contra mi cabeza.— Preciosa, no sé como hacer para discúlparme por hacer esa estupidez. Pensé que era un intruso, no había escuchado tu voz. Lo lamento mucho, prometo compensarlo de la manera en que me lo pidas.

Seguía besando dulcemente mi hombro pasando ligeramente sus uñas por mi cintura, mi cuerpo se hundía automáticamente más al de ella sintiendo tranquilidad al tenerla cerca.

Cerré los ojos dejándome llevar por su pequeño canto cerca de mi oreja, recordé que no estaba en casa, no era mi papá con su arma, no estaba atrapada contra la puerta. Estaba con mi dulce rubia que apenas me ve me besa dulcemente, me cura las heridas, me mima y compra demasiada comida para hacer berrinche cuando debo irme.

— Fue mi culpa.–me sostuve contra su cuerpo al notar sus intenciones de revisar mi rostro.

— No, yo te he dicho que puedes entrar cuántas veces quieras mi hogar. Fue mi error.– su cuerpo se tensó abrazándose a mí sin dejar de susurrar— Preciosa, jamás podré olvidar tu rostro asustado. Me prometí que jamás te pondría una mano encima.

— No me lastimaste– empecé a jugar con su cabello al notar su cuerpo aún tenso no alejarse del mío— Lo digo enserio, Emilia. No me lastimaste.

Sus brazos retienen mis intentos por alejarme, resignada alejé mi rostro de su hombro lo suficiente para besar su mejilla la cual escondió al empezar a tener un toque rojo.

Pasé mis manos por su cuello, mejillas hasta dar nuevamente a sus brazos acariciando suavemente sintiéndola moverse ligeramente lo suficiente para dejarme ver su rostro con una expresión conflictiva.

— Emilia– sus manos dejaron de acariciarme— Estoy bien.

........

Se quejó bajo, suspirando se alejó bajando mi capucha, deteniendo su mano en mi mejilla cuando cerré los ojos por reflejo.
Su rostro se endureció al notar el gran moretón en mi cuello, cerró los ojos respirando profundo. Noté sus nudillos completamente blancos y me acerqué besando la comisura de sus labios tímidamente.

— Déjame hacer algo por tí, preciosa.– rogó besando mi naríz.

— Cura mis heridas y dame cariños, por favor.– intentó rechistar pero negó besando mi mejilla abriendo su cajón tomando el pequeño botiquín.

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