Dejar de ser un león

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—La manera en que el ser humano se construye es por una energía indomable que entretenemos con descargas que jamás serán tan efectivas como el mismo deseo de los instintos, de ahí la fuerza de la ansiedad, de la ahí el motor de las neurosis que desarrollan cosas tan inexplicables como la psicosis. Ahí entramos nosotros, hemos logrado desarrollar una defensa neurótica contra la psicosis en que engañamos y hacemos que el paciente olvide su trauma, y actúe como alguien totalmente cuerdo hasta que se libere el instinto de muerte, o hasta que la ansiedad lo destruya. Es todo lo que tienes que saber por ahora, después tendremos el baile. —Culminó diciendo el doctor corriendo del lugar, la oscuridad no dejo ver su rostro, el detective lo persiguió después de agarrar la máscara que su padre del suelo, llegó hasta detrás de la carpa, las huellas lo guiaron a las casas rodantes de los cirqueros, como recién se había acabado el show, todas las huellas conducían a cada bus menos a uno, que creía Zart era pertenencia de los músicos. Jamás pensó Zart en el poder de la simbología inconsciente, como tener en su mente el arquetipo de viejo poderoso a aquel hombre que llamaba padre, pero si hubiese sido más consiente de como su lenguaje era más lucido que su razón, el caso hubiera acabado rápido.

—¿Vieron a un hombre con el disfraz de doctor peste? Su traje era negro, menos esta mascara que se le cayó.

—No vimos nada. — Respondió la churca por todas y agregó con una tierna sonrisa. —Habla con el payaso él tenía pensado usar ese traje en la fiesta de Peter. — Apuntó a uno de los buses <<Sigue jugando conmigo como el penoso diez de noviembre. >>

Fue a la tienda del payaso, pero antes miró por debajo de las casas rodantes a ver si encontraba a algunos pies rondando por los demás buses, pero sólo se encontraba con la mansa arena siendo sumisa por las llantas de estas, fue sin mayor titubeo a la casa del payaso, pero lo que no se esperaba es que ahí estuvieran todos celebrando el show: los payasos que eran dos, las bailarinas que también eran dos y el mimo que sólo era uno. Sólo faltaba entre ellos el domador que acababa de ver, los acróbatas, el guardia de seguridad y los músicos en el bus. Vio a su alrededor varios platos sucios, estaban tomando, apestaba a un tufo peor que el de la fiesta, todo estaba hecho un desastre.

—Mataron a dos personas y ustedes están tomando y disfrutando.

—¿De qué otra manera se puede celebrar a alguien? —Respondió el mimo con un tono triste que se reflejaba también en sus ojos de color ámbar.

—¿Por qué hicieron un espectáculo?

—Acaso es usted policía. —Respondió agresivamente la bailarina, en ella el maquillaje debajo de sus ojos escurría como un río en manos de una perversa humanidad.

—Sí.

—Mire no queremos tener problemas, sólo estábamos conmemorando la muerte de nuestros compañeros, hasta hoy supimos que los gemelos murieron. —Mencionó el payaso poniéndose de pie y tocando su hombro.

—¿Los gemelos? Los que les gustaba estar con prostitutas.

—Sí, al parecer habían muerto antes, pero no quieren confirmarlo los periódicos. —<<O no han encontrado los cuerpos>>.

—Nos llegó la noticia prontamente, justo antes de que Peter dijera sus palabras. —Replicó el mimo. —<<Debió calcular que todos se fueran antes de lo de Peter para que no pudiera tener sospechoso alguno, eso podría explicar porque la modelo con su grupo no hizo nada cuando me ahorcaron, manejan las luces para que nadie pueda verlos, como ahorita en la carpa.>>

—No queremos problemas sólo queremos festejar a nuestros compañeros —Respondió el payaso —, déjanos por favor.

El interrogatorio iba a empezar cuando de pronto se escuchó un infante silbido que avisaba la caza del fuego ante una explosión controlada. Zart alcanzó a gritar para que se lanzaran por las ventanas, pero la carne de las personas parecía la misma cera aquella noche eterna y todos quedaron envueltos en el colorido fuego que fumaba como una exquisita pipa la casa rodante. Todos murieron menos la bailarina, el mimo y los que estaban afuera. Sin embargo, la bailarina y el mimo parecían haber sido dañados en lo que más les importa de su vida; ella no podía bailar más por las llagas en su pie atrapadas en el cepo de los recuerdos en que pudo ser libre en los bailes y él quedaría con su cara molida, lacerada en toda su cara, menos en sus ojos que prometía en su mirada una infinita venganza. A Zart no le pasó nada, sus entrenamientos policiacos lo habían hecho más veloz, al voltear a mirar sobre las llamas vio a lo lejos al doctor peste escapando después de matar al celador con degollamiento piadoso y certero. Zart estaba tan aturdido que no podía perseguirlo, dejó caer su cuerpo mirando los cuerpos pulverizados, viendo como la bailarina y el mimo intentaban apagar las llamas de sus cuerpos con el piso, como una batahola en el infierno.

Juego de máscarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora