El bar de Sophi

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El sonido de la puerta me hizo despertar de mi hermoso sueño, abrí un ojo y lo cerré de inmediato cuando Frida prendió la luz.
-¡Levantate floja!
-¿Qué te pasa?
Se atrevió a quitarme las cobijas y estaba comenzando a cabrearme.
-Tenemos que irnos.
-¿A dónde?
-A la Universidad, tengo cosas que hacer.
-Son las cinco de la mañana, ¿qué tienes que hacer?, ¿abrir las puertas?
-No te importa, apurate. Te espero abajo en cinco.
Hice caso omiso y volví a cobijarme, empecé a sentir mis párpados pesados cuando sentí un frío inmenso y me sentí empapada.
-¡Frida!
-Cállate, no quiero que despierten mis tíos.
-Me acabas de lanzar un balde de agua fría ¿y no quieres que grite?
-Pues no te apuras, date prisa es la última vez que te digo.
Furiosa me meto al baño, quité mi pijama pesada por el agua y rápido abrí el grifo del agua caliente sintiendo un gran alivio. Estuve cinco minutos saboreando la sensación del agua sobre mi cuerpo, al terminar de bañarme cepillé mis dientes y me vestí: unos tejanos, tenis y una blusa sin mangas.
Bajo rápido, me encuentro a mi madre al pie de la escalera con los brazos en jarra.
-¿A dónde vas?
-A la Universidad.
Sonrío normal, pero ella sabe que algo no anda bien.
-Es muy temprano, y sé que te vas por lo de anoche.
-Mamá...
-Estoy muy enojada Karla, quiero saber quién era.
Jugueteo con mis dedos mientras pienso en inventar algún pretexto para cubrir a Frida.
O a Hunter
¡No! El me cae mal, es un tipo despreciable. Así que no tenía porque cubrirlo ¿o si?
-No sé.
-¿No sabes? ¿Metes a hombres que no conoces a casa ahora?
-¿Yo? No...
-Me lo dijo tu prima, anoche metiste a un hombre a la casa. Es el colmo después de lo que ocurrió el domingo.
-¡Fue Frida!
-Que raro porque ella dice lo contrario ¿a quién debería creerle?
-¡A mi, soy tu hija!
No podía creerlo, yo haciéndome líos por seguir cubriendo su estúpida espalda y ella me echaba la culpa para salvar su trasero, y no culpaba a mi madre después de mis momentos de borracheras y desenfrenos era lógico que no me creyera.
-Es la última vez que esto pasa, se vuelve a repetir y te mandaré a estudiar lejos. Karla, es inaceptable que sigas en lo mismo.
-Escucha, ya no quiero discutir ¿vale? Yo sé lo que hago y lo que no, es una lástima que no creas en mí pero, no puedo hacer nada más.
-Deberías comenzar por comportarte como una jovencita decente.
-¡Es lo que intentó!
Azoté la puerta y limpié mis lágrimas.
Lo peor que te puede pasar es cometer un error y perder la confianza de la persona que más amas.
Observo que la camioneta está en constante movimiento, camino hasta allí a paso acelerado.
Abro la puerta y me arrepienti al instante al ver a Frida desnuda sentada a horcajadas encima de Gerard.
-¡Frida! -, grito harta de su actitud. Ella sinvergüenza se ríe y se tapa con la blusa los pechos mientras Gerard se pone como tomate -. ¡Estoy harta de tu puta actitud! ¿Por qué me echaste la culpa de lo de anoche? ¡Fuiste tú quien metió a Hunter aquí!
-¿Qué? -gritó Gerard.
-Cosita, no hagas caso. Está loca y quiere echarme la culpa de algo que ella hizo. Charlie yo no sé de que me hablas.
-¡Vete a la mierda!
Me doy la vuelta furiosa y camino a la salida. Saco de mi bolsa el suéter de lana rosa que me regaló el abuelo cuando cumplí la mayoría de edad, hacía un frío infernal.
Escucho el motor de la camioneta mientras camino con los brazos cruzados por la acera.
-¡No seas así, Karla sube!
No le hago caso y sigo caminando, me detenga en una parada de autobús y Gerard se estaciona frente a mí.
-Charlie, sube no quiero perder mi empleo.
Por suerte veo un taxi y le hago señas para que se detenga, lo hace detrás de la camioneta y me subo rápido. Le indico la dirección al chofer y me recargo en el asiento mientras cierro mis ojos y trato de dormir un poco más.
Era la última vez que cubría a Frida, nunca más me volvería a tratar como su tapadera.
La primer hora de clases no puse atencion, y es que aún sentía el coraje atorado en la garganta pero tenía que concentrarme como fuera.
En la hora del almuerzo ignoré a Frida que reía y se acomodaba el cabello como modelo de revista.
-¿Tienes un mal día? -preguntó Will, dejó la bandeja de su almuerzo en la mesa y se sentó a mi lado.
-¡Odio a mi prima, es una estúpida culo fácil que me mete en problemas cada vez que respira!
-¡Hey, tranquila!
-Tú no sabes lo que es lidiar con una persona así todos los días.
-No, y agradezco tanto no saberlo. Este sábado mis primos y yo nos vamos a reunir en un lugar muy bueno ¿te apuntas?
-No, gracias. La verdad no estoy para salir.
-No seas amargada.
Daisy se sentó con nosotros, traía un plato con una ensalada que no de veía muy rica.
-Tengo que cuidar la línea, la fiesta es en una semana y no puedo seguir así.
-¿Crees que bajaras de peso en una semana?
-Comiendo ensaladas sí.
-Que asco, que bueno que no soy mujer, prefiero comer una hamburguesa doble con papás fritas y no sentir ningún remordimiento.
-Ya somos dos -, digo mientras agarro la pajilla de mi jugo.
-Acabo de encontrar al amor de mi vida.
-¿Qué no era Afrodita?
-Sí, pero nunca me hará caso.
La miró, Afrodita estaba en la mesa del fondo. La observaba con admiración y se notaba que le gustaba mucho. Este hombre desterraba ternura.
-Podemos salir tú y yo.
-¿De verdad?
-Sí, ¿dónde es el lugar donde te veras con tus primos?
-Es el bar de Sophi, los fines de semanas el ambiente se pone genial. O al menos es lo que dicen, yo nunca he ido.
-¡Yo también voy! -grita Daisy.
Claro se estaba ganando la fama de invitarse sola a todos lados.
-Claro, ¿creen que si invitó a Afro me diga que sí?
-Si te soy sincera amigo, creo que no. Pero inténtalo, uno nunca sabe igual y sí.
-Lo intentaré.
Se me hizo raro no ver a Oscar merodeando por aquí, lo busqué por todos lados con la mirada pero no estaba.

Mi precioso problemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora