Perla negra

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Hoy es el día, y siendo sincera no tengo ganas de salir de la cama y mucho menos a una fiesta, pero Daisy se había portado conmigo de maravilla y no iba a pagarle así.

Me levanto de la cama y voy hacia el baño donde ya está la fila afuera para bañarnos.

Las reglas son que utilizan el baño de la más grande a la más chica, y claro tengo que aguantarme.

No iba a ponerme a renegar si la invitada era yo, bostezo y me recargo en la pared aún dormida.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta Rubí que está a un lado de mí.

—Mejor, gracias.

—Mi hermano preguntó por ti —me golpea con su hombro, sonrío nerviosa y bajo la mirada.

Sophi sale del baño y corre a su cuarto, es el turno de Zafiro quien entra rápidamente. Nos quedamos Rubí, Esmeralda y yo.

—¿Hunter estuvo aquí? —vuelve a preguntar.

—Ah, no sé me quedé dormida desde temprano.

Se encoje de hombros, Esmeralda brinca porque le anda del baño, sonrío y me quedo ida mientras recuerdo lo que pasó anoche. 

Él dijo que ojalá algún día lo entienda.

¿Qué tengo que entender?

—Rubí ¿cómo se llama el lugar dónde trabaja Hunter? —Frunce el entrecejo—. Es para agradecerle que se preocupara por mí, es que casi no lo veo ya sabes.

—Entiendo, se llama Blue Scar.

¡Sí! Al menos ya tengo el nombre, ahora lo que queda es ir y saber de una vez por todas de que se trata.

Esperamos en silencio, cuando es mi turno entro rápido y me deshago de la pijama.

Definitivamente tengo que idear un plan para poder entrar a ese lugar sin que Hunter se entere, ¿pero cómo?

Trato de pensar mientras el agua tibia recorre mi cuerpo.

Pero él dijo que hoy me diría todo lo que yo quiero saber, lo prometió y espero que cumpla, mientras pienso hacer una lista de todos sus misterios.

Salgo con una toalla en mi cuerpo y la otra en mi cabeza, camino descalza hasta la habitación.

Suspiro inconforme porque toda mi ropa sigue en mi casa.

—¡Charlie abre! —chilla Rubí.

Abro sólo una pequeña parte, sonríe y me muestra una bolsa de regalo roja.

—Traje esto para ti.

—¿Para mí?  No era necesario Rubí.

Empuja la puerta y entra.

—Claro que es necesario, sé que llegaste aquí sin nada y por eso decidí adelantar tu regalo.

Me entrega la bolsa, la dejo en la cama y la abrazo, está mujer es una maravilla y ya es como mi hermana. Y no por el regalo, sino por todas las lindas palabras y momentos que me dedica.

—Muchas gracias Rubí.

—Para mí es un placer —besa mi mejilla y se separa de mí—. Bueno, te dejo para que te vistas, pero no hagas nada más que del maquillaje y cabello me encargo yo.

Guiña un ojo y sale, me dejo caer en la cama y miro el techo, es curioso que hace semanas estaba en mi cuarto escuchando música y emocionada por mi primer día en la Universidad y ahora..., en una casa que no es mía, sin saber de mis padres y por supuesto sin estudios.

Mi precioso problemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora