En la Casa Búho, se veía que en donde era la sala del lugar iba caminado hacia el sillón una mujer de piel pálida con el cabello muy largo de color grisáceo, sus ojos de color dorado mostraban cierta fatiga y cansancio.
Llevaba puesta una blusa de manga larga color morada, junto a una larga falda azul y unas pantuflas amarillas, mientras tenia una taza a la mano.
La mujer responde al nombre de Eda Clawthorne, también conocida como la Dama Búho.
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-Ah, nada como una deliciosa taza de sangre de manzana para poder comenzar el día. -dijo Eda para si misma para luego darle un sorbo a su taza.
Y sin mas, la bruja se sienta directamente hacia el sillón pero, al momento en el que lo hace siente como alguien se sube al mueble y se pone a un lado, lo cual hace que deje salir un bufido de su boca.
Se hacia una idea de quien era, voltea a ver y nota que acostado a su lado se encontraba un pequeño ser peludo con un cráneo sobre su cabeza y en el cual se notaba dos cuernos aunque uno le faltaba, ademas de pelaje oscuro.
Ese pequeño era King, quien se hacia llamar el Rey de los Demonios.
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-A veces no entiendo como puedes dormir tanto. -dijo Eda para luego voltear a otra parte, pero al hacerlo se percata de que faltaba algo, o mas bien alguien. -¿Luz aun no se ha despertado? -pregunto a la vez que arqueaba una ceja.
-De hecho por eso es que estoy aquí ahora, cuando me levante ella ya no estaba creo que ya va rato desde que se levanto. -dijo King a la vez que se volteaba a ver a la bruja.
Escuchar eso ultimo hizo que la Dama Búho abriera un poco los ojos pero, antes de poder hacer algo se percata de que sobre la mesa de la sala había una nota.
-Hm, ¿que es esto? -pregunto Eda para si misma a la vez que agarraba la nota.
La bruja desdobla la hoja de papel de manera que la lee, y al terminar de hacerlo deja salir un quejido que fue escuchado por el pequeño demonio.
-¿Que pasa? -pregunto King a la vez que se acomodaba para poder estar sentado sobre el sillón.
En lugar de responder, Eda le pasa la nota y el pequeño demonio la toma entre sus garras y, al terminar de leerla también se le notaba cierta mirada de incredulidad en sus ojos.
