𝐗𝐗𝐈𝐈

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𝐌𝐢𝐬𝐞𝐫𝐢𝐜𝐨𝐫𝐝𝐢𝐚


El metal se sentía frío en sus muñecas, y el ardor en su nuca, le produjo una jaqueca que no se quitaría fácilmente. Recuerda poco después de haber pisado la propiedad abandonada. Ahora abre sus ojos y todo lo que ve es oscuro, intenta removerse, pero descubre que sus muñecas están encadenadas y que las mismas cadenas están incrustadas al fuerte concreto. Intenta alar de ellas, pero le es imposible retirarlas.

—Dios Styles...tan ruidoso como te recuerdo de pequeño—se escucha una voz rasposa haciendo referencia a sus años de infancia. Harry entrecierra los ojos en un intento de visualizar al hombre.

—¿Dónde está Louis? —exige, descubriendo su voz mucho más profunda de lo normal, probablemente por su garganta seca.

De la nada sintió el impacto del hierro contra su pierna, el aire abandonando su pecho en forma de jadeo adolorido.

—Silencio muchacho... aquí tú no tienes voz ni voto, solo obedeces en silencio o puede que tú maricón salga perjudicado—menciona con desagrado remarcando las palabras ofensivas.

Simón, un hombre de aspecto espeluznante, capaz de producir arcadas con su actitud petulante, se hizo ver al lado de una silla ocupada por un pequeño cuerpo sucio y sangrante. Harry sintió su cuerpo frío cuando casi no reconoce a Louis; grandes ojeras abultadas y rojas bañadas en lágrimas, cabello desecho y lo que definitivamente era un corte que no dejaba de sangrar en su ceja hinchada. Para Harry, no pasó desapercibido la inclinación hacia un lado de su cuerpo, como si apoyarse de ese, hiciera que el dolor se fuera.

Su corazón se rompió en pedazos que caían como una fina vajilla al suelo, cuando al ver que le quitaban la mordaza de la boca, el gran moretón en su barbilla se hizo visible, su labio roto y el raspón en su mejilla.

Dios, ¿Qué le han hecho?

Rápidamente se puso en pie y halo las cadenas para intentar acercársele y consolarlo; el sonido estridente de las cadenas chocando escuchándose en todo el lugar como un eco interminable. Un eco como el de su voz en su mente dando crueles declaraciones de su culpabilidad. Él. Un cruel humano que había dejado que su Dios sufriera. Solo él había sido el culpable de su estado.

—Harry...—mencionó Louis, como el susurro más doloroso.

Harry miró al tipo a su lado, y con mirada suplicante, rogó en silencio por la libertad de su amado; las palabras que le siguieron a su súplica ocasionaron que sus esperanzas cayeran en picada.

—Dicen que no siempre se puede obtener lo que se quiere, pero yo veo que mis sueños se están cumpliendo ahora mismo. —Simón dio pequeños pasos altivos hacia él. —Te voy hacer sufrir, Styles... tu padre en su tumba querrá quitarte el dolor que sentirás. Haré que llores con lágrimas de sangre—lo tomó por la quijada levantado su rostro con una gran sonrisa petulante en su vieja cara. Harry apretó su mandíbula con fuerza y en un compulsivo movimiento, escupió con fuerza al hombre. Harry no tuvo tiempo de reaccionar cuando Simón tomó la varilla de hierro a su lado y le proporciono otro golpe en el costado izquierdo de su cuerpo, haciendo que sus piernas cedieran y quedará suspendido solo de sus muñecas ya débiles y maltratadas.

Escuchó el fuerte sollozo proveniente de su chico, sentado en aquella silla en medio del gran cuarto.

—¡Ya déjalo! — gritó el castaño con voz rota al verlo, su mente en estos momentos no procesaba otra cosa que no fuese el hombre lastimado frente a él, su corazón dolía ante los recuerdos, pero su mente anhelaba verlo a salvo— por favor...ya déjalo.

Simón lo ignoró acercándose al oído del mayor...susurrando:

—Espero que con esto aprendas la lección que no pudiste aprender cuando maté a tu padre—Harry levantó su mirada dedicándole odio puro en ella, odio que lo hacía levantarse con las pocas fuerzas que tenía, logrando sostenerse sobre sus pies nuevamente.

𝐑𝐞𝐯𝐞𝐥𝐚𝐭𝐢𝐨𝐧 𝐢𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐢𝐠𝐡𝐭 𝐨𝐟 𝐝𝐚𝐲.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora