12. HELEN. Acoso.

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«Los celos son los hermanos del amor, como el diablo es hermano de los ángeles»

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«Los celos son los hermanos del amor, como el diablo es hermano de los ángeles».

Stanislas de Boufflers

(1738-1815).

—¡No sé, trillis, por qué he dejado que me convencierais de asistir a esta bacanal! Es una pena que mi novio tuviera que estudiar para el examen de mañana —se queja Helen y observa con el ceño fruncido cómo se divierten los universitarios que abarrotan el lugar—. Este es más vuestro rollo. ¡Menos mal que no le hemos dicho nada a Ágape!

     Analiza con gesto de desagrado el modo en el que el grupo de estudiantes de primero y de segundo —situados en el lado derecho de la sala— compiten para determinar quién se emborracha más rápido al beber directo del barril de cerveza. Mientras, del lado izquierdo, los del último año juegan a los dardos: antes de cada tirada se zampan un par de chupitos de tequila para que el reto sea más difícil.

—¡Hola, Daniel! —lo saluda, coqueta, la dueña de la mansión—. Me alegro de que hayas podido venir con tus hermanas.

—El placer es mío —le responde él y le acaricia el rostro.

—¡Excelente fiesta! —exclama Helen con ironía.

—¡Me alegro de que te guste! —le agradece la muchacha sin percibir el matiz de la voz—. Mis padres se han ido de viaje durante un mes. ¿Qué mejor manera de festejarlo? —Lanza una carcajada—. Podéis ir a la piscina, allí se está genial. Aunque te aviso, Daniel, que una legión de chicas espera para ver cómo te quitas la camiseta y el pantalón. —Le guiña el ojo, seductora, antes de dejarlos para ir a recibir a los nuevos invitados.

—Apuesto a que hoy terminas encamado con esta tía. —Helen suelta la risa—. Antes me quejaba, pero cualquiera resulta mejor que tu último rollo.

—¡Por favor, hermanita, ten un poco de piedad! —Daniel hace la señal de la cruz—. Intento olvidarme lo más rápido posible de que me he acostado con la hija del Diablo. ¡No me lo refriegues por la cara cuando pretendo divertirme!

—¡Qué cruel eres, Helen! —Elizabeth le tira del cabello—. Todos cometemos errores, no es necesario recordarle los suyos.

     Como siempre la chica se mantiene leal. Mientras, trata de no pensar que ella la ha liado más... Pero sin éxito porque no consigue olvidarse de Satanás. «¡Yo he metido la pata peor que Daniel! Me he acostado con el Mal Personificado, lo que casi me convierte en la madrastra de Dominatrix. ¿¡Cómo he podido ser tan idiota!?»

—Gracias, Liz. —El trillizo le da un beso en la mejilla.

—Y no te preocupes, campeón, un clavo quita otro clavo. Te prometo que hoy conocerás a una tía guapísima y que te olvidarás en un santiamén hasta del nombre de la diablesa. —«¡Ojalá mi consejo funcione también para mí!», reflexiona esperanzada.

Los hijos del viento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora