16. ELIZABETH. Tentación diabólica.

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«A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante»

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«A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante».

Oscar Wilde

(1854-1900).

Todos los miembros de la familia Van de Walle se hallaban convencidos de que la cabezonería de Danielle algún día conseguiría revivir a Nathan. En un hipotético futuro, claro está, ninguno esperaba que, justo esa jornada, regresarían con él como si el tiempo nunca hubiese transcurrido.

—¡Papá! —Los trillizos chillan y se tiran en los brazos del hombre—. ¡No te imaginas cuánto te hemos extrañado! —Sincronizados, hablan al unísono.

     El periodista siempre los protegía en su labor como ángel y no había dejado de verlos, pero al sentir la consistencia del abrazo y el sentimiento de felicidad que sustituía a la sensación de paz, recién ahí se alegra de haber vuelto a la vida. Tiene muy claro que el tiempo, implacable, ha transcurrido. Y que su relación con Danielle ha cambiado para siempre, aunque su labor será similar porque se halla decidido a ser el pegamento que una a la familia durante las próximas pruebas a las que se verán sometidos.

—¡Te extrañé tanto, papá! —Liz lo ciñe más que ninguno—. ¡Lamento muchísimo que no te hayamos podido traer antes!

     A Elizabeth le llama la atención que Ágape se mantenga al margen, tal como si el asunto no fuese con ella. Sobre todo porque su participación ha sido crucial y es la que ha marcado la diferencia con los intentos anteriores.

     Así que para animarla exclama:

—¡Pequeñaja, lo has conseguido! ¡Eres una crack!

     Pero su hermana se remueve, incómoda, y da la impresión de que desearía estar a miles de kilómetros de distancia. «Bueno, hay que entenderla», piensa comprensiva, «Ella no conoció a nuestro segundo padre y quizá todo este alboroto le parece desproporcionado. Nosotros tres sí recordamos cada instante gracias a nuestra memoria fotográfica».

     Poco a poco los trillizos dejan espacio para que Willem salude a su antiguo amigo y rival.

—¡Madre mía, qué joven estás! —La queja le sale del alma—. ¡Parezco tu padre!

—La edad es solo un número. —Lo tranquiliza Nathan y lanza una carcajada—. Te ves genial, Will.

—Espero que esto no te lleve a que te hagas una segunda cirugía estética este año, cielo —lo previene la médium, preocupada—. Recuerda que me gustas tal como eres, te ves muy sexy.

—Lo tendré en cuenta, mi amor —le replica con una sonrisa, aunque Liz tiene claro como el agua que en cuanto pueda correría a hacerse otra para no quedar desfasado.

—¿Alguien le ha avisado a Cleo? —inquiere Danielle, burbujeaba de tanta alegría.

—¡Yo! —le responde Daniel—. ¡Le acabo de enviar un video y vienen todos hacia aquí!

Los hijos del viento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora