5. ELIZABETH. El entrenamiento.

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«Muchos caminos conducen a la Iluminación, pero en el fondo solo hay dos: la razón y la práctica»

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«Muchos caminos conducen a la Iluminación, pero en el fondo solo hay dos: la razón y la práctica».

Bodhidharma, también llamado Da Mo

(siglo VI).

Elizabeth está en la gloria. Se ciñe con fuerza a la cintura de su acompañante mientras recorren la carretera tradicional a velocidad de vértigo montados en la Harley Davidson. Luego doblan a la derecha, entran en el camino de asfalto que conduce a Pembroke Manor y el motorista efectúa un derrape a pocos metros de su familia. Liz se baja de la moto, se quita el casco y agita la melena rubia igual que las protagonistas de las películas de la década de los ochenta del siglo pasado.

—¡Llámame, nena! —El hombre le da una nalgada a modo de despedida—. ¡Y repetimos esta noche salvaje!

—¡Claro, cualquier día te telefoneo! —le miente Elizabeth con desparpajo y esboza una amplia sonrisa.

     Su ligue le guiña un ojo avellana y prepara la moto en tercera marcha. Acto seguido se pone de pie y flexiona un poco las rodillas. Luego sale a todo gas y esta se posa sobre la rueda trasera. Y hace caballitos con la Harley Davidson y da fuertes acelerones para avanzar por el camino de regreso.

—¡Bravo! —La recibe Helen, aplaude con ganas—. ¡La tuya sí que ha sido una entrada triunfal! Lo único que no entiendo es por qué odias los coches voladores eléctricos y prefieres una monstruosidad tan poco ecológica como esa. ¡Encima, onda retro! ¡¿No has cabalgado bastante durante toda la madrugada?!

—¡Mira quién habla! —Elizabeth suelta una carcajada—. Montasteis un espectáculo en el pub y luego os fuisteis a las corridas. —Le echa un vistazo al vikingo, quien un poco apartado de ellas le enseña a su hermano Thomas cómo utilizar la espada—. Yo conocí a un tío encantador, con unos ojazos verdes que me hacían temblar las piernas. Como me dejasteis de niñera no pude irme con él y ni siquiera sé cómo se llama. ¡Qué desperdicio! Después de dejar a la pequeñaja en casa llamé al de la moto para sacarme las ganas, pero no había ni un ápice de la misma magia... Por la cara de satisfacción que lucís Bjørn y tú, deduzco que habéis hecho lo mismo que yo y que os fue mejor que a mí.

—Luego hablamos. —Helen efectúa un gesto en dirección a Ágape, que las escucha atenta.

—Hablando de montar... —las interrumpe la menor y las mayores la observan como pilladas en falta—. Hoy quedé con Daniel para ir a hacer equitación y me ha dejado plantada. Además, siempre es el primero en llegar a los entrenamientos y todavía no ha venido. ¡Estoy muy preocupada! Nuestros enemigos son peligrosísimos y le puede haber pasado algo malo.

—No te inquietes, pequeñaja. —Elizabeth le da un abrazo para tranquilizarla—. Ya viste cómo se comportaba ayer con la pelirroja, seguro que la noche no le alcanzó.

—Justo por eso es por lo que tengo miedo —insiste Ágape con tono apremiante—. ¿Y si esa chica le hizo algo? Traté de advertirle que no se fuera con ella porque tenía alrededor un aura negra y roja, pero Daniel no le dio importancia.

Los hijos del viento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora