2. HELEN. Conjuro de amor.

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«Un mundo nace cuando dos se besan»

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«Un mundo nace cuando dos se besan».

Octavio Paz

(1914-1998).

—¡No puede ser, otra vez vamos vestidas iguales! —Se horroriza Helen y levanta tanto los párpados que los ojos parecen salírsele de las órbitas.

—Creo que la próxima ocasión primero deberíamos acordar qué ropa llevará cada una —le replica Liz, y, divertida, lanza una carcajada.

     Las dos se han puesto el mismo top blanco e idénticos pantalones ajustados en tono fucsia. Además, llevan el pelo recogido en una coleta con una cinta rosa eléctrico. Y se han pintado los labios con la barra marca Illamasqua.

—Sí, será lo mejor. —Helen apoya los brazos sobre la barra y esconde la cabeza entre ellos, parece un avestruz cuando la entierra en la arena para dar vuelta los huevos—. Ya nos ha pasado demasiadas veces.

—¿Y Bjørn?

—Se ha quedado con Daniel. Están ahí. —Helen señala hacia la derecha, cerca de la entrada—. Se supone que vinimos aquí para analizar el ambiente y ver cómo podemos utilizar nuestros trillipoderes para salvar a la gente. Así que más vale que lo hagamos antes de que nuestro hermano se enrolle con alguna tía y nos deje tiradas. También se nos ha sumado Thomas cuando supo que Ágape venía. ¿Dónde está la pequeñaja?

—Ha visto de lejos al hermano de Bjørn y se ha escondido en el baño —Elizabeth mueve la mano y le susurra—: ¿A que es guapo el chico de la mesa verde? —Se pone recta como una tabla, saca pecho mientras lo observa y le sonríe—. En cualquier momento se acerca, llevamos un rato así.

—Es guapo si te gustan los morenos con pinta de haberse criado entre osos. —Efectúa una mueca despectiva y Liz no la contradice porque es altísimo, demasiado musculoso y luce un estilo descuidado—. Yo prefiero a mi rubio igualito a Thor. —Clava la vista en Bjørn con adoración—. Voy a bailar para que se dé por aludido y venga.

     Helen se mueve en el sitio al ritmo de la música. Uno de los objetos esféricos que flotan y emiten luces con los colores del arcoíris —son altavoces al mismo tiempo— se le detiene al lado y aumenta el volumen al máximo.

—¡Sal de aquí, maldita mosca, no nos dejas hablar! —Le grita la muchacha a la bola y le da un golpe para que se aparte.

—¡Maleducada, me estropearás el metal! —la regaña el altoparlante y mientras se aleja refunfuña—: ¡No me han comprado para sufrir estas humillaciones!

—¿Bjørn todavía no te ha insinuado nada? Porque en los últimos tiempos utilizas la artillería pesada cuando te vistes y no dejas de coquetear con él. —Liz le da un trago a su cóctel y pide uno para la hermana, como si la escena con el artefacto no hubiese tenido lugar.

Los hijos del viento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora