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Mina entró con una amplia sonrisa al hospital, era la tercera vez en la semana que iba, para ver a una chica muy especial, llevaba una bolsa de regalo con algo que había hecho específicamente para ella.
Saludo a las enfermeras en su paso y a los doctores que cada tanto también aparecían.
Habían pasado varios años desde que se había curado, su vida era más que buena, estaba feliz y no había nada de que quejarse al respecto, así que era muy usual que cargara con una sonrisa en su rostro.
Volvió a la sala, donde una vez ella y su esposa también estuvieron, y fue hacia la habitación que conocía bien.
—¡Mina!
Al verla entrar, la menor alzó sus brazos y sonrió ampliamente.
— Hola de nuevo, Heekie— Mina fue a abrazarla, dejando un beso sobre su cabeza de forma maternal.
Había conocido a Heejin hacía unos cuantos meses, la joven tenía quince años y se había identificado con ella de forma inminente, la menor tenía lo mismo que una vez tuvo ella.
Comenzó a hablar con ella ha pedido de los médicos, tener a alguien que se había curado de lo mismo le daría esperanzas, y más energías, cosa que en ese momento necesitaba.
Sé sentó en el borde de la camilla, extendió el regalo hacia ella.
— Me dijiste que te gustaban los conejos, Heejin— dijo, y la menor tomó el regalo rápidamente y lo abrió con emoción, tomando lo que había en su interior, lo que vió más grande primero, tardó unos segundos en ver que era un gorro, otro gorro (porque la mayor le había regalado otro gorro tejido antes), pero este era más especial y bonito, era de color blanco y unas largas orejas de conejo caían a los costados de su rostro, tenían un trozo de tela de color rosa en la parte interna, imitando el interior de las orejas, dándole un pequeño detalle bonito.
Heejin rió y se lo colocó con alegría, tomando las orejitas y jugando con ellas.
— Es muy lindo, Mina, muchas gracias— dijo, con rubor en sus mejillas y sus grandes ojitos brillando con fascinación.
— También hay algo más~ — canturreó, haciendo que Heejin volviera a atacar la bolsa de regalo, encontrando un pequeño y adorable muñequito, también tejido y hecho a mano, un lindo conejo de color marrón, un poco más grande que el tamaño de su mano—. Ese lo hizo Nayeon, no sé hacer juguetes.
Heejin rió y lo apretó entre sus manos, era suave y hasta relajante, le serviría mucho para apretar cuando se ponga nerviosa por las agujas o la quimioterapia.