Capítulo 10: Realmente suave

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Marinette se quitó la chaqueta y la dejó con cuidado sobre la balaustrada. Después avanzó unos pasos hasta situarse ante Cat Noir y le dirigió una sonrisa interrogante.

–Y ahora, ¿qué?

El chico le devolvió la sonrisa. Le tomó la mano y se la colocó sobre su propio hombro; después la sujetó con delicadeza por la cintura. Marinette frunció el ceño, porque aquel gesto le había resultado extrañamente familiar; pero Cat Noir habló entonces, atrayendo de nuevo toda su atención.

–Vamos a bailar un vals.

–¿Un... vals? –repitió ella, alarmada–. Pero...

–Uno de los más hermosos valses vieneses jamás compuestos, si me permites la apreciación.

–Pero...

–Parece lo más apropiado, teniendo en cuenta el lugar, las circunstancias... y la compañía –añadió con suavidad, y Marinette se quedó sin palabras un momento.

Recobró el habla, sin embargo, cuando Cat Noir empezó a tararear una melodía y a moverse por la terraza, arrastrándola con él. Marinette lanzó una exclamación de sorpresa.

–¡Pero yo no sé bailar esto!

–No te preocupes –sonrió Cat Noir–, yo te guiaré. Solo tienes que seguir mis pasos.

Marinette respiró hondo y se esforzó; pero trataba de prestar atención a los pies de su compañero, a sus propios pies... y al hecho de que la voz de él sonaba increíblemente dulce mientras cantaba.

Probablemente fue esto último lo que le hizo perder la concentración del todo. Tropezó con sus propios pies, resbaló y se precipitó al suelo con un grito.

Cat Noir la recogió antes de que cayera.

–Cuidado –murmuró.

Ella se sintió muy avergonzada.

–Lo siento, es la primera vez que hago algo así.

–No pasa nada. Ven, vamos a empezar desde el principio. Y esta vez lo haremos bien.

La levantó sin esfuerzo y la depositó sobre la balaustrada. Marinette se quedó allí sentada, sorprendida, y lo observó mientras él desprendía el bastón de su espalda.

–¿Qué estás haciendo?

Pero Cat Noir estaba concentrado buscando algo en la pantalla del dispositivo y no la escuchó. Por fin asintió, satisfecho, y colocó el bastón vertical sobre la balaustrada. Se separó unos pasos de Marinette y aguardó un momento frente a ella, con la espalda recta y una sonrisa en los labios.

–¿Qué...? –empezó Marinette.

Y entonces el bastón de Cat Noir empezó a emitir los primeros compases de la melodía que había estado tarareando, y ella lo comprendió de pronto.

–¿Tienes esa música en la lista de reproducción de tu bastón? –se sorprendió.

–Por supuesto –respondió él, avanzando hasta ella–. ¿No he mencionado ya que es mi vals favorito?

–Pero...

Cat Noir se inclinó galantemente ante ella y le ofreció la mano. Marinette sonrió y le tendió la suya, aceptando la invitación. Él tiró suavemente de ella para ponerla en pie, y después la condujo de la mano hasta el centro de la terraza. Luego se detuvo ante ella y, nuevamente, le dedicó una profunda reverencia. Marinette se sujetó la falda del vestido con la punta de los dedos y se inclinó a su vez. Cat Noir sonrió; sus ojos irradiaban calidez y alegría, y ella supo que había acertado con el gesto.

vals después de media noche ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora