Capítulo 16: Y es tan hermoso.

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Adrián llegó temprano al colegio el lunes siguiente. Apenas había gente en el patio, pero localizó a Marinette sentada en un banco, dibujando en su cuaderno con una sonrisa soñadora en los labios y las mejillas ligeramente arreboladas.

Adrián se acercó unos pasos, pero se detuvo, dudoso, y la contempló con cierta añoranza. Aunque ella decía que todo estaba bien entre los dos, el chico la echaba de menos. Era cierto que siempre habían tenido problemas de comunicación (y ahora ya sabía por qué), pero en su corazón había nacido la esperanza de que todo se solucionase ahora que habían aclarado las cosas. Sin embargo, Marinette parecía distante. No lo evitaba, y tampoco se negaba a responder a sus mensajes, pero él tenía una extraña sensación de pérdida. Quizá era porque, antes de la fiesta que lo había cambiado todo, Marinette siempre había estado allí, a su lado, tímida y silenciosa como un ratón. Y, aunque él no solía ser consciente de su presencia, ahora que ella ya no estaba tan pendiente de él, empezaba a descubrir que le faltaba algo.

Suspiró para sus adentros. La noche de la fiesta, mientras bailaba con ella como Cat Noir, había sentido una conexión especial entre los dos, como si fuesen dos piezas de rompecabezas que encajasen a la perfección. Había llegado a creer que, aunque Marinette tuviese problemas para conectar con Adrián Agreste, su relación con Cat Noir podía ser mucho más cálida, fluida y sincera.

Pero aquel sueño se había desvanecido en el mismo momento en que Marinette había descubierto su identidad. Ahora que sabía que Cat Noir era Adrián, ya no volvería a tratarlo del mismo modo.

No obstante, Adrián evocaba a menudo el baile que habían compartido y se aferraba a la esperanza de que no hubiese sido un espejismo, de que las cosas pudiesen ser así siempre entre los dos. Aún escuchaba la risa de Marinette en sus oídos y podía ver en su recuerdo el brillo de sus ojos y su alegre sonrisa mientras ambos se movían por la terraza al ritmo del vals...

–¡Adrián!

El chico volvió a la realidad. Marinette había alzado la cabeza y le sonreía, y él sintió un súbito calor en las mejillas.

–¿Cómo...? Disculpa, me había distraído. ¿Qué decías?

La sonrisa de Marinette se ensanchó.

–Que buenos días.

–¡Ah! –Adrián sonrió también–. Buenos días a ti también.

Marinette consultó la hora en su móvil y se volvió de nuevo hacia su amigo.

–Hay algo que quiero decirte... ¿podemos hablar un momento?

Adrián se animó.

–¡Claro!

–Entonces acompáñame a las taquillas, por favor.

Intrigado, Adrián fue tras ella. No sabía de qué quería hablarle, pero la habría seguido hasta el fin del mundo. Porque Marinette le hablaba con seguridad y confianza, sin tartamudear, y en su corazón había encendido la esperanza de que las cosas, después de todo, sí pudiesen mejorar entre los dos.

Marinette abrió su taquilla, sacó del interior un paraguas negro y se lo tendió.

–Toma, esto es tuyo –le dijo.

Adrián parpadeó, desconcertado.

–¿Cómo? ¿Mío?

–Me lo dejaste el día que nos conocimos –le explicó ella–. Y nunca llegué a devolvértelo, así que he pensado... que ya era hora de hacerlo.

El chico arrugó el ceño, pensando.

–¿El día en que nos conocimos? No lo recuerdo. Lo siento, Marinette –se apresuró a añadir, al ver que ella parecía apenada.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2022 ⏰

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