Enfrentarme a los cambios me daba miedo.
Siempre he tenido la sensación de que los cambios tienen un significado malo. No saber cómo redirigir mi vida me aterrorizaba.
Cuando me asomé por la ventana pude ver el exterior. Aquella calle donde había pasado tantos momentos. Momentos que habían quedado tan solo en el recuerdo. Desde pequeña había observado el mundo desde ahí, la diferencia es que sabía salir y disfrutar el momento, ahora prefería quedarme en aquellas cuatro paredes.
Tomé mi móvil. No había nada.
Llevaba meses esperando una llamada, tal vez un mensaje. Pero nada. Ya no había nada.
Aquella mañana había sido mi hermana la que me había obligado a levantarme de la cama. Otras veces eran mi padre, Danna o María quienes lo hacían.
Mis dos amigas, al principio del verano, me obligaban a avisarles de cuando me despertaba, ahora se había convertido en algo habitual. La mayor parte del verano la había compartido con ellas. Aunque también había estado con Jose, Joan y Matteo.
Mi padre empezó a estar más en casa, por las mañana me preparaba el desayuno y muchas noches nos íbamos juntos a pasear con Luna. Mi madre, en cambio, seguía igual de distante que siempre. Incluso llegó a decir que sabía que pasaría. Sin embargo, estaba contenta de que hubiese ido algunas mañanas a la empresa de mi padre.
Y en cuanto a Michelle, me enviaba todos los días un video. Unos días eran de ella hablado, otros de algo gracioso que solo las dos entendíamos.
Fueron ellos los que me hicieron darme cuenta que por más sola que me siéntese, no era cierto. Los tenía a ellos.
Mi teléfono empezó a sonar de la nada. Me había quedado mirándolo fijamente.
- ¿Si?
- ¿Noa?
-Britney, perdona no tenía tu número agregado.
-No te preocupes- se rió un poco- ¿qué tal todo?
-Bueno, Dylan y yo...- empecé a decir, pero no me dejó terminar.
-Lo sé, lo siento mucho.
¿Por qué cuando perdemos a alguien nos piden perdón?- me pregunté a mi misma.
-No te preocupes. Por lo demás, creo que bien, podría haber sido peor. ¿Qué tal el tuyo?- le pregunté.
-Bastante bien, ya sabes, como todos los años.
-Me alegro mucho, Brit.
Estuvimos hablando unos minutos más hasta que una voz de un chico la llamó. Supuse que era el mismo que la recogía del instituto, que fue al baile con ella y que salía en muchas de sus fotos.
Dejé el teléfono a un lado de la mesa y me senté en el borde de la cama. Mi guitarra fue lo primero que vi. Llevaba meses intentando tocar algo, pero no podía. Era como si entre las dos hubiese una capa que no me permitía tocar ni un solo acorde.
Luna chupó con cuidado mi mano y me miró echando la cabeza a un lado. Le sonreí un poco. No me gustaba que me viese mal, y aunque lo intentaba disimular, ella seguía notándolo. Acaricié el punto exacto de su cabeza donde sabía que le encantaba que lo hicieran. De un salto subió a la cama y se acurrucó encima de mí.
-Eres muy vaga- le dije y ella ladró en forma de respuesta.
Yo también lo era. Aquellos meses había estado más tiempo tumbada que de pie. Por algo dicen que los perros son un reflejo de sus dueños.
No sé ni siquiera como me quede durmiendo, pero recuerdo despertarme y ver que habían pasado dos horas desde que hablé con Britney. Tenía un mensaje suyo.
Brit: Por cierto, no te lo he dicho, dentro de una semana hay una fiesta en mi casa. Estáis más que invitados todos.
Las fiestas de inicio de curso empezaban a tener fecha y mi calendario empezaba a llenarse. No había dicho que no a ninguna fiesta desde principio de verano. Era una de las formas de distraerme y no pensar tanto.
El curso iba a empezar en apenas dos días y pensar que tendría que volver a la rutina y decidir mi futuro en apenas cuatro meses me consumía la poca energía que me quedaba. Le había prometido a mi padre que antes de empezar el instituto iría al menos una vez más a la empresa para ayudarle y aprender algo más. Aunque aún no tenía claro lo que iba a estudiar me animé a pasarme por allí unos días. Pensé que tal vez así me decidiría.
Bajé con Luna para salir un rato a pasear por las calles de dónde vivíamos. Al salir de casa vi a Lucas, el hermano de Dylan, en el jardín. Se encontraba sentado mirando al suelo, ni siquiera había levantado cabeza al escuchar el ruido. Creo que pude entender cómo se sentía. Y a pesar de no haber vuelto a hablar con su hermano mayor, sentía que debía acercarme a él. Por un momento pude verme a mí en él.
-Hola Lucas- le saludé acercándome con Luna, quién se acercó rápido a él.
-Hola- me saludó cuidando sus palabras. A pesar de ser seis años menor que Dylan sabía que nuestra relación no había acabado bien.
-¿Estás bien?- me senté a su lado.
Noté como me miró disimuladamente.
-Es curioso que lo preguntes tú- lo miré.
Por un momento sentí estar hablando con Dylan. Creo que nunca había sido consciente de que Lucas no era tan niño como pensaba. Lo había visto crecer tras la sombra de su hermano. Pues, mientras todos estábamos pendientes al mayor de los Jones, él tan solo podía seguir de la mejor manera posible. Y ahora que él se había ido todo era diferente.
-Todos nos podemos permitir estar mal de vez en cuando- le dije.
-Pero tú estás mal por él.
-¿Y tú?- él negó.
Me acerqué a él y lo acurruqué un poco en mí.
-¿Por qué no hablas con él?- me preguntó- él... Él siempre hablaba muy bien de ti.
-A veces hay que dejar ir a algunas personas.
-Pero todavía no lo has hecho, porque sigues mal por él.
-Aún me quedan muchas heridas que curar.
-Lo harás, poco a poco.
Le di un pequeño beso en el pelo. No sabía mucho del pequeño Lucas. Sabía lo que las madres siempre cuentan de sus hijos. Pero algo que tenía claro era que tanto él como yo echábamos de menos a Dylan.
Al cabo de un rato el moreno entró para cenar algo y yo empecé a pasear con mi perrita por las calles. Todo estaba oscuro, lo único que iluminaba la oscuridad eran las farolas y la Luna. Siempre me había atraído el satélite de la Tierra, pero últimamente era algo parecido a una pequeña obsesión.
Era bonito pensar que a pesar de que el perímetro de la Tierra es de 40.075 km, que existen en ella 7,9 billones de personas y que cada una de ellas tiene su vida, todos vemos un único cielo. En el mismo momento que yo miraba la Luna pidiendo respuestas, sabía que había muchas otras que también lo hacían. ¿Y quién sabe? Quizá en algún momento la respuesta llegaría a mí.
Cuando quise darme cuenta estaba corriendo por todo el barrio detrás de Luna. Siempre me pasaba cuando salía a pasear con ella sin correa. Sinceramente empecé a pensar que lo hacía apropósito para obligarme a hacer ejercicio.
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La Estrella De Al Lado #2
Teen FictionTras uno de los veranos más difíciles, Noa vuelve a iniciar un nuevo curso. Esta vez no estarán todos sus amigos para allanar el camino y todas sus decisiones marcaran del todo su futuro. Puede que no todo sea tan dificil como ella pensaba. ¿Es el a...