009

23 4 1
                                    

Dylan POV

Tras hablar con Noa pensé que me sentiría mal. Pero realmente no fue tan malo como pensaba, al menos no me había puesto a llorar. Sé que ella pudo sentirse incomoda, seguro que se había sentido así, por eso no insistí en hablar. Tal vez solo necesitaba eso, llamarla, escucharla y seguir. Por lo menos me había devuelto la llamada. ¿Lo habría hecho hace un mes?¿Qué habría pasado si me hubiese quedado en California?¿Habría vuelto Noa a sonreír como siempre? No lo sé, y no lo sabía. Simplemente decidí seguir con mi día, sin preguntas y tampoco respuestas.

Al salir de mi habitación, Joan seguía durmiendo, esta vez en su habitación y no en el sofá del salón, como en otras ocasiones. Desde que llegamos a la universidad, él había decidido crear una especie de rutina y llevar a cabo una serie de cambios, a los que yo poco a poco también me iba integrando. Ya no íbamos a entrenar, nuestra época de futbol americano había acabado, al menos juntos, porque Joan seguía jugando, aunque ahora lo hacía en el equipo de Harvard. Así que, aparte de entrenar, algunos días salíamos a hacer deporte, tanto al aire libre como en el gimnasio. Además, como cada uno estaba en carreras universitarias diferentes, teníamos más oportunidad de conocer a un mayor número de personas. En ese aspecto habíamos tenido suerte. Pues, habíamos hecho muy buenas amistades. Joan había mejorado muchísimo y estar lejos de sus padres le aportaba paz mental y por lo tanto una mayor estabilidad emocional.

Sin embargo, echábamos de menos California. Lo habíamos hablado varias veces, sobre todo cuando cenábamos juntos. No extrañábamos el sitio en particular, sino a las personas que habitaban en él. Era una sensación cálida el ir por la calle y encontrarte con personas que conoces de años, al menos de vista. Echábamos de menos a nuestros amigos, aunque algunos ya ni si quiera estaban en California, como Owen y Matteo que se habían mudado a Francia durante el curso escolar, o como Kayla que se había mudado con su padre debido a su trabajo. Sé que la mudanza de Kayla había afectado mucho a Joan, lo estaba pasando mal, su relación había terminado. A pesar de ello, Joan estaba bien, con sus bajones de vez en cuando, aunque supongo que todos tenemos alguno cada cierto tiempo. Pero yo veía a mi amigo de hace años, al niño con el que había comenzado a compartir secretos desde que aprendimos a hablar, lo veía con ganas de esforzarse y crecer. Y hacía mucho tiempo que no le veía con tantas ganas de vivir.

Me preparé el desayuno, solía desayunar fruta con yogur, ese día no fue la excepción. Me senté en la mesa que había entre el salón y la cocina, no había una separación entre ellos. Miré mi móvil, tenía varios mensajes de Paola, de algunos amigos y de María. Antes de llamar a Noa, le escribí. Había sido injusto, ella no merecía que le dejase de hablar. Abrí su mensaje, me había perdonado, pero también me había advertido de que sería la última vez. Y me prometí a mí mismo no hacerle nunca más daño. Pero, ya me había prometido hacerlo más de una vez, y sin embargo, no había funcionado. Siempre acababa estropeando todo.

Por suerte aquel día tuve que salir a comprar algunas cosas que nos faltaban en la casa. Y de esa manera pude despejarme un rato. El piso que estábamos formaba parte de unos edificios que constaban de muchísimas facilidades. Desde parques y grandes jardines, hasta gimnasio. Además de que se encontraba cerca de universidad y también de la ciudad, por lo que teníamos buen servicio de transportes, sitios de ocio, y tiendas. De hecho el coche había dejado de ser tan útil como en California, ya que se creaban grandes colas de tráfico. Y aunque teníamos la playa a treinta minutos en metro, nada se comparaba a las playas de California, era un sensación diferente.

Supuse que al llegar al supermercado me encontraría, tal vez, con alguien que conociese. Mucha gente de la universidad había aprovechado para salir la noche anterior, y seguro alguno necesitaría algo para la resaca. No había sido nuestro caso, pero si el de algunos chicos que conocía de la facultad. No solo compré cosas para mí, también compré cosas que sabía que Joan necesitaba.

Algunos días no eran de cuento, tan solo eran eso, días. Y muchísimas veces deseaba que estos pasasen rápido y llegase algún día que mereciese la pena. Uno de esos días era mi cumpleaños. A final de mes sería mi cumpleaños, y aunque al principio no tenía ni las mínimas ganas de celebrarlo, mi amigo me había convencido de pasar el día juntos y después, por la noche, celebrarlo con algunos chicos que habíamos conocido. Supongo que también invitaría a Paola. Tenía ganas, pero también recordaba cómo había sido el año pasado. Lo celebré en mi casa con los spiders, no hice nada especial, pero no necesitaba nada más. Estaban mis amigos, y eso era lo que necesitaba. Pero ahora era distinto, las cosas habían cambiado. Matteo estaba en Francia, Josh estaba en la misma ciudad que nosotros pero me negaba a hablarle por todo lo que sucedió en año anterior y Nico seguía en California. Todos habíamos cambiado desde entonces, teníamos nuevas metas, experiencias y miedos. Jose y Brayan habían comenzado a ser personas muy importantes en nuestra vida, y a pesar que no estuve con ellos el anterior cumpleaños, sentía que sí que los necesitaba este año. Por otra parte, no solo los necesitaba a ellos, echaba de menos a mis padres y a mi hermano. Jamás pensé que echaría tanto de menos a renacuajo enano. Pero lo hacía. Y pensar que no estaba con él para aconsejarle y verle crecer me hacía daño. Quería estar allí y aconsejarle para que cometiese los mismos errores que yo. Que no se cerrara en banda, que disfrutase del instituto, que saliese de fiesta, pero que no se pasase con la bebida, que si algún día necesitaba que le llevase a cualquier sitio me obligase a subirme al coche... Echaba de menos a Lucas, a mi hermano pequeño.

Sabía que volvería a California antes o después. Sabía que volvería por navidad, pero para eso quedaban tres meses, y durante todo ese tiempo yo no estaría para compartir cosas con todos ellos. Tenía que volver antes, necesitaba volver antes de navidad. Llevaba fuera demasiado tiempo, y el teléfono no acortaba la distancia.

Salí del supermercado con todas las bolsas llenas de las cosas que había comprado, y ande unos minutos hasta llevar al piso. Cuando llegué, Joan ya estaba despierto y estaba en sofá del salón haciendo algo de la universidad en el ordenador.

-Buenos días bello durmiente- le dije a Joan al entrar a casa.

-Buenos días príncipe azul- me saludo siguiéndome la broma.

Dejé todas las bolsas en la cocina y me senté a su lado. Más tarde colocaríamos todo en su respectivo sitio.

-¿Qué tal la salida?¿Has visto a alguien?- me preguntó dejando el ordenador en la mesa de café que había justo delante de nosotros.

-Nada especial por allí fuera. ¿Y tú?

-Bien, estaba respondiendo a algunos correos.

-Sigue entonces, voy a colocar lo que he comprado- le di un pequeño apretón en el hombro y me dirigí a la cocina.

Escuché como sonaban las teclas de su ordenador, supongo que había seguido escribiendo correos. Al terminar de colocar todo en su sitio, mi amigo se levantó y se apoyó en la encimera.

-Dylan.

-Dime- le miré.

-¿Es normal que quiera llamarla?

Al escuchar su pregunta trague saliva. Yo lo había hecho, pero tal vez él no debía. Era normal querer hacerlo, cuando quieres a alguien, quieres saber que le va bien, que esta consiguiendo todo aquello que desea. Pero tal vez a veces es necesario no hacerlo, por nosotros mismos y también por la otra persona. Tal vez si llamamos a alguien que no esperaba nuestra llamada podemos fastidiarle el día. Y sí, supongo que yo había hecho justo eso con Noa, le había jodido, quizá no todo el día, pero había pasado un momento incómodo por mi culpa.

-Sí, es normal- me giré para mirarle.- Pero no lo más sensato, creo.

-¿Pero nose supone que debemos hacer locuras por amor?

La Estrella De Al Lado #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora