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Dylan Pov

-¡Jones!- me gritaron unos chicos desde la cafetería. Todo el mundo aquí me llamaba por mi apellido.

Guardé mi teléfono en mi bolsillo y me acerqué a saludarles. La gente de aquí era simpática, en cuanto llegué supieron hacerme sentir como en casa. Joan había sido esencial para eso, sin él no habría sido capaz de salir hoy de la habitación, y tampoco ninguno de los otros días.

Sin embargo, no estaba en casa, aquello no era mi hogar. Mi mente no descansaba, cuando no estaba estudiando, estaba pensado en como habrían sido las cosas si nunca hubiese venido. Lo único que me permitía descansar era dormir, teniendo en cuenta que tardaba horas en hacerlo, por no hablar que Joan muchas noches tenía que dormir conmigo.

A veces me preguntaba si algún día dejaría de quererle tanto. Si dejaría de pensarle y conseguiría rehacer mi vida sin ella. Me parecía imposible, porque a pesar de no tenerla a mi lado, una parte de ella seguía formando parte de mí.

-Jones- exclamó uno de los chicos con los que estaba en la cafetería- ¿Ves a aquella rubia de allí?- me preguntó.

Me giré para encontrarme con una chica de cabello largo y rubio, que pedía su desayuno a uno de los camareros.

-Si- afirmé.

-Es Paola Lincoln, va contigo a clase y hay oídas de que va a la fiesta de esta noche.

Aquella noche se había organizado una fiesta en una de las fraternidades de la universidad. A pesar de que no me apetecía ir, Joan había ya hablado con los chicos y les había confirmado que iríamos.

-¿Os mola a alguno?- pregunté.

-Harris se la quiere llevar de la fiesta a su cuarto- se rieron.

¿Noa habría salido de fiesta? ¿Habría conocido ya a alguien mejor?- me pregunté.

-Veo posibilidades Harris- le di un pequeño toque en el hombro.

-¿Y tú que Jones? Tú también tienes posibilidades, incluso más, no eres de aquí, y eso les gusta a las chicas.

A ellas les importaba una mierda si era de allí o no, tan solo querían a alguien con quién divertirse y añadirlo a una larga lista de nombres. Yo había sido así, sabía lo que era besar cada noche la boca incorrecta.

-Habrá que verlo esta noche- asentí.

Seguimos allí hablando de diferentes cosas, a pesar de estar en un estado totalmente diferente la gente era parecida. Una hora después estaba de vuelta al piso que habíamos alquilado para los cuatro años de carrera. Supe que mi mejor amigo ya estaba allí porque la ventana del salón estaba abierta.

Cuando subí y abrí la puerta encontré a una de las personas que pensé no volver a ver. Mire a Joan esperando una respuesta.

-Estaba en la puerta.

Asentí y fui en dirección a mi habitación dando la espalda a Josh. Despues de lo que había sucedido con él meses anteriores no quería volverle a ver.

-Dylan- dijo mi mejor amigo.

-No hay nada que hablar.

-Sabes que sí.

Le miré- no, no lo hay.

Tras entrar en mi cuatro cerré la puerta. Esas cuatro paredes me habían acogido durante los últimos meses y había conseguido construir mi pequeño mundo. A veces podía imaginarme allí toda la vida, otras me veía volviendo a California pidiendo perdón y volviendo a mi antigua vida. Pero ninguna de las dos era real. Jamás me quedaría allí siempre, en algún momento volvería a mi hogar. Y por otro lado, si volviese a California, no intentaría nada con Noa.

Una vez leí que el verdadero acto de amor es dejar ir cuando aun amas a esa persona. Lo nuestro había sido así, nunca habría dejado a Noa si no la hubiese visto perderse a sí misma conmigo a su lado. Porque aunque ella no lo pudiese ver, sus ojos cada día brillaban menos. Y no podía permitir ver como se apagaba.

Realmente lo que me dolía no era haberme ido, era saber cómo yo si me habría podido quedar cuando ella no.

Me tumbé en la cama, miré fijamente al techo y me dormí soñando con ella.

[...]

Cogí la botella de alcohol de la mesa y preparé dos cubatas. Joan me arrancó uno de la mano sin apenas terminar de echar la bebida.

-Ve y diviértete- me dijo.

-Te recuerdo que tú también estás en la mierda- le recordé.

-Se disimular mejor que tú.

Negué y me senté en uno de los sofás de la casa. Algunas personas de allí se me hacían conocidas, lo más seguro es que fuesen amigos de conocidos o algo parecido. El lugar estaba repleto de gente, cada una en su mundo, pero todos compartiendo el mismo punto geográfico.

Cuando me di cuenta, la chica que tenía justo al lado me miraba intentando entender algo.

-Eres el primer chico de toda la noche que no se sienta aquí para mirar el culo de las chicas- dijo.

Cuando la miré me encontré con unos grandes ojos verdes y su pelo rubio algo desordenado.

-Perdona, no me he presentado, me llamo Paola- me ofreció la mano y yo se la di para realizar uno de esos saludos formales.

-Dylan, encantado- me sonrió.

-Encantada. Y perdona por hablar tan de repente, solo me ha sorprendido.

-No te preocupes, al menos has roto el hielo.

Ella negó riéndose- hablando de hielos, lleva siempre cuidado si no flotan, significa que te han echado algo.

-Lo tendré en cuenta- le sonreí un poco.

Supe desde un primer momento que era la chica de la cafetería. Pero no estaba siendo para nada como los chicos la habían descrito. Según ellos, era de lo más superficial y egocéntrica.

-Y... Siento ser entrometida, mis hermanas dicen que soy muy curiosa. Pero ¿Qué haces aquí solo?- la chica comenzó a mover la pajita de su vaso en círculos.

-No soy mucho de bailar- miré el movimiento de sus manos.

Ella sonrió- yo de pequeña hacia baile, así que puedo enseñarte.

Pestañee un par de veces sin saber que decir al respecto.

-¿Demasiado rápido? Perdona soy penosa- se llevó la mano a la frente y me reí flojo.

-No te preocupes, y si quieres puedes enseñarme a bailar, pero hoy no, estoy demasiado cansado.

-Entonces... ¿Estás invitándome a quedar?

-Algo así- asentí. Llevaba meses sin hablar con ninguna chica que no fuese mi madre.

Paola se sentó para mirarme más directamente y me sonrió de manera delicada.

-Nos acabamos de conocer, así que no te preocupes por nada, ahora mismo eres un lienzo en blanco para mí- me dijo.

-Así que sin prejuicios- le sonreí.

-Sin prejuicios, quiero conocer al verdadero Dylan.

Y Noa volvió a mi mente en ese preciso momento.

¿Era verdadero el Dylan que conocía Noa? ¿O tal vez el verdadero estuviese en aquella fiesta delante de aquella chica?



La Estrella De Al Lado #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora