03

725 121 24
                                    

Es un idiota.

Bueno, claro que sí, su actuación fue impresionante y todo. La heroica parca, cuyo cuerpo se sacudía cuando jadeaba por el aire, había tomado el aliento lejos de la audacia mientras todos miraban con asombro su último descenso...

Y luego... ¡Puf! Cayó como zapato seco.

Sí. Estuve ahí cuando el ciervo se desmató en plena bajada del telón. Tuvieron que llamar a una ambulancia y atenderlo lo más rápido posible, pues sufrió una fractura a causa de una tensión fuerte en su tobillo derecho; tal y como lo supuse. No lo niego, fue maravillosa la obra y lo felicito por su talento pero, ¿tenía que ser tan idiota?

Ay, ay, ese orgullo le costará la vida algún día.

Sin embargo, nadie más que los del telón supieron lo acontecido y me encargué de que los del periodismo no se enterasen de la jugarreta ni publicasen nada sobre los detalles, puesto que la reputación del ciervo rojo era el pilar de la popularidad del club. Y ya sabemos cómo se pone Louis con la exposición ante las cámaras.

Es él, ni más ni menos, una celebridad en nuestro instituto.

Pese a lo ocurrido, la obra aún tiene que mantenerse en pie, por lo que esperar a su recuperación no es algo que se considere razonable; es por eso que Louis decidió que sería Bill, el tigre siberiano, quien lo reemplazara. Y, para mayor sorpresa, Legoshi ocuparía su lugar como uno de los antagonistas principales. Sinceramente, las cosas tomaron un giro drástico.

—Felicidades por tu papel. —Le sonreí.

—Gracias, pero a decir verdad preferiría no hacerlo.

—Tranquilo, lo harás bien. Y seguro a que Bill también, así que dale una buena paliza de mi parte. —le di un codazo, algo muy típico entre nosotros.

—No entiendo de dónde saca su positividad ese tío.

—No tiene por qué ser exactamente optimista, apuesto a que está tan nervioso como tú. —le animé. —Por cierto, tú estuviste en la clínica cuando Louis despertó, ¿sabes en qué habitación está?

Legoshi volteó a verme.

—Sí. Creo que en la sala tres. —y siguió mirándome. —¿Vas a ir a verlo?

—Sí.

—Ah, bien... ¿Y para qué?

Parpadeé. —Para follar.

—¿¡E-eh!?

—Es broma. —me tronché de la risa. —Tengo que llevarle algo importante, es todo.

A pesar de lo graciosa de mi mentira, no fue realmente graciosa para él. Resultó raro verle reaccionar así, ya que normalmente es un tipo muy dócil. Me sorprendió, y a la vez me enterneció, que creyera que iba a hacer eso.

No tardó mucho a volver al estado de antes:

—Bueno, pero no tardes mucho...

—Tranquilo, solo será una mamada y ya.

—¡TN!

—Ya, ya. Que es joda. —le sonreí. —Suerte mañana.


°

Me acerqué a la camilla en son de paz dentro de la sala blanca, limpia y vacía. Sus ojos no tardaron en identificarme y esperé a que me mostrara esa expresión de siempre... Y ahí va:

—Tú otra vez. —arqueó una ceja. Estaba recostado sobre la camilla con la pata vendada y el sol de la tarde iluminándole la espalda.

—No disimiles, ya sé que estás encantado de verme.

INSACIABLE | BEASTARSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora