Capítulo 10

15 9 1
                                        

“A” reparte las bandejas para cenar. Tengo curiosidad por que plato sofisticado nos sorprenden. Me siento en los pocos huecos libres que hay. Quito la tapa superior, en uno de los huecos hay una sopa que más que parecer caldo de pollo es más parecido a agua de fregar. Decido pasar directamente de ellos. Miro el segundo, es un trozo de pescado más pasado que yo.

Me levanto y voy directo a “A”.

—¿Esto que mierda es? —le recrimino.

—¿Perdón? —se pone de pie mirando con ojos inyectados en sangre.

Todas las miradas apuntan en nuestra dirección, somos el centro de atención.

—¿Qué mierda es esta cena? —le vuelvo a insistir pero esta vez elevando el tono para ponerme a su altura.

—Esperate que ahora traigo el foie o el pato al limón —me dice con tono irónico—. Anda tira a sentarte “J” y no molestes —me ordena.

—Y esa es otra, ¿es que nadie va a decir nada de los nombres? —les digo mirándolos a todos.

—“J” callate —me dice B levantándose y poniendo a mi lado mientras me coge del brazo y hace fuerza para que me sienta de nuevo.

—No me da la gana —le respondo mientras le pegó un tirón para que de nuevo me suelte.

—Vamos a ver —pega un grito al cielo del templo “A”—. Ya me he cansado, a partir de ahora van a ver una nueva serie de normas. Agradecérselo todo a “J” —responde señalando.

—¿Pero quién te ha dado derecho a ti para ser el líder? —me enfrento a él y le pregunto a todos y estos comienzan a murmurar.

—Basta ya, tu lo has querido —me amenaza—. A partir de ahora todo el mundo a sus casas, cuarentena absoluta excepto cuando la campana suene o yo personalmente llame a su puerta. Cualquier persona que esté fuera cuando no le toque pasará el resto del día y la noche entera en la habitación del pánico.

Todos al escuchar la última palabra ponen cara asustados, no se que es esa habitación pero no parece agradable estar allí dentro.

—También me he enterado de la discusión de esta tarde, a partir de ahora nada de relaciones personales entre nosotros —responde y observo como la pareja que de nuevo la tengo justo enfrente baja la cabeza—. Así también se terminan las discusiones como la de esta tarde.

¿Cómo se habrá enterado este de todo cuando no estaba aquí?

—Y por último nada de mostrar la identidad. Quien lo haga correrá con toda la consecuencia de ello.

Todos se miran con rostro culposo, algunos me miran a mi, siento las miradas. Sé que algunos me van a echar la culpa.

Salimos para fuera, ya es de noche, no sé a que hora tendré que hacer la guardia porque no hay ningún reloj por ningún lado.

Me voy directamente a mi casa, si tengo suerte evito hacerla, no tengo ganas.

Abro la puerta, esta se atasca, siempre lo hace. Tengo que empujar fuertemente.

Me siento en el sofá, tengo la cabeza a mil, no he podido cenar porque los dos platos eran realmente asqueroso.

Me tumbo en el sofá, tengo bastante dolor en la espalda, el sofá cama me está haciendo polvo.

Alguien golpea fuerte la puerta varias veces.

—¿Quién es? —pregunto malhumorado.

—Vamos novato, ya es de noche —escucho a través de la puerta.

Es “A”, es su tono de cabrón.

Salgo para fuera, está esperándome con los brazos cruzados.

—Vamos, tienes que hacer la ronda nocturna —comenta mientras me lanza la linterna.

Cae al suelo, lo ha hecho a propósito para que no llegue a recogerla.

La recojo y me quedo mirándolo mientras le maldigo entre dientes.

—¿Y que tengo que hacer? —le pregunto.

—¿Te lo tengo que explicar? —pregunta mientras se ríe—. Tío, te das una vuelta por Utopía y controlas que no haya nadie por fuera. Cualquier cosa que veas anómalo me avisas.

Me doy la vuelta y comienzo hacer el paripé, ojalá tuviese un botón de retroceso para volver al pasado, así al menos evitaría hacer grandes gilipolleces como entrar a esta locura de pueblo o como se quiera llamar.

La luna está en lo más alto de la noche, el frío comienza a notarse entre los recovecos de mis huesos.

El sonido de un motor encendido entra directamente en mis oídos, voy en busca de ese ruido. Llego hasta la casa de “A”, son él y “B”. Están metiendo material que han traído en el coche. Me pongo delante suya, quiero saber de una vez por todas que esta pasando aqui.

—¿Se puede saber que es todo esto? —les pregunto mientras mi mirada les amenaza.

—Eh calla, y sigue con la guardia —me ordena mientras señala con el dedo que salga de su vista.

—Y una mierda, ahora mismo me decis lo que está pasando o pienso contarle esto a todo el mundo —me explico tratando de reivindicarme.

—Eh. Estate quiero, tu no vas a decir nada a nadie ¿estamos? —me amenaza, su tono y su mirada lo hacen.

—¿No? ¿quieres ver cómo lo hago? —esto es un pulso y lo pienso ganar.

—¿Qué quieres? ¿la medallita al mérito civil? —me dice de forma irónica.

—Quiero que todos estemos en las mismas condiciones y ahora mismo eso no se está produciendo. Está claro que vosotros tenéis más poder y más información que el resto.

—Novato, ¿quieres saber lo que le hacemos a los entremetidos como tú? —sus labios parpadean, está nervioso.

—Dime… —le respondo firmemente.

—Le llevamos a la habitación del pánico, ¿tú quieres ir? —de nuevo la amenaza sale de sus labios.

—No, voy a ir casa por casa diciendo toda la verdad.

“A” muestra una risa malévola. Mira hacia atrás en busca del laméculos de “B”.

Sus miradas se encuentran.

—Enseñale lo que le ocurre a las personas de su misma canalla —añade mientras este se acerca a mi. Lleva un palo en la mano, cuando me quiero dar cuenta el palo va volando directamente en mi dirección. Me golpea y solo puedo ser consciente de que voy directo al suelo.

Abro los ojos, la sangre cae por mi cabeza, lo noto, estoy comenzando a marearme. Alguien me lleva arrastrando por todas las calle, alzo un poco la mirada, es “B”. Me lleva hasta el templo. Pasa habitación por habitación hasta que llega a una del fondo, no puedo moverme ni hacer ningún aspaviento, tan solo soy partícipe de todo lo que me está haciendo.

Me deja tirado en el suelo mientras abre una puerta. Trato de levantarme pero me faltan fuerzas, no se como un golpe me puede llegar a producir esto.

Me lleva hasta dentro, hay un ventanal muy pequeño con dos barrotes en una de las paretes, en la de al lado hay dos grilletes sujetos en la pared.

Me lleva hasta ellos, me pone de pie y comienza a ponermelos, tengo ganas de estrangularlo pero no puedo, el golpe me lo sigue impidiendo o algo que desconozco.

—Tranquilo, te he inyectado un suero para que no te puedas mover, tiene una duración de ocho horas, cada ese tiempo vendré y te volveré a pinchar.

No puede ser cierto, esto es como una cárcel. O peor aun tortura mediaval.

“B” se va fuera.

—Te vas a arrepentir de haber dicho eso —dice mientras cierra la puerta.

UtopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora