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Esa misma tarde Sana se había levantado para ir al baño cuando Tzuyu entró en el dormitorio con una especie de carrito.

—¿Qué es eso? —preguntó la japonesa sorprendida.

—La cama de Sullyoon —respondió con total seriedad.

Sana se quedó boquiabierta unos segundos antes de detenerse a observar el carrito. Tzuyu lo había construido para su hija. Aquella mujer dulce y sexy le había hecho una cuna a su pequeña.

Unas horas antes, después de llevarle el sándwich, había salido de allí inmediatamente con la excusa de que tenía mucho trabajo. Sana estaba convencida de que no volvería a aparecer por allí hasta el día siguiente, pero la sorprendió, cosa que había hecho a menudo en los últimos días.

—¿Cómo la has hecho?

—Es el carro de un ordenador y encima le he puesto una cesta de la colada. Después le he hecho el colchón con un par de almohadas —tras la explicación la miró en busca de su aprobación— ¿Crees que estará cómoda?

Sana no pudo menos que sonreír. ¿Cómo no iba a estar cómoda? Lo que había hecho era sencillamente impresionante.

—Es estupenda. Muchas gracias.

—También he cortado más toallas para que las uses de pañales.

—Has pensado en todo.

—Solo intento que mis invitadas se encuentren a gusto en mi casa —respondió encogiéndose de hombros como restándole importancia.

—Pues lo has conseguido.

Se la quedó mirando fijamente, sus ojos iban de los de ella a su boca.

—Voy a preparar algo de cena —en el rostro de Sana se volvió a reflejar la decepción— Pero no te preocupes, no voy a hacer más sándwiches. Creo que esta noche te mereces una cena de verdad.

Ese detalle no hizo más que acrecentar el agradecimiento de la japonesa.

—¿Podrías cuidar a Sullyoon unos minutos?

—¿Cuidar de ella?

—Sí, me gustaría darme una ducha caliente.

—Pero si yo no sé nada de niños. Sana, yo...

—No tendrás ningún problema —le aseguró sonriente— Vamos, Tzuyu, tú la has traído a este mundo. Confío en ti plenamente.

—Está bien, pero como se ponga a llorar, te la llevo. Me da igual si estás en la ducha o no.

Con solo imaginar la situación, Sana sintió que se le cortaba la respiración. Esperó unos segundo a ver si Tzuyu añadía algo más o al menos matizaba sus palabras, pero nada de eso ocurrió.

—La cena estará lista en media hora.

La japonesa se humedeció los labios con la lengua antes de contestar.

—De acuerdo.

Tzuyu siguió tal movimiento con la mirada y, sin darse cuenta, resopló débilmente.

—Hasta dentro de media hora entonces —le dijo antes de salir de la habitación con Sullyoon en brazos.

Sana se quedó allí, sola y acalorada. ¿Qué demonios le ocurría? ¿Por qué actuaba como una colegiala en lugar de como una madre?

Estaba claro que su encaprichamiento juvenil había vuelto a la carga y, si no salía pronto de aquella casa, estaría en serio peligro de que tal sentimiento se convirtiera en algo más fuerte. Algo que no desaparecería en solo unos días, como la tormenta invernal que seguía demostrando su poder en el exterior.  
 
    

After The Storm | SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora