8.

507 73 6
                                    

°°°


Tzuyu se quedó unos minutos en la puerta de la casa de los Han con unas flores en una mano y una botella del vino que tanto le gustaba a Sana en la otra. Junghwa le había preparado un pavo relleno antes de marcharse a celebrarlo con su familia, pero ella lo había metido en el frigorífico y se había ido de casa.

Había intentado convencerse a sí misma de que estaba allí porque se lo debía a Sana, las ideas que le había dado con tanta facilidad tenían tanta fuerza que iban a hacer de su proyecto un auténtico éxito. Sin embargo, había una vocecilla dentro de ella que le decía algo muy diferente: ya no podía seguir comiendo sola, o más bien era que ya no podía comer sin Sana. En cualquier caso, estaba claro que estaba metida en un lío.

Al abrirse la puerta, se encontró con Seokkyu al otro lado.

-¡Has venido! -le dijo con una enorme sonrisa.

-No me lo restriegues -gruñó Tzuyu.

El doctor Han no dejó de reír mientras acompañaba a su invitada al interior de la casa.

La primera parada fue la cocina, donde pudo darle las flores a Hyunjoo y conocer a Jingoo, su hijo pequeño. Tzuyu les dio las gracias por invitarla y prosiguió su camino hacia el comedor. Allí estaba Sana, más guapa que nunca con el pelo suelto y ligeramente maquillada, hablando con Dongmin, el otro hijo de los Han. Ambos muchachos habían sido buenos atletas durante el instituto y no se habían dedicado a meterse con Tzuyu como el resto.

Dongmin llevaba varios años trabajando como abogado en Daegu y desde luego tenía aspecto de dedicarse a lo que se dedicaba: traje informal pero carísimo. Tzuyu comprobó con cierta rabia que tenía en brazos a la pequeña Sullyoon, que no dejaba de gimotear. Además, los dos adultos parecían estar muy a gusto juntos. Sabía que cabía la posibilidad de que algún día Sana probablemente encontrara a un hombre y que este acabara convirtiéndose en padre de Sullyoon, pero desde luego ese día todavía no había llegado.

Mientras siguieran viviendo en su casa, ella no permitiría que eso sucediera.

-¡Qué sorpresa! -exclamó Sana al tiempo que Dongmin y ella se ponían en pie para saludarla.

-Teníamos un trato, ¿no? -contestó Tzuyu sin poder dejar de mirarla. Solo había pasado un mes y ya había recuperado su figura por completo. ¿Acaso no podía haber tenido un poco de compasión con ella?

-No estaba del todo segura.

La niña continuaba gimoteando y, cuando pasó a brazos de su madre, los gimoteos se convirtieron en un llanto desesperado.

-Déjame a mí -le pidió Tzuyu.

La pequeña permaneció en sus brazos satisfecha a lo largo de toda la cena. De vez en cuando Sana se ofreció a relevarla pero su excusa fue siempre la misma: Sullyoon estaba muy a gusto donde estaba.

Nadie hizo el menor comentario sobre la sorprendente aparición de Tzuyu en una reunión social, y ella se sintió como si fuera algo que hiciera todos los días. Odiaba admitirlo, pero lo cierto era que se trataba de una gente estupenda sin intenciones ocultas.

Durante la cena charlaron de todo tipo de temas e incluso contaron chistes. Pero con el postre llegó el cinismo de Tzuyu.

-Antes de probar el delicioso pastel de Sana -comenzó a decir el anfitrión-, cada uno tiene que decir por qué está agradecido. Es la tradición -añadió como explicación para Tzuyu.

After The Storm | SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora